CONTRATAPA
“Monitoreo democrático”
› Por Luis Bruschtein
El presidente norteamericano George Bush fracasó cuando intentó designar al canciller mexicano Luis Ernesto Derbez como secretario general de la OEA y también fracasó el lunes cuando en la reunión de ese organismo, en Fort Lauderdale, no logró incluir un mecanismo de monitoreo de las democracias de la región. Son situaciones poco comunes en la historia de la OEA, históricamente más proclive a aceptar sin discusión las sugerencias de Washington. En los dos casos se debió centralmente a la posición activa de los gobiernos de Brasil, Venezuela, Argentina y Uruguay. En la discusión de Fort Lauderdale, a este grupo se le sumaron otros representantes, entre ellos los de México y Bolivia.
Además de la existencia de esta especie de bloque en la diplomacia regional, el debate en la OEA puso de manifiesto que el gobierno de Bush profundiza una actitud más intervencionista en América latina. Los argumentos centrales del presidente norteamericano fueron el impulso de la democratización política y la liberalización de los mercados. Frente a lo que afirman algunos de que Estados Unidos está muy ocupado con Irak como para prestar atención a América latina, lo cierto es que los tratados de libre comercio han proliferado en todo el continente. Aparte de Cuba, Venezuela y los países que integran el Mercosur, son pocos los que no tienen tratado con Estados Unidos o no lo están discutiendo.
En su discurso en la OEA, Bush expresó su satisfacción porque todos los países que la integran tienen sistemas democráticos. El presidente de Estados Unidos felicitó a los representantes de los demás países por esta situación. Se arrogó así el mérito de que no haya más dictaduras cuando el mérito verdadero es de los pueblos de esos países y, por el contrario, las dictaduras fueron respaldadas por Estados Unidos. En vez de repartir felicitaciones, el gobierno norteamericano tendría que pedir perdón por haber desestabilizado gobiernos democráticos cada vez que no coincidían con sus intereses.
Se trata de hechos históricos comprobados sobre los que cada vez hay más pruebas indiscutibles gracias a la desclasificación de documentos secretos de la administración norteamericana. Y, sin embargo, Bush habla de la democracia en América latina como si fuera la única autoridad moral para hacerlo. Han sido los pueblos de América latina los que recuperaron la democracia con un costo de dolor y sacrificio, con miles de muertos, desaparecidos y torturados por dictaduras que fueron apoyadas por Washington y ahora Bush quiere darles clase de democracia. Y propone mecanismos de vigilancia democrática.
Las administraciones norteamericanas apoyaron las dictaduras del Cono Sur con la excusa de evitar el comunismo. Para ellos, esas dictaduras fueron reaseguros de la democracia. O sea que los mecanismos democráticos norteamericanos no han resultado muy democráticos para los latinoamericanos. Es cierto que los países latinoamericanos no tienen una gran tradición democrática y que la están construyendo con esfuerzo, pero Estados Unidos no es el mejor maestro.
Además, Bush hizo este discurso al mismo tiempo que su administración buscaba una forma elegante para proteger a un conspicuo terrorista, el cubano Luis Posada Carriles, acusado de innumerables tropelías en este continente. Muchos cubanos residentes en Miami, opositores a Fidel Castro, fueron contratados y entrenados en los años ’60 por la CIA, entre ellos Posada Carriles. Participaron en la desestabilización del gobierno de Salvador Allende en Chile, en el Plan Cóndor, en el asesinato del general Prats en Buenos Aires y de Orlando Letelier en Washington e hicieron explotar en vuelo a un avión cubano de pasajeros, un hecho inédito aún en el historial de violencia de la región. En los años ’70, estos personajes asesoraron a las dictaduras en los peores temas. Bush padre fue alto directivo de la CIA en esos años y mantiene relaciones personales estrechas con algunos de ellos, como Félix Rodríguez, el agente de la CIA que dio la orden de matar al Che en Bolivia y que dirigió a los asesores cubano-norteamericanos en El Salvador y Nicaragua cuando fue jefe directo de Posada Carriles en esa misión.
Posada Carriles escapó de una cárcel venezolana donde lo juzgaban por la voladura del avión cubano y ahora Venezuela reclamó su extradición. Varios parlamentarios norteamericanos y hasta The New York Times han planteado que se lo extradite, pero Bush insiste en protegerlo. Resulta sorprendente esta doble moral del presidente norteamericano cuando da clases de democracia sin mostrar una actitud pluralista y democrática hacia América latina y da clases de antiterrorismo cuando protege al responsable de hacer explotar en vuelo a un avión civil con 74 pasajeros. En realidad lo que asombra es que, pese a su ambigüedad tan evidente, ese discurso mantenga alguna credibilidad en los medios y en la política internacional.