› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn
En Alemania quedó expuesta la estrecha amistad que reina entre las grandes empresas armamentistas y los políticos. Realmente algo muy desagradable; más que desagradable, un profundo pecado contra la verdadera democracia. Esto ha quedado en claro con los negocios de la industria armamentista en el Tercer Mundo. Fue con la venta de los fusiles G36 a México. Pese a que el hecho había sido denunciado al gobierno alemán, éste no tomó ninguna medida y la venta se hizo igual. Y los fusiles a repetición de la firma Heckler y Koch siguen vendiéndose en cantidad. Fundamentalmente, a los grupos enemigos entre sí que se enfrentan en el interior mexicano. Todo ello, a pesar de que la ley alemana prohíbe esa clase de negocios.
Los investigadores han llegado a saber el nombre de cinco altos miembros del ministerio alemán de Defensa que estuvieron complicados en el negocio. Todo es muy difícil ya que las empresas armamentistas también tienen influencia en los medios para silenciar casos como éste. Aquí, en Alemania, este episodio muy lamentable para la democracia ha sido publicado en estos días por el diario Frankfurter Rundschau.
Es muy triste ver que en Alemania, que sufrió la más trágica de las experiencias en la última guerra mundial, tenga como gran negocio la venta de armas. Existe más de un centenar de empresas que se dedican no sólo a la fabricación de armas sino también de otros elementos militares. Una empresa, Rheinmetall, cosecha el 40 por ciento de las ganancias de esa industria, con un total de 4,7 mil millones de euros anuales. Nada menos que 80.000 obreros trabajan en la fabricación de armas e instrumentos militares en Alemania. El diputado del partido alemán Die Linke (La Izquierda) Jan van Aken reveló hace poco un encuentro entre políticos y representantes de empresas fabricantes de armas que, al encontrarse, intercambiaron grandes abrazos. En sus relaciones mezclan la táctica y la estrategia diplomáticas con la táctica y estrategia militares. Si se investiga la biografía de los jefes de las empresas fabricantes de armas se ve una relación directa. Por ejemplo, el presidente del consorcio Airbus fue paracaidista en el ejército alemán y obtuvo el título de mayor de reserva. Luego trabajó en el Ministerio de Defensa, desde 1989 a 1991, y de allí en varias empresas armamentistas. Casos como éste son numerosos en la actualidad alemana, y facilitan la relación del armamentismo con las autoridades, que tienen la obligación de mantener la paz en las relaciones mundiales.
Por otra parte, se ha llegado a saber que la firma Heckler y Koch –la que, como se dijo, vendió a México el fusil G36 que, encima, resultó con fallas en su sistema de apuntado– vendió armas a la dictadura española de Francisco Franco, en los años cincuenta. También, en esa época, armas a las dictaduras que dominaban Grecia y Portugal. Actualmente, la misma fábrica ya no se interesa en vender fusiles a Estados Unidos sino que centra sus esfuerzos en las pistolas, un arma del futuro. Justifican ese cambio señalando que “todos los atropellos que recorren la sociedad se hacen con fusiles y no con pistolas”. Algo para discutir, para no decir risible. Y aseguran que no venden más armas en los círculos donde han surgido atentados a escuelas y jardines de infantes. La fábrica tiene como lema: “Fabricamos nuestros mejores productos para soldados, así pueden volver a casa siempre”.
La casa Heckler y Koch tiene 700 trabajadores y obtiene 172 millones de euros de ganancias anuales (cifra de 2013) y se autotitula como “fabricantes de las mejores armas manuales de todo el mundo”. La ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, ha ordenado una investigación en la fabricación y venta de armas de dicha empresa. Para la firma, esto significa la principal derrota en sus sesenta años de existencia. Se ha comprobado que los fusiles que la empresa decía que entregaban a Baja California iban directamente a Jalisco. Para ello, pagaban a los mexicanos una coima de 25 dólares por fusil y 20 dólares por otras armas. México, por su parte, no inició investigación ninguna. Es claro, nunca daría con aquellos que recibieron el dinero de las coimas.
La que tiene ahora una tarea de mucha responsabilidad es la ministra de Defensa, que debe organizar una investigación que llegue hasta las últimas consecuencias aunque Alemania después no pueda exportar armas como antes. Alemania carga con la responsabilidad de las dos guerras perdidas y de un militarismo que debe superar en todos sus aspectos. La moral lo exige aunque el punto de vista económico lo impide. Pero sin ninguna duda debe llegar al ideal de no vender más armas, como homenaje a la memoria de los millones de hombres, mujeres y niños que perecieron. Y que las fábricas de armas pasen a fabricar herramientas para el trabajo. Sería un ejemplo para el mundo y la Historia.
Pero vayamos ahora de las armas a las piedras. En Europa ha causado indignación la noticia del juicio en la Argentina por el cual ha sido acusada en Neuquén la mujer mapuche Relmu Nankú. El delito de esta mujer sería, en defensa de sus tierras donde cría chivos, haber arrojado durante una manifestación una piedra a Verónica Pelayo, oficial de Justicia, que fue a desalojarla de sus tierras. La oficial resultó herida en la nariz. Ahora se han pedido 15 años de prisión para esa mujer de los pueblos originarios. Algo insostenible. Los medios de comunicación que defienden en general al latifundismo alientan ese juicio al igual que la Sociedad Rural. La madre mapuche tiene tres niños de 10, 7 y 6 años. Resulta hasta cómico el pedido de prisión. Con ese criterio, tendría que ir presa la mayoría de la población que arrojó piedras para exigir sus derechos durante la dictadura. Sólo quedarían libres los elitistas que dicen piedras no, porque a ellos les basta la cortesía policial. Curioso; los grandes financistas están preocupados por la no venta de armas. Relmu Nankú sigue mirando las piedras como única salida.
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