CONTRATAPA
¿Nosotros? Nunca
› Por Juan Gelman
“Nosotros no torturamos”, dijo W. Bush en Panamá. Seguro. Fotos de Abu Ghraib aparte y por las dudas, amenazó luego con aplicar el primer veto de sus dos mandatos a una emmienda que prohíbe los tratos “crueles, inhumanos o degradantes” a detenidos por la llamada guerra antiterrorista (The New York Times, 13-11-05). La enmienda, presentada por el republicano John McCain, fue aprobada en el Senado por 90 votos contra 9 y la Casa Blanca aprieta al Congreso para que la anule. El vicepresidente Dick Cheney quiere que al menos la CIA –ya involucrada, que se sepa, en el asesinato por tortura de cuatro prisioneros– sea eximida de la prohibición.
Por su parte, Donald Rumsfeld se niega a permitir que una misión de las Naciones Unidas entreviste a los 540 prisioneros en Guantánamo para verificar las denuncias sobre sevicias varias que vienen formulando varios organismos de derechos humanos. El jefe del Pentágono calificó la huelga de hambre de una buena mitad de los allí concentrados –siempre sin proceso– como una “dieta” para atraer la atención de los medios. Manfred Novak, relator especial sobre tortura de la ONU, declaró al Washington Post: “Dicen que no tienen nada que ocultar. Si no tienen nada que ocultar, ¿por qué se nos impide hablar en privado con los detenidos?”. Un informe del Centro de Derechos Constitucionales (CCR, por sus siglas en inglés) parece haber contestado esa pregunta: los carceleros alimentan a la fuerza a los huelguistas introduciéndoles por la nariz “tubos del grosor de un dedo” que les llegan al estómago “sin anestesia o sedativos”.
Los tubos se reinsertan sin transición y “los detenidos podían ver en ellos los restos de sangre y bilis de otros prisioneros” (www.ccr ny.org). Y crece el escándalo de las actividades de la CIA en países de Europa. Entre otras, el establecimiento de una red de prisiones clandestinas donde “desaparecieron” ya algunos sospechados de terrorismo.
Varios gobiernos europeos han comenzado a investigar si centenares de vuelos de la flotilla de la CIA con escala en aeropuertos o bases militares locales han servido para transportar secretamente detenidos a otros países en violación manifiesta de tratados internacionales. Es notorio que Italia ha pedido la extradición de 22 agentes de la CIA que secuestraron a un clérigo árabe en Milán en 2003 y lo trasladaron a Egipto, donde fue torturado. Un fiscal de Alemania inició el miércoles pasado un presumario penal para determinar si el clérigo fue llevado a la base aérea de Ramstein antes de expedirlo a El Cairo. Otro fiscal alemán indaga el secuestro en el 2004 de un compatriota que estaba de vacaciones en Macedonia: agentes yanquis lo tuvieron preso tres meses en Afganistán por acciones terroristas que nunca realizó. España, Irlanda y Dinamarca también investigan si aviones de la CIA han hecho escala en aeropuertos locales transportando prisioneros a Guantánamo o a otras cárceles clandestinas esparcidas por el mundo (The Washington Post, 17-11-05). Por ejemplo, las instaladas en Rumania y Polonia, según precisó Human Rights Watch. En todas, claro, no dejarán de practicarse lo que algunos llaman “apremios ilegales”. El papa Inocencio IV fue menos elegante en su bula Ad extirpanda de 1252: usó directamente la palabra tortura cuando la autorizó para aplicarla a judíos, marranos, cátaros y demás herejes.
La libertad y la democracia que Washington instaló en Irak no excluye el ejercicio de libertades propias: la RAI italiana dio a conocer hace días un video que documenta el uso de bombas de fósforo blanco que incineraron a centenares de civiles iraquíes cuando los efectivos estadounidenses atacaron Faluja hace un año. En Vietnam utilizaron napalm y no parece casual que la opinión pública norteamericana se aproxime a las temperaturas que vivió una generación atrás, a pesar de las no escasas diferencias que existen entre las dos aventuras bélicas: la invasión y ocupación de Irak dura menos de tres años, el conflicto en Vietnam se prolongó el doble; las bajas mortales estadounidenses se acercan a 2100 en el primer caso, fueron más de 50.000 en el segundo; no se presencian hoy las grandes manifestaciones contra la guerra que marcaron a EE.UU. en los ’60 y los ’70. Sin embargo, una encuesta de USA Today/CNN/Gallup que se realizó del 11 al 13 de este mes revela que el 52 por ciento de los interrogados desea la retirada inmediata de Irak o en un plazo de 12 meses como máximo; en 1970, un porcentaje similar pedía la retirada de Vietnam. El 54 por ciento considera que enviar tropas a Irak fue un error; en 1970, un 56 por ciento pensó que había sido un error enviarlas a Vietnam (USA Today, 15-11-05).
La Casa Blanca y el Pentágono están al borde de un ataque de nervios: los datos de la encuesta mencionada indican que el 60 por ciento desaprueba el desempeño general de W. como presidente, un incremento de 20 puntos respecto de febrero de este año; el 63 por ciento le reprocha la situación en Irak, contra el 48 por ciento registrado en febrero; el 61 por ciento le critica el manejo de la economía del país, contra el 47 por ciento en febrero; el 52 por ciento afirma que no es honesto ni veraz (USA Today, 14-11-05). Una encuesta reciente de Hart/McInturff publicada por The Wall Street Journal muestra que el 57 por ciento de los consultados asegura que W. Bush “engañó deliberadamente al pueblo” con los argumentos que esgrimió para invadir Irak, 16 puntos más que en marzo último (www.angus.reid.com/polls, 14-11-05). El “miente, miente, miente, que algo quedará” de Joseph Goebbels se destiñe poco a poco en la conciencia cívica norteamericana. W. Bush no lee en general ni a Abraham Lincoln en particular. Si lo hiciera, encontraría que el asesinado presidente sabía que se puede engañar a todo un pueblo por un tiempo, a una parte del pueblo todo el tiempo, pero no a todo un pueblo todo el tiempo.