› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
Todo empezó con el voto aprobatorio del matrimonio de homosexuales en la católica Irlanda. Sí, en Irlanda, sabiendo que la cúpula católica rechaza esa resolución. Alemania ya había aprobado hace años la igualdad de derechos en los matrimonios de hombre-mujer con los derechos de la unión de los homosexuales, pero no el casamiento gay como institución. Un sector alemán importante sostiene que el matrimonio clásico de hombre-mujer no es lo mismo que el matrimonio “homo”, y que si no se reconoce este último –aunque sí sus obligaciones y derechos sociales– no se cometería ninguna discriminación. En una palabra, reconocer la “unión” homosexual con respecto a todos los derechos y deberes: herencia, impuestos, etc.etc. pero no considerarlos un matrimonio. Pero muchos sociólogos, y en general gran parte de la población, respaldan que se acepte oficialmente el matrimonio entre lesbianas o entre hombres homosexuales. Por eso la discusión diaria en los medios de comunicación. Un tema de gran actualidad.
“Igualdad” y “Gracias Irlanda” fueron los carteles que se elevaron en todas las capitales del mundo cuando se supo el resultado del plebiscito en ese país tan católico. Se informó la alegría de las parejas que concurrieron a esos actos de festejos: “Esto significa que el mundo es mío”, dijo Claire, mientras abrazaba a su compañera y agregó: “desde ahora valgo exactamente lo mismo que cualquier otra mujer”. Hubo muchas manifestaciones y coros de alegría.
Es increíble el progreso de la humanidad: hace 22 años los hombres y las mujeres homo, por ser tales, iban a la cárcel. Y ahora son matrimonio legal. Un adelanto increíble. Hasta 1993 ser homosexual era un delito. Ganaron los homosexuales pese a que los obispos católicos irlandeses se habían expresado contra la igualdad de tales derechos señalando expresamente que “el matrimonio es solamente la unión entre hombre y mujer”. Pero esa unión, en los últimos años, fue perdiendo fuerza, cada vez más hombres y mujeres viven en pareja sin estar casados.
Los registros civiles alemanes califican como “compañeros de vida” la unión de dos homosexuales y no casamiento.
Los homosexuales de quejan de los católicos, señalando que ellos odian a los homosexuales, lo que lleva a una masiva discriminación. “Los homosexuales no pueden caminar de la mano porque son mirados con odio y desprecio por el público”, señalan. Más todavía, cuando los homosexuales quieren adoptar niños, las autoridades se los niegan.
Por ejemplo, la pareja católica de Stefan Kaufmann y Rolf Pfander fue reconocida por la ley como pareja pero no pudieron casarse por Iglesia porque se los negó el obispo de Stuttgart Gerhard Fürst. Como los dos homosexuales no querían renunciar a la ceremonia católica buscaron “asilo católico” entre gente de esa confesión. Pero el partido político mayoritario, la Unión Cristiano-Demócrata les negó toda ayuda. Y eso que en los años cincuenta uno de los políticos demócrata-cristianos más importantes, Heinrich von Brentano, era un conocido homosexual. Cuando se lo denunciaron al primer ministro Konrad Adenauer, este les respondió: “mientras no me trate de acariciar, para mí es lo mismo”.
Pero en el 2014, la diputada democristiana Karin BertholdessSandrock dijo en la Cámara: “De ninguna manera vamos a permitir que lesbianas y hombres homosexuales entren alguna vez en colegios de niños”. Uno de los principales hombres de la Democracia Cristiana acaba de declarar que “la Constitución protege sólo a la unión entre mujeres y hombres, de cuya unión salen los niños, esa es la semilla fundamental de nuestra sociedad”. La primera ministra alemana, Angela Merkel, demócrata cristiana, ha rechazado el derecho de adopción de niños por parejas homosexuales. Pero se notan cambios en la misma Iglesia Católica. En Alemania, esa institución está en una situación muy difícil. Es que cada vez más adherentes a esa confesión abandonan la Iglesia, que ha perdido gran influencia en la vida política del Estado.
En cambio, los socialistas, el segundo partido de Alemania, piensan distinto. El ministro de Justicia, que es socialista, presentó ya un proyecto que prevé el casamiento de homosexuales, mientras que el también socialista Nils Schmid propone imitar a Irlanda y promover un plebiscito para definir definitivamente el problema. Además, ya existe un movimiento del catolicismo mismo para que no se discrimine a los homosexuales.
La discusión llegó a lo más alto cuando el Vaticano respaldó la negativa al casamiento homosexual. El segundo del Papa, el cardenal Pietro Parolini, declaró que la decisión de los irlandeses de permitir el casamiento de homosexuales, no es solamente una derrota de los principios católicos sino también “una derrota para la humanidad”: Palabras definitivas.
Una posición incomprensible. Si la Iglesia dice que Dios creó al ser humano, también creó al homosexual. Algún cura podría decir: “No, los creó el diablo”. Una respuesta que derrumba toda la creencia.
La reacción contra el vicario Parolini fue muy grande en el mundo entero. Por eso, la radio Vaticano trató de cerrar la discusión señalando que “monseñor Parolini explicó el problema con pocas pero bien claras palabras”. Mismo el cardenal alemán Walter Kasper, que es el guía de la línea liberal de la Iglesia, señaló: “No podemos aceptar la comparación de la unión de los homosexuales con la institución del casamiento. En eso el Evangelio es bien claro”. El presidente de la Conferencia de Obispos Italianos, cardenal Angelo Bagnasco declaró: “Nosotros creemos en la familia como una estable unidad entre mujer y varón que no puede compararse con ninguna otra forma de vida conjunta”.
El Papa argentino rechazó la acreditación ante la Santa Sede del embajador francés designado, Laurent Stefanini, ya que este es considerado en Francia un gran defensor del movimiento “casamiento para todos”. Y además es homosexual.
Para colmo, el Papa se ocupó del tema de la educación de los niños y se expresó de una manera que causó indignación en miles de educadores y no educadores. Dijo que “a veces dos o tres palmadas en el trasero no causan daño”.
La reacción contra esa expresión fue masiva. La máxima indignación alcanzó a la “Asociación Alemana de Ayuda al Niño” que expresó que “las declaraciones del Papa fueron desacertadas. El Papa tendrá la culpa cuando un solo niño sea víctima de golpes basados en el pensamiento papal”.
La Argentina dio un ejemplo al reconocer los derechos de los homosexuales. Deberá respetárselos en su modo de ser. La Iglesia Católica deberá creer que fue Dios quien los creó y no mantener prejuicios sin ninguna justificación. Y en cuanto a los golpes para la educación, aunque sean “nada más” que dos o tres chirlos en las nalgas, van contra los principios básicos de la lucha contra la violencia. Tanto las palmadas en el trasero como el no a los homosexuales son argumentos que niegan la generosidad y la paz.
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