› Por Emir Sader
Estábamos en la campaña de la segunda vuelta en Brasil, en 2010, cuando nos fulminó la noticia de la muerte de Néstor. Lula corrió a representarnos a todos nosotros, cuando todos nuestros corazones se volcaban hacia Néstor, hacia todos los argentinos, hacia Cristina en particular.
Sabíamos todo lo que Néstor representaba, cómo junto a Hugo Chávez y Lula, había sido fundamental para lanzar el proceso de integración regional y cerrar el paso al ALCA. Sabíamos cómo Néstor había sido fundamental en el rescate de Argentina de la peor crisis de su historia.
Este aniversario de la muerte de Néstor nos lleva a aquel momento y a la forma en que Lula afrontó una situación similar a la que afronta ahora la Argentina. Ante el nuevo desafío electoral que se abría en aquellos días para nosotros, Lula nos sorprendió de nuevo. Nos dijo: “Siempre es mejor ganar en segunda vuelta, porque la contraposición de planteamientos es más clara, y de esta manera el presidente es elegido con más apoyo”.
En ese momento, sus palabras nos parecieron nada más que un consuelo, una racionalización por nuestra incapacidad para triunfar en 2002, en 2006, en 2010 –y, ahora, más recientemente, en 2014–. Pero después nos hemos convencido de que hay una lógica política importante en esos planteamientos. En la primera vuelta –en Brasil, en Argentina, o en otros países– hay una proliferación de candidatos, de planteamientos, que dificultan la comprensión de los grandes dilemas propuestos a nuestras sociedades.
La segunda vuelta fue fundamental para el triunfo de Lula en 2006 y de Dilma en 2010 y en 2014. Los dilemas centrales de nuestras sociedades se estructuran alrededor de la superación o no del neoliberalismo. No por casualidad los países de la región que han decidido la superación de ese modelo –privilegiando las políticas sociales, la integración regional, el rescate del rol del Estado– han avanzado en el combate a la pobreza y a la miseria, en la defensa de la soberanía nacional y de la autoestima de la gente. Con los países que mantienen el modelo centrado en los ajustes fiscales, en la centralidad del mercado, en el libre comercio, pasó lo contrario.
En la segunda vuelta las alternativas económicas y el rol de las políticas sociales se vuelven centrales en el debate entre dos candidatos y de sus planteamientos. En general los candidatos de la derecha tratan de esconder los fundamentos de su propuesta económica diciendo incluso que van a mantener los avances sociales logrados por los gobiernos progresistas. Es fundamental explicitar en los debates de segunda vuelta la contradicción entre esa promesa y los fundamentos de su propuesta económica.
A pesar de prometer que mantendrían las políticas sociales de los gobiernos del PT, en Brasil, los candidatos neoliberales hacían afirmaciones tales como: “La economía no crece porque el salario mínimo es muy alto”, (sic), “de los bancos públicos no va a quedar casi nada” (como si las políticas sociales pudieran ser implementadas por bancos privados). Eran las contradicciones de los candidatos de la derecha cuando expresaban sus verdaderas intenciones.
Además, en la segunda vuelta siempre se han podido realizar grandes actos y movilizaciones de artistas, intelectuales, movimientos sociales, fuerzas de izquierda en general. Y siempre tomando como eje las dos grandes opciones de nuestras sociedades: avanzar en la superación del neoliberalismo, o el retroceso brutal en lo económico, en lo político, en lo social y en lo cultural, con la represión correspondiente.
En la experiencia brasileña, las campañas en segunda vuelta han sido decisivas para las victorias electorales, para evitar los retrocesos y para avanzar en la profundización de los procesos de construcción de sociedades más justas, más solidarias, más humanas.
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