Jue 03.03.2016

CONTRATAPA

Doble discurso

› Por Horacio González

¿Quién habló? Los dos hombres debieron esforzarse para hacer su papel, pero largos tramos de su vida ya los habían preparado para ello. Macri habló como Stiuso y Stiuso habló como Macri. No importaba la falta de semejanza, tanto de peso, talla, vestimenta como de función. Los discursos debían ser los mismos y separados, y por eso los dos hombres subieron al estrado dispuestos a ser análogos y diferentes. Es así que Stiuso subió siendo Macri al pedestal de los congresistas a denunciar el pasado, a declarar que la Argentina no se había suicidado sino que alguien le había dado muerte a cuchillazos inflacionarios y látigos de corrupción. Y Macri fue a la declaración judicial siendo Stiuso, a decir que lo antedicho no valía, que ahora se debía pensar en que “algún grupo relacionado con el gobierno” había entrado esa noche en la casa de Nisman y le había dado muerte, aprovechando incluso la casualidad de que un colaborador suyo le dejaba su inocente revólver. Stiuso, en el papel de Macri, dijo en el Congreso que el gobierno anterior había dilapidado impuestos millonarios recaudados en su largo ciclo y que había un porcentaje abrumador de pobres e indigentes, cuyo método de cálculo se abstuvo enérgicamente de precisar. A su vez, Macri, en la vestimenta de Stiuso –ajustaban bien, las crónicas dijeron que estaba más delgado– declaró en el juzgado que “Alberto jamás habría hecho lo que le atribuían” sino que su muerte se debió a “su trabajo”.

No le preocupó la contradicción con la declaración anterior, porque sabía que en los noticiarios de la noche, uno, varios o muchos locutores dirían que “el cambio de discurso se originaba en el cambio de contexto”. Stiuso, bajando de la lujosa combi y sin darle mucha importancia al protocolo –abundaban los Granaderos, los dignatarios en general, hubo cierto intento de boato de los que alguien “no muy preparado para los discursos en público” suele descartar o incluso desdeñar–, habló con algunas reiteraciones que lo asemejaban al maestro persistente que inocula un concepto muy importante, y pronunció: “Venimos de años en los que el Estado ha mentido sistemáticamente, confundiendo a todos y borrando la línea entre la realidad y la fantasía”. Pensó que estaba saliendo muy airoso asumiendo el papel de Macri. Macri, en la tarima de la jueza Palmaghini, se mostró también muy seguro en su papel de Stiuso, para afirmar que “con el tema de los iraníes, no es relevante si uno tiene o no custodia, porque uno, si es un blanco, te estudian, te estudian y ya saben cómo te movés... Con esto vengo a significar que la custodia cuando uno tiene de enemigo a esta gente, no tiene sentido... yo respondí que la muerte estaba íntimamente vinculada al trabajo que estaba realizando... por eso, relacionaba la muerte de Nisman con su rol funcional y antes no había quedado asentada esa respuesta...”. La tarea estaba siendo correctamente cumplida.

Con legítima sorpresa, Stiuso-Macri se dieron la mano: finamente, los dos hablaban del cambio de contexto, con franqueza implacable. Uno más coloquial que el otro, pero los dos fulminantes. En este relato faltan detalles y pormenores, pero sabemos que era casi la misma hora, Stiuso en el sitial del Presidente Macri, ante una Cámara alborotada, remataba con una frase de efecto: “El modelo de inclusión causó pobreza”. Como en un eco lejano, llegaban las voces del juzgado, en el que Macri, en el banquito de Stiuso, repetía una vez más “que le llamó la atención la muerte sorpresiva, que nunca lo hubiese esperado de una persona como Nisman, apasionado como el dicente, por su trabajo”. En tanto, en el Parlamento, Stiuso sabiéndose enfundado en la mirada adusta de Macri, no se privó de recordar al fiscal Alberto Nisman y de afirmar que “poco a poco, comienzan a aclararse las circunstancias de su muerte”. Fue en ese momento en que se detuvo estupefacto –apenas fue un segundo, nadie lo notó– y no supo si Stiuso era Macri o si era él la misma persona que protagonizaba al mismo tiempo una bravía escena judicial. Macri, como Stiuso, tampoco logró saber quién era el que con tanta fiereza embestía contra la herencia recibida. Pero todo resultaba tan fácil y ameno en medio de la acritud de los tiempos, que en el fondo, a ambos, todo le pareció reconfortante. Macri y Stiuso supieron al fin que cada uno era el otro y que el otro era él.

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