CONTRATAPA
El nuevo método imperial
› Por Osvaldo Bayer
No todo es en vano. Ayer, al levantarse, el lector en Alemania pudo leer una noticia que lo elevó a una esfera superior del contento y la satisfacción. Como si hubiese, de pronto, escuchado el Concierto Italiano de Juan Sebastian Bach, ese Dios de la Música. Nada menos que, a página entera, el texto de la declaración del Instituto Germano para los Derechos Humanos acerca de la denominada “Guerra contra el terror” impuesta por George W. Bush.
No puede ser. Los métodos ya oficiales para asegurarse el dominio. La tortura por los soldados vencedores, el bombardeo en cualquier momento de barrios enteros con niños, mujeres embarazadas y enfermos cuando lo manda un asesino con tres estrellas en el hombro, la ametralladora contra lo que se toma como sospechoso. Bush con su “Guerra contra el terror” ha manchado para siempre el honor del pueblo estadounidense. Es una bravata de truhanes y crueles, como todos los superficiales. Guantánamo, nada menos que en tierra cubana. Los prisioneros iraquíes desnudos formando una pila de carne, dolor y saliva mientras los torturadores de las bandas y estrellas sonríen bobamente en una masturbada unisex. La mejor manera de enseñar democracia.
Y el Instituto Germano para los Derechos Humanos da su opinión con mucha humildad y ciencia. No a las torturas de prisioneros, al bombardeo de ciudades indefensas, al ametrallamiento de civiles en la calle. A nada de eso –dice el Instituto– se lo puede calificar oficialmente como “Guerra contra el terror”. Ese término está contra todos los principios de los derechos humanos y de las leyes internacionales. No se puede seguir ni usando ni empleando. Paren, eso no, no son dueños de la vida y la muerte aunque se lo crean y lo ejecuten.
El documento publicado justo el día –en su sexagésimo aniversario– de la liberación de París de la bestial ocupación nazi se pregunta con todo respeto pero sin ambages: “¿Guerra global contra el terrorismo?”. Y continúa: “La metáfora bélica introducida por Estados Unidos: ‘guerra global contra el terrorismo’ para combatir el terrorismo es discutible. Se basa en un concepto bélico antijurídico, que busca significar ‘dureza’ y ‘cruzada de larga duración’, pero no en un concepto bélico del Derecho Internacional. En el caso de Estados Unidos, sucesos como el de Abu Ghraib dejaron bien en claro que se ha llegado a una negación selectiva de las propias obligaciones de Derecho Internacional como parte de dirigir una guerra”.
Claro, es difícil declararse en general a favor o en contra de lo militar para combatir el terrorismo. Pero, básicamente, la lucha contra el terrorismo no debería interpretarse como una “guerra”, sino ayudarse con los medios que están a disposición y los que se están creando de los servicios de informaciones, la policía y la Justicia. El recurso de recurrir a la guerra valdría sólo como una excepción a raíz de los enormes peligros para la población civil y tendría que estar bajo una observación severa (monitoring). Aquí podríase pretextar que las operaciones militares mencionadas –Operation Enduring Freedom, en Afganistán y Operation Iraqi Freedom, en Irak– son excepciones. Pero las expresiones del gobierno norteamericano hacen creer en una guerra sin término, conocida como la planificación estratégica de los Estados Unidos. Y aquí nace la pregunta de cómo influirá esto a la estrategia de la NATO y qué efectos tendrá sobre los ejércitos europeos.
Por eso, el documento establece y recomienda: “El gobierno alemán y el Congreso deberían entender a la lucha contra el terrorismo internacional en la investigación y la identificación de la criminalidad internacional y de ninguna manera seguir el concepto bélico establecido ahora por el gobierno de la USA”.En Afganistán y en Irak fueron probablemente muertos varios miles de civiles en el marco de operaciones militares sin que hasta hoy los Estados que llevaron adelante esas acciones hayan publicado estadísticas de civiles muertos y heridos. Los Estados Unidos y sus aliados de guerra tampoco han contestado la acusación de haber vulnerado los derechos humanos. Ni han hecho cumplir prisión a los culpables ni se han tomado medidas para que se prevengan hechos como los ocurridos. En las investigaciones no participaron jueces ni observadores neutrales, sólo militares estadounidenses. No han quedado aclarados hasta hoy crímenes de guerra muy graves, cuya amplitud no ha podido ser calculada (por ejemplo, cuántos prisioneros fueron afectados, cuántos protagonistas actuaron en los crímenes, etc.).
Se señala que ante la denuncia de la falta de respeto a los derechos humanos en Guantánamo, en Irak y en Afganistán no se ha notado ningún cambio en los métodos de las fuerzas norteamericanas. El sistema de prisión en secreto sin acusación y sin juicio sigue existiendo. Toda investigación es negada. La aceptación de faltas graves ha sido reconocida por el gobierno de EE.UU. sólo en algunos casos aislados: faltas de soldados y mujeres soldados que salieron a la luz por fotos llegadas a la prensa. En este sentido también son responsables los gobiernos que han enviado tropas a esos lugares y que son testigos de cargos graves pero hasta ahora han guardado silencio. Por eso, en el futuro, las organizaciones internacionales tienen que acusar también a las representaciones que guardan silencio ante los crímenes de guerra del país protagonista.
En la “Recomendación 2”, el documento le señala al gobierno y al Parlamento alemán que deben revisar con detenimiento cualquier invitación a participar en investigaciones sobre actos de terrorismo. Para aceptar tal “invitación” debe existir siempre un mandato de Naciones Unidas, a través de su Consejo de Seguridad, en el cual debe figurar un claro compromiso de respeto de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. No debe existir ninguna “rebaja por terror”, es decir la autorización de graves acciones contra el individuo tomando como excusa al terrorismo, y por eso cada acción debe ponerse en conocimiento de la comisión de derechos humanos de la ONU. Civiles hombres y mujeres de Afganistán han sido víctimas de acciones que jamás fueron dadas a publicidad. Lo mismo está ocurriendo en forma cada vez más numerosa en Irak. Se recomienda en ese sentido que el Centro Antiterrorista del Consejo de Seguridad de la ONU debe llevar estricta cuenta de cada una de las acciones.
En las relaciones bilaterales de los pueblos debe observarse atentamente lo que los gobiernos llevan a cabo con grupos de oposición a los que acusan de terrorismo. Las relaciones bilaterales deben servir para cumplir con la obligación moral de que no se cometan acciones “antiterroristas” que sólo tienen como motivo el fin político de hacer desaparecer a la oposición. En ese sentido, no han quedado claras varias acciones realizadas por los gobiernos de la República Popular China, la Federación Rusa e Israel.
Se señala también que ninguna fuente de justicia puede tomar como prueba las declaraciones contra sí mismos de los prisioneros de Guantánamo o de toda prisión donde se han producido maltratos a presos. Tampoco reconocer condenas a prisioneros en países donde se persigue a los defensores de los derechos humanos.
Más todavía, el documento del Instituto recomienda al gobierno alemán acciones de protección a las organizaciones y personas defensoras de los derechos humanos en todo el mundo.
El documento deja una estela de dignidad que es difícil que pueda olvidarse: la obligación de denunciar de toda comisión civil o comisiónmilitar cada vez que se comprueben los casos de tortura de prisioneros o de humillación de las poblaciones invadidas. Para combatir al terrorismo no hay que caer en la indignidad y los métodos deshumanizados. Sí se deben aumentar las armas científicas y de vigilancia que no permitan atentados que dejan víctimas inocentes. Y despreciar mundialmente a personajes como Kissinger, aquel solapado canciller estadounidense que apañó el sangriento Operativo Cóndor de las dictaduras militares sudamericanas.
No al nuevo método terrorista mundial: la llamada “Guerra global contra el terrorismo”. Es hora de comenzarlo en las esferas de los gobiernos. Es obligación de conciencia y de nobleza.