Mié 21.09.2005

CONTRATAPA

Estar en la luna

› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona

DIEZ El triunfal anuncio de George W. Bush en cuanto a que se propone ya mismo firmar los presupuestos y acuerdos necesarios para llevar al hombre norteamericano a la Luna en algún momento del año 2018 ha producido algo mucho más importante que el anuncio en sí, algo digno de la mejor y más sutil ciencia ficción: la noticia como continuum antimateria, un agujero negro espacio-temporal en el tejido de la Historia. Y lo más curioso de todo es que Bush parece no haberse dado cuenta de ello.

NUEVE Recapitulemos: cuando John Fitzgerald Kennedy anunció en 1961 a la ciudadanía toda que “Esta nación debe comprometerse, antes de finalizar esta década, a conseguir el objetivo de llevar a un hombre en la Luna y retornarlo sano y salvo a la Tierra” la situación era muy diferente. Guerra Helada y carrera espacial entre dos superpotencias, la pesadilla despierta de un Holocausto nuclear y el espacio exterior como punto de fuga y puerta de emergencia. Todas las noches se avistaban ovnis, Stanley Kubrick se preparaba para filmar 2001, y hasta Vladimir Nabokov (cuya Lolita acaba de cumplir medio siglo y, por lo tanto, ha sido descifrada por un académico como una novela en clave en la que el escritor ruso confiesa en código los abusos sexuales sufridos durante su infancia a manos de un pedófilo Tío Ruka) jugueteaba con la idea de escribir para Alfred Hitchcock una love story entre un astronauta y una starlet cinematográfica.

OCHO Y el atractivo de la idea estaba claro y era muy fácil de comprender: agotadas las posibilidades exploradoras del planeta, el hombre haría pie en un sitio nuevo, lejano pero al mismo tiempo familiar, mítico pero verdadero. Y así fue como el 20 de julio de 1969, Neil Armstrong dijo aquella frase cuidadosamente ensayada y dio saltitos y sacó fotos mientras nosotros lo veíamos por televisión. Y poca cosa más ha sucedido desde entonces ahí afuera.

SIETE Aquí y ahora –en este replay del asunto– la situación es muy diferente. Todo parece indicar que estamos muy solos, Spielberg estrena un pésimo remake de La guerra de los mundos, el espacio exterior se ha convertido en un hobby para turistas millonarios, y son muchos los millones que Bush piensa dedicar a su nuevo sueño en un momento en que sus conciudadanos están preocupados por asuntos más terrenales como la “Guerra contra el Terror”, la ocupación de Irak, lo que dejó Katrina y lo que parece que trae Rita. Bush –mandatario que pide permiso para ir al baño pero no para invadir países– comprendió que tenía que ilusionar a su pueblo con una nueva gesta, algo que modificara esas encuestas de popularidad en picada. Bush debió haber mirado alrededor, descubrir un tanto frustrado que la operación Bang Pyongyang se desinflaba con el anuncio de Corea del Norte en cuanto a que abortaba su plan nuclear, y le pidió ayuda a ese Dios que según él lo puso en la Casa Blanca, y de tanto mirar para arriba pensó: “¡Arriba!” Y después, seguro, recordó que su padre tenía muy buenos amigos en las empresas proveedoras de partes y repuestos para la NASA.

SEIS Los directivos de la Agencia Espacial ya declararon que, de acuerdo, hay muchos problemas aquí cerca como para ir a buscar más complicaciones tan lejos pero, “el programa espacial es una inversión a largo plazo”. Lo que podría leerse como: si la cosa sigue así, el hombre –al que le bastó apenas medio siglo para descarrilar milenios de equilibrio natural– va a necesitar de nuevos terrenos donde instalarse y mirar, por televisión, el Apocalipsis.

CINCO Así que la idea es volver a la Luna y después Marte y aquí no ha pasado nada y –según los especialistas– probablemente no vaya a pasar nada. Porque difícil que el Congreso y el Senado aprueben el malgasto de semejantes cantidades (y en caso de que se diera ahora el OK está claro que sería lo primero a cancelarse ante cualquier emergencia que, seguro, se produzca porque ya se están produciendo) y porque, si todo va más o menos bien, ninguna de las dos hijas de Bush será presidenta en el 2018. Y además, habría que cambiar el guión; y a quién puede conmoverle escuchar a un astronauta –con voz crocante de estática– pronunciar la dura verdad, el aforismo invertido de que “Este es un pequeño paso para la Humanidad y un paso gigante para un hombre”.

CUATRO Y segundas partes nunca fueron buenas. Y la paradoja de que sólo las tragedias espaciales –los espectaculares y explosivos fracasos– tienen rating.

TRES Y dos de los mejores libros que he leído en los últimos tiempos se titulan Quotes y Conversations y reúnen la sabiduría original e inimitable del escritor inglés James Graham Ballard. Allí, el autor de Crash y de El imperio del sol y de varios relatos con cosmonautas cansados de flotar opina y dialoga sobre todo y, en apartados que se ocupan de la exploración espacial, comenta: “La llamada Era Espacial duró poco más de diez años –del ‘61 al ‘74, de Gagarin al Skylab– y enseguida se volvió muy aburrida... La NASA debería cerrar sus puertas porque ya cumplió su cometido. De lo contrario seguirá asesinando astronautas... O tal vez podría evolucionar a secta religiosa... Los cohetes del futuro deberían estar construidos con cañas de bambú y papel de arroz y estar decorados con poemas... Y nadie se ha preguntado si, entre tanto experimento ingrávido e inútil, alguien se preocupó por hacer el amor en el espacio. O, por lo menos, masturbarse... Los astronautas nunca fueron poéticos”.

DOS Y ahora que lo pienso...

UNO ...para el 2018 la zona de Cabo Kennedy –bordada de tifones, tatuada de huracanes– estará siempre cerrada por mal tiempo. Nada podrá despegar desde allí...

CERO ...y entonces –siguiendo con estas repeticiones en cámara lenta, con esta nueva droga para olvidarse del presente y negar el futuro invocando el pasado– alguien anunciará, extático entre el viento y la lluvia, que acaba de inventar algo completamente inútil llamado paraguas.

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