CONTRATAPA
Los secretos de Harry
› Por Andrea Ferrari
Precisamente mientras Harry Potter lanza sus encantamientos sobre millones de espectadores en todo el mundo, otro mago que una vez fue real y magnífico, y también se llamó Harry, vuelve a ser noticia. Es que un museo de Appleton, Wisconsin, acaba de inaugurar una muestra en la que se revelan algunos de los secretos del viejo Houdini, algo que en el mundo de la magia equivale a un sacrilegio.
Los magos tienen algo así como un código de ética que dice que nunca jamás hay que develar los trucos. Es por eso que esta muestra del Museo Outagamie provocó que representantes del ramo, como David Copperfield, pusieran el grito en el cielo. Kim Louagie, curadora del museo, dijo haber recibido unos 200 e-mails intentando disuadirla de la idea de dar a conocer los secretos. También hubo rumores sobre posibles boicots y la policía se preparó el miércoles para detener a eventuales patotas de magos furiosos que nunca llegaron. La muestra se abrió y ningún hechizo congeló a sus visitantes ni los convirtió en ratones.
El público pudo ver entonces distintos trajes y objetos que pertenecieron a Harry Houdini, quien nació en Budapest en 1874, llamándose Ehrich Weiss, y se instaló en Estados Unidos a los cuatro años. Convertido en mago, se volcó al poco tiempo hacia el escapismo. Lo que en este caso no significa desinteresarse de la realidad, sino literalmente escaparse en las situaciones más inverosímiles. En esta muestra se revela entre otros el secreto del truco llamado Metamorfosis, para el cual lo introducían esposado en una bolsa y ésta a su vez iba a un baúl al que le ponían candado y, aun así, lograba cambiar de lugar con un asistente que estaba afuera.
Rozando un poco el absurdo, la zona del museo donde se cuentan secretos tiene un cartel que dice “Los que no deseen saber cómo Houdini realizaba sus actos de magia no deben entrar a esta área”. Y ya entrando de lleno en el absurdo, algunos medios que cubrieron la inauguración asumieron idéntica política y escribieron en sus notas cosas como “Si usted no quiere conocer el secreto no lea lo que sigue”. Todo lo cual no tiene ningún sentido porque nadie va a evitar hacerlo y además, porque superado el jardín de infantes, nadie cree en la magia de verdad, lo que no impide disfrutarla igual. Pero sobre todo porque muchas veces lo que importa no es el qué sino el cómo.
Precisamente, un mago que salió en defensa del museo sostuvo que lo fundamental de Metamorfosis no está en el secreto sino en la técnica: lleva talento y práctica realizarla bien y rápido, como lo hizo el viejo Houdini. Pero a la mayoría de los magos ese argumento no los convence, porque reduce su arte al mero ensayo de una técnica.
Volviendo sobre el otro Harry, es decir Potter, también a él quieren robarle los secretos. En este caso no son los de magia, ya que la suya es verdadera –un lujo que sólo pueden darse los personajes literarios–, sino los del éxito. El arrollador fenómeno desatado por J. K. Rowling ha encontrado infinitos imitadores que en los últimos tiempos inundan los estantes de las librerías con páginas y páginas pobladas de hechizos y calderos. Vistos los resultados, por ahora nadie parece haber encontrado la fórmula mágica.
Lo cierto es que, más allá del gigantesco y apabullante aparato comercial que rodea el producto Potter, algo tiene Harry para arrastrar hordas de lectores adolescentes dispuestos a tragarse libros de setecientas páginas con felicidad. Igual que algo genial debió tener Houdini que fascinaba a su público, y no sólo unos trucos que vistos hoy parecen un poco deslucidos.
Porque el secreto de Metamorfosis era nada más que un panel lateral que podía abrirse, por donde el mago salía y su asistente entraba. Definitivamente, es decepcionante. Es lo que tiene la realidad: resulta mucho menos atractiva que la magia.