CONTRATAPA
Las grietas del sueño
› Por Juan Gelman
El proyecto de resolución del representante demócrata John P. Murtha que establecía un plazo de seis meses para retirar las tropas estadounidenses de Irak fue derrotado en el Congreso por 403 votos contra 3. Lo cual no haría mayor ruido si no fuera porque el autor de la propuesta es un supercondecorado veterano de Vietnam con 37 años de servicio en el cuerpo de marines. Y más: en la votación que autorizó al gobierno Bush a desencadenar el conflicto bélico, Murtha encabezó el grupo de 81 demócratas que reforzó la mayoría republicana (clerk.house.gov, 10-10-02); en su libro From Vietnam to 9/11 (Pennsylvania State University Press, 2003) calificó de “potencialmente desastrosa” para la credibilidad norteamericana en Medio Oriente y en el mundo la retirada que hoy preconiza; el halcón-gallina Paul Wolfowitz supo elogiar el “maravilloso” apoyo que el legislador prestó para que se aprobaran año tras año los astronómicos presupuestos de guerra del país. Ahora Murtha advierte que “la guerra en Irak no se desarrolla como se anunció”, que se trata de “una política en quiebra envuelta en ilusiones” y que “es hora de cambiar el rumbo” porque “el futuro de EE.UU. está en peligro” (www.house.gov, 17-11-05). Sorpresas te da la vida.
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En octubre pasado se informó que el total de militares norteamericanos caídos en Irak desde que se inició la invasión ascendía a 2000. Es útil descomponer esa cifra: los muertos fueron 1000 en los primeros 18 meses, los otros 1000 en los 14 meses siguientes. Es decir, aumenta la tasa de mortalidad de los efectivos yanquis (Florida Herald Tribune, 21-11-05). Una mayoría de estadounidenses condena la guerra y piensa que W. Bush es un mentiroso (ver Página/12, 20-11-05). En el 2006 hay elecciones y en las de este año los republicanos perdieron dos estados que gobernaban desde hace largo tiempo. Tal vez esto explique que el mandatario llevado a la Casa Blanca por fraude electoral diga ahora que no es “antipatriótico” ni “reprensible” criticar la guerra y que Murtha “es un buen hombre que sirvió al país con honor y distinción” (www.bloomberg.com, 20-11-05). W. no quiere retirar las tropas, pero al menos ha retirado los improperios –“traidores”, “aislacionistas”, “derrotistas”, etc.– que suele propinar a quienes disienten con su política. Algo es algo.
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Se ha desechado por completo la “teoría” de que Saddam Hussein estuvo vinculado a Al Qaida y, por ende, propició los atentados del 11/9, uno de los argumentos centrales que esgrimió Washington para justificar la invasión. Sin prueba alguna de que esto fuera cierto, a las cinco horas de que un avión se estrellara contra los muros del Pentágono, Rumsfeld pidió a sus asesores que prepararan un plan de ataque contra Irak (CBS News, 4-9-02). “Golpear a SH (Saddam Hussein) al mismo tiempo que a OBL (Osama bin Laden). Barrer con todo, cosas relacionados y no”, fueron las instrucciones de Rumsfeld registradas en los documentos del Centro Nacional de Comando Militar a los que tuvo acceso la CBS. Richard Clarke, zar del antiterrorismo bajo los gobiernos Clinton y Bush hijo hasta que renunció en el 2003, relata en su libro Against all Enemies (Free Pres, 2004) que en las deliberaciones de la Casa Blanca sobre la respuesta más adecuada a los atentados del 11/9 “Rumsfeld decía que era preciso bombardear a Irak”. Clarke confiesa que al principio creyó que el jefe del Pentágono bromeaba. Pero no: discurso tras discurso insistía en que la diplomacia y las sanciones no eran suficientes para acabar con Hussein y que todas las opciones pacíficas se habían agotado. Hete aquí que el mismo Rumsfeld, y no otro, declara a la cadena ABC un domingo atrás que nunca “había abogado por invadir Irak” y que “no le habían consultado” si había que hacerlo, aunque era entonces, y es, el ministro encargado de las fuerzas armadas de EE.UU. Además de la vida, sorpresas te dan los caraduras.
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El ex presidente Bill Clinton, que apoyó sin reparos la invasión y ocupación de Irak, acaba de aseverar en Dubai que eso “fue un gran error” (The Jerusalem Post, 16-11-05). Lástima que no se diera cuenta antes. El mes pasado, Zbigniew Brzezinski calificaba de “suicida” la política exterior de EE.UU. y de “liderazgo catastrófico” el de W. (Los Angeles Times, 9-10-05). ¿Qué le habrá pasado a ZB? En su libro The Grand Chessboard-American Primacy and its Strategic Imperatives (Basic Books, 1997), el ex asesor en materia de seguridad nacional de Jimmy Carter, Ronald Reagan y Bush padre afirmaba que EE.UU. debía dominar Eurasia para asegurarse el abastecimiento de gas natural y petróleo de Asia Central y la cuenca del mar Caspio. La resistencia iraquí está agrietando los muros de ese sueño imperial. Es sorprendente el don de corregir “imperativos estratégicos” que caracteriza a la realidad.
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En marzo de 2003, poco antes de la invasión, centenares de veteranos retirados –desde vicealmirantes, generales y coroneles hasta sargentos y soldados– pidieron una entrevista con Bush hijo para discutir si era verdaderamente necesaria “una guerra en este momento” (www.veteransfor commonsense.org). W. no aceptó la reunión. Un estudio-encuesta reciente del Pew Research Center de Washington muestra que casi la mitad de los jefes militares interrogados cuestiona el acierto de esta guerra y su utilidad para combatir al terrorismo (people-press.org/files, 17-11-05). El general (R) William Odon, quien fuera director del Organismo de Seguridad Nacional en el gobierno Reagan, subrayó que se impone “desenmascarar el absurdo empeño” de la Casa Blanca en seguir ocupando Irak (www.niemanwatchdog.org, 3-8-05). “Hay que devolver Irak a los iraquíes”, dijo Murtha. Eso.