Mié 30.03.2005

CONTRATAPA

La seguridad nacional y el mal necesario

Por Kerry Kennedy*
Estimados amigos:

Acabo de regresar de unos días de estadía en Buenos Aires, donde fui testigo del triunfo del espíritu humano por sobre el mal.
Anoche, cuando vi a mis tres hijas, le di a cada una un largo y extendido abrazo, una expresión de mi gratitud y felicidad porque no tuvieron que sufrir los horrores que tantos otros han sufrido. Cuando me preguntaron sobre mi viaje a la Argentina, fue difícil saber por dónde comenzar. ¿Cómo se les explica a los inocentes el nivel de crueldad que vimos en la ESMA (la academia militar usada como centro de exterminio durante la dictadura militar)? Ubicada en medio de la ciudad de Buenos Aires, caminamos a través de sus puertas con un puñado de sobrevivientes, sólo unos pocos de los 5000 arrancados de sus familias y desaparecidos para siempre, casi se podían oír los ruidos de las memoriosas pesadillas, los gritos de las salas de torturas que eran acallados por el aliento de la gente en un partido de fútbol a pocas cuadras, las risas de los niños de la escuela de enfrente, las bocinas de los autos y colectivos que pasaban. Como si nadie supiera o quisiera esconder lo que sucedía en los lugares oscuros de la historia argentina reciente.
Espero y rezo para que mis hijas crezcan y sean mujeres con fuerza y coraje, también espero que su coraje nunca sea puesto a prueba.
Específicamente pienso en mis hijos, porque en los tres días que estuvimos en Buenos Aires, casi todas las personas que conocimos hablaron de sus propias familias. Vimos a las Madres marchando alrededor de la Plaza de Mayo (como lo han hecho todos los jueves de los últimos 30 años), llevando colgadas en el pecho viejas fotografías de sus hijos e hijas, arrebatados en plena juventud para enfrentar torturas inimaginables. Vimos a las Abuelas en su incesante búsqueda por recuperar a sus nietos usurpados a sus hijas detenidas y entregados para ser criados a familias de derecha. Vimos a los militantes (casi todas las personas que conocimos habrían pasado tiempo en la cárcel) desde defensores de derechos humanos a gremialistas, a viceministros, hasta la primera dama y el Presidente. Cada uno demostró humildad sobre su propia y horrorosa experiencia sufrida durante su detención, pero con una claridad llena de dolor sobre las consecuencias causadas sobre sus seres queridos.
Madres, padres, hermanos, hijas e hijos que sufrieron psicológicamente, que manifestaron síntomas de enfermedad mental, depresión, estrés postraumático y suicidio. Sobre los que nadie lleva registro y nunca fueron incluidos dentro de la fría cifra de los 30.000 asesinados o desaparecidos.
Sara Bloomfield, directora del Museo del Holocausto en Washington D.C., dijo que sus colegas ven cuatro tipos de actores en estas situaciones: los victimarios, las víctimas, aquellos que se involucraron y los meros espectadores. Durante nuestro viaje, dedicamos mucho tiempo a debatir sobre cómo transformar al espectador en un actor comprometido, un largo camino hacia una sociedad más cívica. Caminando por la ESMA, nos contaron sobre el contacto que tenían las víctimas con los torturadores navales. Los prisioneros encapuchados eran llevados desde su celda en el ático hacia la sala de tortura en el sótano por las mismas escaleras que utilizaban los militares para ir a sus dormitorios, sus oficinas, al comedor, hospital o hasta la iglesia. Cristina Kirchner, la primera dama, nos contó la escalofriante historia del general que para Navidad trajo a un cura para dar misa a los detenidos, días antes de que ordenara drogarlos y arrojarlos vivos al mar o al río desde un avión. Comentó que siempre había un doctor y un cura en las sesiones de tortura. El primero, para parar la sesión antes de que la víctima falleciera y el segundo, por si el médico se equivocaba.
Cuando preguntamos cómo todos esos hombres se permitían actuar como monstruos sádicos, las respuestas fueron alarmantemente conocidas. Ellos creían que el país se encontraba bajo amenaza. Pensaban que necesitaban torturar para proteger la seguridad nacional. Justificaban que lo que había que hacer era un mal necesario. Afirmaban que estaban en guerra y que en la guerra suceden cosas malas.
El día que partimos hacia Buenos Aires, Michael Posner, director de Human Rights First, presentó una denuncia judicial por tortura contra el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Este hecho le dio un sentido particular a nuestra experiencia en Argentina, porque esto nos concierne a todos. Se trata de Abu Ghraib, Guantánamo y de cientos de centros clandestinos de detención que dirige el gobierno de los EE.UU. en el mundo. Se trata de la nueva orden ejecutiva dictada la semana pasada por el presidente Bush, la cual permite que los detenidos capturados por fuerzas estadounidenses puedan ser llevados a ser interrogados a países reconocidos por su uso de la tortura u otros métodos de interrogación coercitivos, ilegales en nuestro país. Se trata, gracias a nuestro sistema kafkiano de inmigración, de los miles de detenidos por razones migratorias esperando una respuesta a sus peticiones de asilo político. Y se trata, por sobre todo, del alma de nuestro país.
Estoy orgullosa de pertenecer al directorio de Human Rights First, a la vanguardia de los esfuerzos para impedir que nuestro gobierno utilice la tortura. Estoy convencida de que nuestras actividades educativas, a través de nuestro programa “Speak Truth to Power” (Dígale la Verdad al Poder) que presentaremos en Argentina este año, ayudarán a transformar a los espectadores en gente comprometida. Y me inspiro en la poesía de mi gran amigo Ariel Dorfman, nacido en Argentina, así como espero que los inspire a ustedes.
¡Sigamos adelante!

Testamento

Cuando te digan
que no estoy preso,
no les creas.
Tendrán que reconocerlo
algún día.
Cuando te digan
que me soltaron,
no les creas.
Tendrán que reconocer
que es mentira algún día.
Cuando te digan
que traicioné al partido,
no les creas.
Tendrán que reconocer
que fui leal algún día.
Cuando te digan
que estoy en Francia,
no les creas.
No les creas cuando te muestren
mi carnet falso,
no les creas.
No les creas cuando te muestren
la foto de mi cuerpo,
no les creas.
No les creas cuando te digan
que la luna es la luna,
si te dicen que la luna es luna,
que esta es mi voz en una
grabadora,
que esta es mi firma en un papel,
si dicen que un árbol es un árbol,
no les creas,
no les creas
nada de lo que digan
nada de lo que te juran
nada de lo que te muestren,
no les creas.
Y cuando finalmente
Llegue ese día
cuando te pidan que pases
a reconocer el cadáver
y ahí me veas
y una voz te diga
lo matamos
se nos escapó en la tortura
está muerto,
cuando te digan
que estoy
enteramente absolutamente
definitivamente
muerto,
no les creas,
no les creas,
no les creas,
no les creas.

* Carta abierta de la directora del Consejo de Liderazgo de Amnistía Internacional, hija del asesinado Robert Kennedy, sobre su reciente visita a la Argentina.

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