Lun 27.05.2002

CONTRATAPA

El poder presidencial

Por Eduardo Aliverti

El gobierno de Eduardo Duhalde parece acercarse a su fin. Y si no es así, será por el mismo y único motivo que lo sostiene desde que nació: la ausencia, absoluta, de alguna alternativa real, tanto en el mapa de la alianza entre peronistas y radicales como en las diferentes variantes, hacia derecha e izquierda, del resto del arco político.
Los dos hechos que reforzaron la sensación de caída son las idas y vueltas en torno de la ley de Subversión Económica y la renuencia de los gobernadores de las provincias más importantes a aceptar recortes del gasto público, tal como lo exige el FMI. En un caso se trata de la impotencia para conducir a sus socios parlamentarios, y en el otro de una escasa influencia sobre mandatarios de su propio partido. Ergo, es un presidente con debilidad extrema que no está, ni de lejos, a la altura de las circunstancias. Cosa cierta, desde ya, pero insuficiente para explicar el sentido más profundo de la pérdida de poder presidencial, que está dado por la decisión norteamericana de soltarle la mano a la Argentina, inducir su caos y de ese modo provocar un golpe mortífero a Brasil y a la posibilidad de avanzar en la integración regional. Ni qué hablar con Lula y el PT a la vuelta de la esquina.
La objeción que merece esa hipótesis se relaciona con un eventual temor de Washington frente a las consecuencias de un incendio argentino generalizado, que pudiera dejar espacios para opciones por izquierda. Pero nada indica, en el corto y mediano plazo, que vaya a producirse un escaparate de esa naturaleza. Estarían a punto de cocción las condiciones objetivas, pero no las subjetivas. De manera que cabría pensar más bien en lo contrario: una fuga más hacia la derecha todavía, con hiperinflación, dolarización, represión y sus rutas. Claro que la pregunta sigue siendo con qué liderazgo político podría la derecha encarar un proceso semejante. La ecuación da entonces un empate de impotencias.
Es bajo estas perspectivas que, por muy osado que parezca, la caída de Duhalde y la convocatoria a elecciones anticipadas no revisten mayor importancia que la de una secuela de sismo dentro del terremoto original. Mientras no haya unificación de consignas en el conjunto de los argentinos, de modo que la bronca popular hierva organizada y conducida hacia un proyecto autónomo, no hay pronóstico que no sea la profundización del abismo.

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