› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO El término –como tantas palabritas de uso común multisignificantes de nuestros días– tiene su origen dentro del esperanto de la informática. Así, reboot como el acto de reiniciar una computadora cuando las cosas no van del todo ok, pero siendo la aplicación moderno-mecánica de un deseo tan antiguo como el mundo: el acto de volver a empezar, de limpiar todo lo sucio dejando tan sólo lo esencial e indispensable, de borrar el pasado proponiendo un nuevo presente, de aprender de lo que salió mal para que ahora salga todo bien y, si no sale, se vuelve a empezar. Eso sí; en el acto del recomienzo mejor que te toque Scrooge a que te toque Sísifo, piensa Rodríguez en un momento de su vida en que –más siendo metido que metiéndose en ese cilindro de metal donde será tomografiado de arriba abajo– sólo desea la posibilidad de un reboot; de una página en blanco a la que no tenerle ningún miedo porque está en blanco.
DOS En lo que hace a la ficción, el acto de rebootear tiene, también, connotaciones ingratas para el seguidor de larga data. Es una manera sinuosa y subliminal de informarte que ya pasó tu cuarto de hora, que todo es un eterno seguir, y que de lo que ahora se trata es de captar a una nueva generación con dinero de sus papis en el bolsillo y a los que hay que hacer sentir cómodos y convencerlos de que todo comienza y termina con ellos, billetes de 500 euros incluidos. Hacerles pensar en que les ha tocado el momento top y que Radiohead es tanto mejor que Pink Floyd permitiendo tan sólo a Beatles & Dylan que sigan haciendo y deshaciendo de las suyas como eternautas ajenos a las leyes del espacio-tiempo. El virus revivificante parte del Jesús que recrea/releva a Jehová y alcanza a los Monsters de la Universal, a James Bond, a los tripulantes de la Enterprise y de la Battlestar Galáctica, a los Simios del Planeta, y a todos esos incautos que piensan que nadie se dará cuenta que se hicieron una cirugía plástica. Y en pocos territorios se presiona una y otra vez el botón del allá-vamos-de-nuevo como en el del cómic. Allí, los ciclos son cada vez más cortos y ya hay otro actor haciendo de Spider-Man (más jovencito y más baratito) para recontarnos eso de la picadura de araña radiactiva y el Tío Ben quien, pase lo que pase y reescriba quien reescriba, siempre acabará muriendo y yendo a ese cielo donde lo esperan los también sacrificados perpetuos padres de Bruce Wayne.
Y todo lo anterior viene al caso porque Rodríguez se entera de que, para junio, la DC Comics –procurando recuperar el terreno perdido y ganado por la Marvel Comics e imitando ahora su sinergia de revistas y películas y series de TV– relanzará desde cero y alfa a todo su universo de paladines de la justicia. No es la primera vez que lo hacen ni será la última: ya mataron a Robin y a Superman y ya sacaron a Linterna Verde del armario. No hace mucho tuvo lugar eso de DC You y ahora llega DC Universe Rebirth. Y su punto alto será, parece, el que por fin se revelará –para indignación de muchos fans, quien prefieren la permanencia del misterio insondable del Mal Absoluto– la génesis de The Joker.
Hace mucho que Rodríguez no piensa ni se preocupa por estas cosas (aún tiene presentes los dolores de cabeza provocados por intentar compaginar lo que sucedía en Tierra 1 y Tierra 2 como para ponerse al día con un “multiverso” compuesto por cincuenta y dos planetas), pero no puede evitar informarse por encima, como si volase sobre rascacielos de Metrópolis o se colgara de gárgolas de Gotham (a cuya serie es adicto sin culpa) o corriese a toda velocidad por las calles de Central City. Hasta el momento sólo se conoce la portada (allí, todos juntos ahora y de nuevo, como yendo hacia una luz al final de un túnel que es un nuevo comienzo) y que sus líneas argumentales “revolucionarias” surgirán a partir de lo más o menos establecido en algo denominado “The New 52” que a su vez provenía de algo conocido como “Flashpoint” o algo así. Y que todo se anuncia –con cierta astucia para atraer novatos y no ofender a veteranos– como “una puesta a nuevo del futuro de la DC a la vez que una celebración de su pasado y presente”. Y entonces, claro, la ilusión y la distracción se interrumpe y Rodríguez pierde sus súper-poderes y se estrella contra el duro suelo de la realidad porque toda esa jerga le recuerda a toda aquello de la “regeneración política” aquí, en España, hace apenas unos pocos meses y unas urnas más funerarias que otra cosa mientras, de pronto, todo vuelve a empezar como si nada hubiese sucedido.
TRES Alan Moore –quien abrió el juego para cerrar el círculo con su canónica Watchmen, para muchos el Citizen Kane de la especie– alertó no hace mucho que “los superhéroes son una catástrofe cultural” y que el entusiasmo por “abrazar sin ambages personajes infantiles de mediados del siglo XX denota una retirada de las abrumadoras complejidades de la existencia moderna”. Rodríguez no está tan seguro, no sería tan terminante, no la pasó nada mal sentado un par de horas frente a Batman versus Superman, se rió bastante con Deadpool y la felicidad de su hijo ahí, a su lado, lo hizo feliz durante Captain America: Civil War. Pero sí podría arrimar la ira de Moore a la profunda irritación que le producen los súper-héroes de la actual política española ahora volando rumbo al reboot electoral de unas segundas elecciones generales en medio año y en toda regla; por más que Pablo Iglesias insista en denominarlas “segunda vuelta” para así no llamar a primarias que reconfirmen su candidatura e ignorando que de tratarse de una segunda vuelta tan sólo PP y PSOE podrían acudir a la cita.
Allí van todos de vuelta (con reboot-mix modelo Podemos + Izquierda Unida para temblor del PSOE), volando para arrastrarnos a nuevas aventuras. Y uno ya sabe de dónde vienen y a dónde quieren llegar, con todos esos globitos con letras saliéndoles de sus bocas siempre boconas, con todas esas onomatopeyas para saber cómo suena lo que se derrumba o estalla en mil pedazos mientras las encuestas revelan que tres de cada cuatro españoles creen que los políticos no se preocupan por los votantes y que sólo están ahí por “intereses personales” (Rodríguez quisiera que le presentaran a alguno de esos ilusos sueltos que van quedando; seguro que no pertenecen a la menguante clase media española, con tres millones menos de antihéroes desde el comienzo de la crisis) y que en campaña y a último momento muchos deciden no a quién premiar (no hay) sino a quiénes castigar (sobran). El trazo puede parecer más o menos grueso y los efectos especiales menos o más espectaculares; pero (Rajoy ya va avisando que no le “entusiasman” los “incómodos” debates en tv que “a nadie le apetecen” porque “hay que prepararlos”) la historia es siempre parecida aunque, con el correr de cuadritos y viñetas se vaya volviendo más y más dark. Y están los que ya apuntan a “una normalización del fracaso político” y a unas posibles terceras elecciones (¡re-reboot!). Tal vez si el Cholo Simeone se hace cargo del asunto..., piensa Rodríguez.
Pero no, pero sí: cuando ya no se sabe cómo seguir, siempre se puede volver a empezar con algunas diferencias, retoque, novedades.
Pero en el reboot lo que siempre empieza distinto siempre acaba terminando igual.
O peor aún: siempre seguirá continuando (to be continued y continuará…) peor.
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