› Por Marcelo Justo
Desde Gran Bretaña
La Internet ha mejorado las cosas, pero 10 mil kilómetros de distancia no se borran así nomás y uno a veces no sale del asombro. Al parecer hay células argentinas del ISIS en pleno territorio nacional, células fogueadas en Siria y el Norte de Irak, todo bien al estilo nacional, es decir, imitando lo que hacen los europeos que van a la guerra para luego regresar y sembrar el terror en sus países de origen con bombas, cuchillos, palos y fusiles. Por suerte, las autoridades dicen que las células están dormidas. Todos esperamos que sigan así porque problemas no parecen faltar cuando uno se pone a leer noticias por la red.
Según los medios, el país se puede quedar sin luz y sin gas en cualquier momento, aparentemente no por obra del ISIS sino por un nuevo grupo terrorista neoislámico, los Kamentalistas. Es lo que dice el mismo gobierno y repiten los diarios, aunque a veces me parece que es al revés, lo dicen los diarios y lo repite el gobierno. En todo caso si la prensa escrita y la televisión y el ministro de energía y el presidente y muchos políticos coinciden en que estamos a un paso de la edad de piedra por culpa de los Kamentalistas debe ser cierto. ¿Quién lo diría en pleno siglo XXI, no?
Pero no hay que ser pesimista porque parece que la vida es mucho mejor sin calefacción o aire acondicionado, mucho más natural, es lo que dicen los diarios y la televisión y el ministro de energía y el presidente, por eso parece que están apagando todo y se van a dedicar a las energías renovables, puro viento a partir de ahora. Por suerte la inflación está bajando y la gente tiene frío, pero es muy comprensiva y recibe con los brazos abiertos al gobierno cuando hace una cosa que se llama timbreo que consiste en tocar el timbre casa por casa para dar explicaciones o usar el baño. Hay uno que otro pesimista entre los que timbrean que tienen miedo que la próxima vez, en lugar de timbreo, tengan que hacer “ring raje”, pero está más o menos claro que los intransigentes son cuatro gatos locos que tiran la piedra y luego la esconden, igual que la mano, para que nadie pueda enseñar por los medios la abolladura que sufrió la carroza presidencial.
En resumen y desde tan lejos, nada va a ocultar la alegría generalizada que siente el país, en especial los empresarios extranjeros admirados por el discurso de Macri y por el maravilloso edificio en que los recibió, una catedral aparentemente heredada de un pasado remoto. Según leo la felicidad es tan plena que en Plaza de Mayo se la pasan regalando verduras y manzanas, versión criolla del paraíso terrenal del mercado. Esto ni en el primer mundo. ¿Qué hago tan lejos?
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