Jue 18.08.2005

CONTRATAPA

Un papelón en Miami

› Por Luis Bruschtein

El gobierno norteamericano utiliza su política hacia el gobierno cubano como una de las variables que tiñe su relación con el resto de los países de la región. Y además, su política hacia Cuba está muy condicionada por los grupos más recalcitrantes de origen cubano que residen en Miami. Es un remanente anacrónico de una guerra fría que ya no existe, pero que en este caso tiene más razón de ser en la base electoral conservadora que significan estos votantes de Miami.
La argumentación que sostiene esta hostilidad permanente sería la defensa de la democracia y las libertades individuales. Pero la ceguera anticomunista que la impulsa llevó a estos grupos a cometer por lo menos dos tremendas barbaridades y a defenderlas descaradamente ante la opinión pública internacional como parte de esa supuesta lucha por la libertad.
La primera fue con el balserito Elián cuando por cuestiones ideológicas pretendían arrebatarle su hijo al padre –porque vivía en Cuba y no era crítico del gobierno cubano– para entregarlo a un tío que el chico ni siquiera conocía pero que era anticomunista y residía en Miami. Semejante barbaridad propia de la intolerancia más ciega fue rechazada por la Justicia norteamericana.
El segundo caso, que tuvo desenlace más reciente, fue el juicio contra los cinco cubanos acusados de espionaje en Estados Unidos y que terminó con condenas desopilantes, sin relación con los cargos que les hacían y con ensañamiento ideológico en la ejecución de esas penas. Los cinco fueron distribuidos en diferentes penales del país, se les negó comunicación con el exterior, así como recibir visitas de sus familiares. Fueron juicios vergonzosos.
El gobierno cubano reconoció que los cinco acusados se habían infiltrado en los grupos más activos de residentes en Miami, para evitar acciones terroristas en su territorio. Y negó que realizaran espionaje contra instituciones norteamericanas o que pusieran en peligro la seguridad de ese país. Pero fueron acusados y condenados por conspiración para cometer espionaje y por el derribamiento en Cuba de un avión proveniente de Miami que había ingresado ilegalmente al espacio aéreo cubano. El piloto del avión falleció al ser derribado.
Los cinco fueron condenados a severas penas de entre 15 años y cadena perpetua. Una simple presunción a partir de elementos muy circunstanciales fue convertida en prueba por su carga ideológica. Los grupos de cubanos residentes en Miami necesitaban un chivo expiatorio por la muerte del piloto derribado y ellos se convirtieron en los verdaderos jueces. El juicio se prolongó en Miami durante siete meses en 2001 y fue, sobre todo, una tribuna de propaganda para estos grupos, pero desde el punto de vista técnico-jurídico fue un bochorno.
Los defensores de los cinco condenados apelaron ante la Justicia norteamericana y el gobierno cubano hizo lo mismo en el plano internacional. Esta campaña fue absolutamente ignorada por los grandes medios de comunicación en todo el mundo. Cuba cuestionaba el juicio por su parcialidad ideológica, y los grandes medios, en cambio, descalificaban por ideológica la denuncia. De alguna manera funcionaron igual que los linchadores, dejándose llevar por prejuicios ideológicos.
Pero la defensa de los condenados consiguió llevar sus cuestionamientos ante un panel de especialistas jurídicos de las Naciones Unidas. Y este panel determinó que en Miami no había habido un juicio imparcial. Hace unos días el Undécimo Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos, con sede en Atlanta, Georgia, falló por unanimidad en el mismo sentido. El juicio en Miami había sido una farsa grotesca presionada por los grupos recalcitrantes de Florida, los mismos que habían inducido el espectáculo inhumano con el balserito Elián.
El fallo judicial que devolvió a Elián a su padre y el que desautorizó el juicio contra los cinco cubanos reivindican el espíritu liberal democrático sobre el que se asienta la Justicia norteamericana, que es lo mejor de los Estados Unidos. El problema es que el gobierno de George Bush no se apoya en este espíritu para desarrollar sus relaciones con los países de América latina. Se apoya, en cambio, en lo opuesto, en aquellos que provocaron las situaciones más contrarias a las libertades y derechos individuales en nombre de su supuesta defensa. La consecuencia será entonces que a nivel regional generará situaciones igual de vergonzosas a las que ya protagonizó esta gente en Miami. Con esta política ideológicamente agresiva, Bush ganará votos en el estado de Florida, pero perderá muchos entre los países de América latina.

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