› Por Rodrigo Fresán
UNO El problema del presente es que se ausenta de inmediato. Entra y sale. Ahora lo ves, ahora no lo ves, ahora, como Adele, te dice “Hello” con voz de bye-bye. El patinable presente es el hielo delgado sobre el cráter de un volcán siempre en activo rodeado por huracán perfecto y a la espera de que pase algo, de que todo pase. El presente es algo que sólo se vuelve más o menos comprensible (si hay suerte) una vez que se va a vivir al pasado. Y el futuro no es otra cosa que algo que nunca se alcanza, porque ya pasó a través del líquido y fantasmal y vivo muerto presente. ¿Cómo es el presente? El presente es como ese alumno cuyo nombre nunca se recuerda del todo (¿Gómez? ¿Fernández? ¿Pérez?), que a duras penas puede conjugar verbos en futuro imperfecto, que nunca destaca pero que en cualquier momento puede llegar a hacerlo de la peor manera posible desenfundando un fusil de asalto, y que apenas se pasa lista y el muy listo dice “Presente” ya está pidiendo permiso para ir al baño porque no aguanta más, porque se hace y se deshace encima. Encima nuestro.
DOS Hace una semana, cuando todavía no había cambiado la hora Rodríguez cerró su jornada pensando en la mierda. En la mierda que sepultaba una, dos tres veces al repetitivo cerebro de marmota Biff en todas y cada una de las partes de Back to the Future. Siete días después, la mierda continúa. Ha sido una semana de mierda (de pronto, cambio de hora, las 3 presentes son las 2 pasadas de nuevo) con múltiples oportunidades para exclamar “Shit!”. Y Rodríguez lee que por la mierda y en la mierda ya está pasando todo. Por la mierda cortesana y conspirativa que se van arrojando entre ellos (para fuera y para adentro) los partidos políticos mientras confeccionan listas para el 20 de diciembre o practican ensayos generales y degenerados de posibles pactos. La mierda que se respira en el aire de Cataluña mientras se agota el papel higiénico y se avecina la temporada de contaminantes diarreas. Pero lo de antes: la mierda también puede ser materia benéfica y ya ha abierto –en un edificio al norte de Cambridge, creado por una organización sin fines de lucro llamada Open Biome– el primer banco de mierda. Ir allí para donar heces haciendo eses. La teoría es que la caca es salud y que contiene cantidad de microbios benéficos que cumplen funciones clave en numerosas funciones fisiológicas de nuestro cuerpo. Y que en ella podría residir la clave para combatir males varios. Y que ya se habla de “trasplante de materia fecal”. Es decir: caca de persona sana a persona con caca enferma para que las bacterias benignas se enfrenten a las malignas y las derroten y, claro, algún riesgo de contaminación hay en el proceso. ¿Dónde lee Rodríguez acerca de todo esto? Sentado, con los pantalones en los tobillos, en el trono de su baño, por supuesto. Ahora mismo, yendo de cuerpo y de cuerpo presente.
TRES Y Rodríguez se pregunta si este fin de semana el cómico inglés se referirá a la cuestión en su Last Week Tonight with John Oliver en la HBO: un brillante y gracioso y magistral recuento en presente de lo que ha sucedido a lo largo y ancho de los últimos siete días. Allí, Oliver se nutre de la mierda de titulares pero, además, desarrolla investigaciones a fondo con formidable creatividad, gracia y capacidad de renuncia. Así, en los últimos tiempos, creó su propia iglesia telepredicadora –Our Lady of Perpetual Exemption– para denunciar las facilidades impositivas de estos divinos farsantes (reírlo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=7y1xJAVZxXg) llegando a recaudar cientos de miles de dólares que finalmente donó a Médicos sin Fronteras. Así, hizo realidad el sueño de resucitar al personaje favorito de telenovela de joven refugiada siria discapacitada pero con una alegría envidiable (emocionarse aquí: https://www.youtube.com/ watch?v=umqvYhb3wf4#t=939). Así, no deja de batirse en duelo con sus archienemigos Donald Trump o Joseph Blatter o los redactores de leyes imposibles (a los que denuncia y en más de una ocasión obliga a arremangarse y enmendar sus papelitos y papelones) o cualquier cretino o tarado que ande suelto por ahí. “He descubierto que las políticas de los Estados Unidos son algo completamente nauseabundo”, declaró Oliver. Y, saludablemente, se caga en ellas semana tras semana para que los espectadores se caguen de risa con él.
CUATRO Pero, para Rodríguez, el gran logro de Oliver ha sido, hace unos días, la creación del site Scream Into the Void. La idea la tuvo Oliver a partir de la noticia del inminente lanzamiento de una app de nombre Peeple cuya única función y atractivo sería la de algo así como tener la oportunidad de calificar y ponerle nota –como si se tratasen de restaurantes, hoteles y películas– a los seres queridos o no tanto. Signo de los tiempos, Power to the Peeple y no demoraron en alzarse las voces airadas criticando semejante estupidez merdificante y apuntando las más que seguras complicaciones éticas y legales que podría ocasionar. Mientras, sus abnegadas creadoras –Julia Cordray y Nicole McCullough– se defendían afirmando que su idea sólo buscaba el amor y la comprensión entre los seres humanos y ofrecer un lugar donde intercambiar elogios y gentilezas y “poder llevar a cabo el mismo tipo de research con las personas que se hace a la hora de comprar un auto”. Oliver, por supuesto, no demoró en devolverlas a este presente en el que internet está siempre más cerca de Helter Skelter que de We Are the World. Oliver dixit: “Me pregunto si estas dos mujeres alguna vez se dieron una vuelta por internet. Internet no es otra cosa que una fuente que provee a los usuarios de odio, racismo y el ocasional orgasmo de tipo muy triste. La razón de ser de Internet es, en escencia, el ofrecer la posibilidad de que la gente se insulte y se difame. No necesitamos otra app que facilite eso. Lo que ahora sí necesitamos es una herramienta que ayude a la gente a no lastimarse”. Y, a continuación, Oliver ofrendó el website Scream Into the Void (encontrarlo aquí: http://screamintothe void.com/). Lo que Oliver provee a la humanidad toda es la posibilidad cierta de, sí, “gritar en el vacío”: un santuario donde tipear, maldecir, agredir, injuriar, difamar y, después, hacer click y que todas esas palabras hediondas se pierdan para siempre, como lágrimas en la lluvia, tragadas y digeridas por el cloacal huracán cósmico centrífugo del agua de un inodoro. Buenas noticias, Peeple ha sido abortado (luego de recibir incontables mensajitos de odio en su site para desconcierto de sus desorientadas creadoras que llegaron a pedir socorro on line para que les expliquen cómo hacer para desactivar la avalancha de comments apestosos) y Scream into the Void sigue allí, dispuesto a evacuar, previa catarsis, presentes sustancias tóxicas hacia el olvido del que no hay retorno.
CINCO Desde el futuro, cualquier fin de semana de éstos, llegará un presente en el que John Oliver se referirá a la situación actual y presente en Cataluña y/o en España. Y Rodríguez se va a reír hasta las lágrimas, va a gritar a carcajadas, vaciándose en el vacío. Y después va a tirar la cadena y, encadenado, volverá a lo mismo de siempre: al regalo de un presente que casi nunca queda bien pero que, aún así, hay que abrir y agradecer, sonriendo, mintiendo que es justo lo que uno quería y necesitaba y ahora qué cuernos hago con esto, ¿eh?
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