CONTRATAPA
Cuando sonreír es un delito
› Por Juan Gelman
Primero fue la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Nunca se encontraron. También los lazos con Al Qaida de Saddam Hussein y su participación en los atentados del 11/9. Nunca se probaron. Ahora la cruzada busheana tiene otro lema, que el presidente norteamericano repite una y otra vez: “Nuestro designio es la libertad y la independencia, la seguridad y la prosperidad del pueblo iraquí” (White House fact sheet, 245-05). El “designio” viene costando 1871 efectivos estadounidenses muertos hasta el lunes 22, de 15.000 a 42.000 heridos (American Military Casualties in Iraq, 22-8-05) y decenas de miles de víctimas iraquíes que el Pentágono no se toma la molestia de contar. ¿La libertad, la independencia, la seguridad y la prosperidad del pueblo de Irak? Bien, gracias.
El terrorismo de la insurgencia cobra vidas casi diariamente, pero no falta el terrorismo oficial: “Las milicias chiítas y kurdas, que a menudo operan como parte de las fuerzas de seguridad del gobierno, han desatado una ola de secuestros, asesinatos y actos de intimidación para consolidar su control de territorios del norte y del sur de Irak y profundizar la división del país según patrones étnicos y sectarios” (The Washington Post, 21-8-05). Se comprende: hay petróleo en el norte, donde predominan los kurdos, y en el sur, donde prevalecen los chíitas, y ese terrorismo expresa la voluntad de los unos y los otros de imponer la federalización del país. Al sur, en Basora, la segunda ciudad de Irak, hombres uniformados bajan de coches de la policía y asesinan a dirigentes políticos sunnitas con total impunidad. Hay otras muestras de la seguridad y la libertad que los ocupantes brindan a la nación invadida. Al norte –agrega el Post– las milicias kurdas, “teóricamente bajo el mando del ejército iraquí que apoya EE.UU.”, “desaparecen” a sunnitas, turcomanos y miembros de otras minorías y no escatiman las golpizas a políticos y funcionarios del gobierno mismo, sospechados de oponerse a los intereses kurdos. Vaya.
En el proyecto de Constitución iraquí se establece que el Islam será religión de Estado y que no se podrán promulgar leyes que desvirtúen o contradigan la shariah. Pero aun antes de ser aprobado por el Parlamento para someterlo a un referéndum posterior, grupos religiosos chiítas apostados en la entrada de la Universidad de Basora vigilan, armas en mano, que las estudiantes respeten el hijab, es decir, que vistan y se maquillen con modestia. Las que no, son enviadas de vuelta a casa. Los fundamentalistas les prohíben además escuchar música en público y mezclarse con los estudiantes, como en cualquier institución educativa normal. “‘Antes teníamos a Saddam, ahora a las milicias y los partidos religiosos. Para ellos, una sonrisa de mujer es un delito’, dice una habitante de Basora” (Steven Vincent, The Christian Science Monitor, 13-7-05). Antes de ser asesinado por la milicia chiíta, Vincent relató un episodio estremecedor: las integrantes de una orquesta que tocaba en cumpleaños y otras fiestas familiares, y sólo para mujeres, descargaban sus instrumentos y equipos en la calle cuando un hombre descendió de un automóvil y comenzó a disparar. Ocurrió en mayo pasado y varias perdieron la vida. “Murieron porque eran mujeres y hacían música”. Según funcionarios iraquíes, cerca de mil personas –en su mayoría sunnitas– fueron asesinadas en Basora durante el trimestre abril-junio. Fue la suerte que corrieron cien de sus habitantes en una sola semana de mayo. Las milicias chiítas han infiltrado la policía de la ciudad y el jefe de la fuerza, general Hassan Al Sade, confesó que sólo controla al 25 por ciento de sus efectivos. El resto practica la democracia que Bush quiere regalar a todo el Medio Oriente. En Bagdad la situación no va mejor. Los fundamentalistas se ocupan de que no haya barbas afeitadas ni peinados a la occidental: son haram, es decir, están prohibidos –según ellos– por la ley islámica. Por las dudas, se dedican a asesinar peluqueros y a volar con dinamita salones de belleza. Avisan, eso sí: antes pegan carteles en que la frase “Nuestros aceros prosperan con la garganta de los peluqueros” se apoya en dos espadas cruzadas. “Dos coches se detuvieron delante de la peluquería de Abdul Rahman Saddam ubicada en Nuevo Bagdad, un suburbio al sur de la ciudad. Los atacantes mataron al peluquero y por lo menos a un cliente antes de volar el negocio, informó la policía” (The Guardian, 7-7-05). No hay ley, no hay seguridad, la energía eléctrica y el agua potable son escasas, pero Bush hijo sigue apostando a que “un Irak libre y con gobierno propio no será una base de operaciones terroristas, desacreditará su limitada ideología y dará impulso a los reformistas en toda la región. Será un golpe decisivo al corazón del terrorismo y una victoria para la seguridad de EE.UU. y el mundo civilizado”. Al parecer ignora que su apoyo al fundamentalismo chiíta y al secesionismo kurdo no huele a libertad ni a democracia, más bien a guerra civil y a ingobernabilidad permanente. Aunque en Irak se instale “un gobierno propio”, que seguirá bajo el protectorado yanqui.
Más de la mitad del pueblo estadounidense cuestiona la ocupación de Irak y una encuesta reciente del American Research Goup revela que sólo el 36 por ciento de los interrogados aprueba la gestión de Bush, una caída de 8 puntos de julio a agosto, y el 58 por ciento opina todo lo contrario, un alza de 6 puntos en el mismo período. Crece el movimiento que demanda activamente la retirada de las tropas, pero el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, anuncia que enviará de mil a dos mil efectivos más a Irak (AFP, 24-8-05). Como sucedió durante la guerra de Vietnam, los que exigen que “los muchachos” vuelvan a casa son tildados de traidores y antinorteamericanos por los “halcones-gallina” de Washington que jamás olieron la pólvora en un campo de batalla. Estos postulan que Irak es un “modelo” y sus peligrosas divagaciones pueden encontrarse en el sitio web www.iraqthemodel.blogspot.com precisamente. ¿Un modelo de qué? W. Bush proclamó ya que acompañaría “la voluntad del pueblo iraní de ser libre” y Condoleezza Rice, su “lucha por la libertad”. El sueño imperial de extender el “modelo” a Medio Oriente y el Asia central está cada vez más solo y condenado al fracaso. Costará sangre humana todavía, eso sí.