CONTRATAPA
Comunicación controlada
› Por Washington Uranga
La cobertura de comunicación del atentado terrorista ocurrido en Londres la pasada semana reabrió un debate acerca del sentido y la función de la comunicación masiva en la sociedad actual. La “comunicación blanca”, como decidieron titular algunos medios, aquella que controla las emisiones –sobre todo de la televisión– a partir de criterios de seguridad no tiene una sola lectura.
En la Guerra del Golfo la estrategia de Estados Unidos se basó en la llamada “guerra quirúrgica” a partir de la superioridad tecnológica y de la elección de blancos que serían alcanzados con una precisión nunca antes demostrada. La CNN y otras cadenas afines fueron autorizadas entonces a transmitir casi en simultáneo el despliegue militar norteamericano. Comunicacionalmente no se lograron los resultados esperados, porque “se vieron” muchas cosas que no convenían al discurso dominante. En el atentado norteamericano contra Irak el control de la información fue total y aun así, poco después, se filtraron fotos y escenas que introdujeron grietas en la estrategia de comunicación montada como auxiliar de la maquinaria de guerra.
Frente a los otros actos terroristas, los de las bombas y los asesinatos para sembrar pánico en las grandes ciudades, la estrategia comunicacional se fue construyendo a la medida de la experiencia. El control de la información aplicado en Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001 impide hasta ahora conocer algunos datos de gran importancia. Por ejemplo, si hubo o no un avión que se estrelló contra la sede del Pentágono como siempre sostuvieron los anuncios oficiales. Hoy circula en Internet un documento generado en los Estados Unidos que aporta muchas pruebas en sentido contrario a partir de fotos tomadas por aficionados. En el 11-M español también hubo control de la información y, para colmo de males, el entonces presidente del gobierno español José María Aznar pretendió anticiparse a cualquier interpretación dando su propia versión interesada sobre los autores del hecho.
Los ingleses aplicaron su propia receta para mostrar sólo lo “comunicacionalmente correcto”. El método es siempre el mismo: lo que se muestre tiene que ser funcional a las interpretaciones del poder oficial. Y el sistema de medios de comunicación de poder económico concentrado (que es bien diferente a hablar de la mayoría de los periodistas y comunicadores sociales) actúa de modo funcional al poder y a sus decisiones. No muestran lo que no “se debe” mostrar. Ponen en pantalla lo que sirve para reforzar la argumentación oficial. Se comportan de esa manera contradiciendo incluso los principios liberales de libertad de información que dicen sostener. A propósito: éste es el mismo sistema de medios que no muestra otras muertes o bien otras masacres que se generan por hambre con el argumento de que “no son noticia”. El espacio de la comunicación hoy es esencial a la lucha por el poder. Y es un arma que nadie desestima. Tampoco los terroristas. Ellos saben bien que los sistemas de comunicación actuales difunden esquirlas simbólicas esparciendo el terror por el mundo. Las fisuras existen y son importantes pero no afectan, en lo esencial, el funcionamiento del sistema. Hasta el momento ni los teléfonos móviles, ni las fotografías que se pueden sacar con ese medio, ni la misma red de Internet son suficientes para contrarrestar el enorme poder de esa maquinaria simbólica de la guerra llamada comunicación. No se está pidiendo periodismo amarillo o irresponsable. En el marco de la comunicación entendida como servicio público lo que hay que demandar es información responsable pero libre, para que la audiencia pueda tener sus propios elementos de juicio.