Dom 21.08.2005

CONTRATAPA

Amnesias

Por Juan Gelman

Rostros de dolor y de ira, insultos, gritos, mujeres llorando, hombres sacados a la fuerza de sus casas cantando “yo creo, yo creo” –la canción Ani Maamin que los judíos de la Shoa entonaban cuando eran llevados a las cámaras de gas–, niños con la estrella de David de color amarillo en el pecho –la que los nazis impusieron a los judíos de la Europa ocupada–, centenares de jóvenes atrincherados en el techo de la sinagoga de Kfar Darom arrojando pintura, aceite y ácido a soldados que se quitaban gimiendo el uniforme mientras intentaban desalojarlos. Todo eso y más mostraron esta semana las pantallas de televisión de todo el mundo al dar cuenta del desalojo de 9000 colonos israelíes del territorio palestino de Gaza, los mismos que se instalaron ilegalmente allí, armados y protegidos por las Fuerzas de Defensa de Israel, en 21 asentamientos. Las imágenes son conmovedoras y no sorprende que el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, exclamara al verlas: “Me rompen el corazón, es imposible mirar esto, incluso para mí” (El País, 18-8-05). Claro que olvidaba algunas cosas al decirlo. Por ejemplo, que fue su política constante alentar ese tipo de expropiación de tierras palestinas que Israel ocupa militarmente hace 38 años. Y su corazón no debe haber sufrido laceración alguna cuando en la década del ’50 dinamitó una aldea palestina entera con habitantes adentro.
El repliegue de Gaza es, sin duda, un avance potencialmente histórico hacia la difícil paz árabe-israelí, pero la comunidad internacional lo contempla sin alharacas. Finalmente, asciende a varias decenas el número de resoluciones –incumplidas– que la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han emitido desde 1967 exigiendo al gobierno de Israel la retirada de sus tropas de todos los territorios palestinos ocupados. Tel Aviv seguirá imponiendo su rigor en Jerusalén y en la Ribera occidental, de mayor importancia política y material que la estrecha Franja de Gaza, donde se apiñan 1.400.000 palestinos en 360 kilómetros cuadrados, unos 3900 por km cuadrado. Que tampoco será una zona liberada: hace un par de semanas, el gobierno israelí aprobó varias medidas que la convertirán en “el campo de detención más grande del mundo” (The Independent, 16-8-05).
Véase. Israel mantendrá sus tropas estacionadas en la frontera de Gaza con Egipto, a lo largo del llamado corredor Filadelfia, y seguirá controlando las entradas y salidas de personas que la atraviesen. Los palestinos de Gaza sólo tendrán acceso a las aguas territoriales que cruzan un segmento de cinco kilómetros, mientras Tel Aviv se reserva el dominio de la costa marítima, el espacio aéreo, las telecomunicaciones, el suministro de electricidad, la mayoría de los recursos hídricos y los lindes de la Franja. El Comité Internacional de la Cruz Roja señaló a comienzos de este año: “Israel mantendrá un control significativo sobre Gaza, que le permitirá ejercer aspectos claves de una práctica de gobierno. Así, pareciera que la Franja seguirá ocupada desde el punto de vista del derecho humanitario internacional”. Según los investigadores del Programa de políticas humanitarias de la Universidad de Harvard, el redespliegue parcial de las tropas israelíes no entraña el final de la ocupación, que sólo cesa cuando “la Potencia Ocupante abandona el control militar de los asuntos de gobierno de la población ocupada, control que limita su derecho a la autodeterminación”.
La furia y el dolor de los colonos desalojados no conmueve a todos los israelíes. El escritor Gideon Levy observa con cierto escepticismo la conversión del victimario en víctima y recuerda en el diario Ha’aretz de Tel Aviv que “decenas de miles de palestinos fueron expulsados de sus hogares luego de que los bulldozers del ejército israelí arrasaran susviviendas con todo lo que contenían”. Las tropas ocupantes han demolido más de 12.000 casas palestinas desde la guerra de 1967, destruyeron plantaciones de olivos y árboles frutales, echaron de sus tierras a numerosos palestinos, “limpiaron” territorio para abrirlo a los asentamientos ilegales “y a todo esto –agrega Levy– nunca se le dio una fracción de la cobertura periodística que han tenido los colonos”. Las omisiones también crean amnesias. Para no hablar de los 2859 palestinos muertos durante la Intifada –de septiembre de 2000 a marzo de 2004–, incluidos 527 menores de 18 años para abajo, y de las 308 ejecuciones extrajudiciales perpetradas por las fuerzas de seguridad israelíes (www.globalresearch.ca, 13-8-05). Lo cual en modo alguno justifica los ominosos atentados terroristas que cobran la vida de civiles israelíes inocentes. Sólo que los alimenta.
El primer ministro Ariel Sharon explicaba el lunes 15 por TV las razones de la retirada unilateral israelí de la Franja de Gaza: “No es un secreto que yo, como muchos otros, creí y esperé que conserváramos para siempre (los asentamientos) de Nezanim y Kfar Darom. La realidad cambiante del país, la región y el mundo exigía una evaluación diferente y un cambio de posición”. Señala el periodista libanés Rami G. Khouri (The Daily Star, 17-8-05): “Es una vergüenza que sean tan pocas las voces de Israel o de las comunidades judías de todo el mundo que expresan claramente que Israel tiene que replegarse porque la ocupación es ilegal, moralmente censurable y políticamente contraproducente, o que los palestinos tienen derecho a vivir en libertad e independencia y con dignidad nacional. Qué mensaje poderoso y qué impulso extraordinario a las negociaciones de paz y a las relaciones con todos los pueblos árabes hubiera dado el reconocimiento del gobierno israelí de que la ocupación militar y la colonización de las tierras ocupadas no conducen a la paz ni al sometimiento de los palestinos y de otros árabes”. En efecto.

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