CONTRATAPA
Las hazañas del “Murature”
› Por Osvaldo Bayer
Me acuerdo en la década del cuarenta cuando, en el colegio secundario, tres alumnos de nuestra clase se despidieron porque iban a ingresar en la Escuela Naval Militar. Uno de ellos nos dijo que lo hacía porque quería ver el mar, las estrellas, los hielos y navegar, navegar. A fines de 1970 vi los nombres de dos de ellos en los diarios: habían torturado a presos, los habían degradado en las prisiones y luego los habían arrojado al mar.
Eran almas limpias, antes. ¿Qué los había degradado? Evidentemente la educación en los institutos militares. Hoy queda al desnudo otro lugar donde la Marina de Guerra cometió crímenes degradantes. El buque de guerra “Murature”. Allí se maltrató de la peor forma a prisioneros y se violó en la forma más brutal a mujeres acusadas de subversivas. Repito: en un buque de la Marina de Guerra se violó de la forma más brutal a mujeres prisioneras. El juez federal Federico Efraín Faggionatto Márquez ha ordenado al jefe del Estado Mayor de la Armada, almirante Jorge Omar Godoy, que proceda a enviar el lunes próximo, 29 de marzo, al citado buque al puerto de Campana, para continuar la investigación con un número inusitado de ex prisioneros, mujeres y hombres que padecieron tormentos en manos de oficiales de ese buque. El “Murature” formaba parte de un complejo represivo de centros clandestinos de desaparición forzada, tortura y muerte ubicados en la zona de Zárate-Campana y la comisaría de Escobar, donde actuaba el subcomisario Patti acusado de crímenes aberrantes. La investigación fue comenzada por iniciativa de la Subsecretaría de Derechos Humanos del gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Los jueces de la Cámara Federal de La Plata han reunido un rico material de testimonios de las víctimas del “Murature”. No mencionaremos los nombres por el secreto del sumario, pero el siguiente corresponde a una prisionera que tenía domicilio en Zárate y fue llevada al centro clandestino de esa ciudad: “De allí fui llevada al puerto y en una lancha me suben a un barco, me atan de pies y me hacen de submarino en el río”. Es decir con un guinche la sumergen totalmente en el río hasta el extremo del peligro de que se ahogue, la vuelven a elevar y así en forma repetida. La testigo afirma que el buque era el “Murature” anclado cercano al puerto. Luego del submarino la atan nuevamente y la llevan a un campo de concentración donde es estaqueada. Los torturadores se llamaban “oficial” o “cabo” entre ellos, pero la testigo agrega: “Podían ser oficiales... pero no cabos”.
Otro testigo, también domiciliado en Zárate, señala: “Al llegar al centro clandestino fuimos cargados en una lancha y llevados a un barco que estaba anclado entre la ciudad de Zárate y la de Campana. En ese buque había gran cantidad de gente en la misma situación que yo. Ahí comenzaron las indagaciones, por supuesto con golpes y torturas... me hacía pensar que estaba en una situación muy difícil de la cual no creía salir. Interrogaban a la gente aunque escuchara todo el mundo. Además, estábamos vendados pero yo escuchaba las declaraciones de otras personas y las otras escuchaban las mías en una confusión de gritos y llantos y golpes y parecía una película de Fellini. En ese barco estuvimos unos cuatro o cinco días”.
En la sentina del barco, con prisioneros, dejaban entrar agua hasta el cuello de los torturados. “Previamente nos habían dicho que íbamos a morir todos de esa manera”, agrega el ex prisionero.
El informe agrega acerca de otro prisionero: “Luego es trasladado hacia lo que cree es un barco por el movimiento y los ruidos. Que en todos los lugares es torturado. Desde allí son trasladados a otro lugar que no sabe si es la comisaría de Moreno o Puente Doce. Que en el lugar que estuvo en Moreno o lo que cree que es Moreno había calabozos y procede a confeccionar un plano tentativo de ese lugar. Que luego de Campana lo llevan al barco donde es torturado nuevamente, lo ponen en el suelo como en una cubierta y así tirado le empiezan a pasar picana. Lo trasladan en un camión amontonados, llovía”.
Los testimonios coinciden en los detalles y siempre mencionan el “Murature”. La humillación absoluta del preso, más si es mujer. Los guardianes se sienten absolutamente libres de llevar a cabo todo lo inimaginable en cuanto sembrar el terror. Piedra libre. El hombre dueño del hombre, su verdugo. La picana, el palo, la trompada, la patada. Sentirse Dios en ese momento, dueño y señor.
La figura ahora es completa: la Justicia ordena a los señores de la guerra a venir con su buque al lugar de la infamia. El buque negro de la infamia va a navegar hacia el lugar de los gritos y la iniquidad. A la piedra libre del espanto. Massera. Astiz, Cavallo, como primera fila, y luego todos los demás, aunque viajen en la fragata “Libertad”. Todos los buques de la Armada tendrían que llevar adosado el nombre Murature, o Massera.
El “Murature” navegará siempre cubierto por una nube negra. Y las gaviotas gritarán como las mujeres violadas y los hombres al recibir la patada de ingreso en los testículos. ¡Cuántas batallas ganadas, almirante! ¡Cuántos combates de victoria, señor capitán de fragata!
Ya, en estas horas, debe estar por zarpar el “Murature” hacia Zárate-Campana. ¿Cómo llegará? Con la lista oficial de los nombres de su plana mayor, oficiales y suboficiales que actuaron en los años de la ignominia y que ninguno de ellos fue capaz de decir: basta, ¡esto es infame, yo no lo hago!
En sus costados de acero deben pintarse los nombres de los desaparecidos, los torturados, las mujeres humilladas. Debe programarse una gira del “Murature” por todos lo puertos argentinos, de mar y de río, para que leamos esos nombres argentinos pisoteados por la máxima cobardía y la máxima deslealtad. Los sacerdotes no tienen que ir a rezar el rosario en su cubierta sino por cada cuenta del rosario decir un nombre de los que desaparecieron, de los jóvenes a los que les hicieron el submarino: de los pies atados con la cabeza en el agua: uno, dos, tres, cuatro, cinco minutos. Los ojos ya se saltan, los rostros hinchados de horror, la sangre que quiere romper las arterias. Y la carcajada de a bordo, los valientes de gorra y galones. Los libros de historia tienen que traer todas las victorias obtenidas por los héroes uniformados del “Murature”.
Si la Justicia no actúa, nuestros próximos acorazados y cruceros deberán bautizarse con los nombres de “Massera”, “Murature”, “Astiz”, “Obediencia debida”, “La casa está en orden”, “Felices Pascuas”. Un vocabulario argentino contrapuesto. No argentino.
Pero el documento del juez Faggionato Márquez: la Justicia de la tierra, el análisis de los gritos desesperados de los torturados, el rostro de los desaparecidos, el dolor agudo y permanente de las madres de los jóvenes supliciados. Contra la mano levantada de los diputados de la obediencia, y las dos manos levantadas del senador Fernando de la Rúa. Y los gobernadores que no fueron a la ESMA pero que se callaron la boca y no oyeron cuando el sultán de manos sucias firmó el indulto para los supremos asesinos. O cuando el gobernador De la Sota dirigió el índice maloliente contra los padres de los desaparecidos. Mejor límpiese el dedo, señor gobernador, límpiese el dedo.
Sí, el “Murature” deberá ser anclado el lunes a la entrada del puerto de Zárate-Campana, y todos los barcos que pasen harán funcionar sus sirenas por los desaparecidos cuyos nombres estarán en su casco por encima de las aguas y sus cubiertas. Y en la timonera el nombre del juez.
Cuando el buque de guerra “Murature” comience mañana su viaje negro hacia Zárate-Campana no estará acompañado ni por gaviotas ni por lasestrellas ni será mirado sonriente por la luna. Irán cuervos tristes en su arbolado. Que graznarán: aquí viajan la ignominia y la impiedad.