El objetivo de esta carta es denunciar lo que sucede diariamente en los trenes del Sarmiento. Relato lo vivido un día de diciembre de 2005. La hora de salida del tren de la Estación Once era 22.25, cada media hora. Salió 10 minutos más tarde, o sea esperamos 40 minutos. Cuando el tren partió de Once rumbo a Moreno, repleto, daba la impresión de que no podría avanzar. Dos de nosotros habíamos vivido en otras oportunidades un principio de incendio en viajes anteriores y decíamos, si llega a pasar algo así ahora, morimos todos. Aunque parecía imposible, en Caballito subió mucha más gente y mucha más en Flores y una multitud en Liniers. Nadie controlando, que pase lo que pase. Claro, ¿controlando qué? Esta es la situación, si quiere suba y si no, no vuelva a su casa, porque, los que vivimos más allá de Ramos Mejía no tenemos otra forma de viajar que no sea el tren. Cuando llegamos a Morón, las puertas no se abrían; cuando por fin se abren es tal la desesperación por bajar y además la fuerza de los que no tenían que bajar, que saco por conclusión: no suceden desgracias mayores por casualidad... hasta que suceden, claro. Ese mismo día en mi viaje de ida de Morón a Once, por la tarde temprano, hacía mucho calor y no se podía abrir una sola ventanilla en todo el coche. Si alguien dudara de lo que digo no tiene más que tomar el tren en horas pico o no pico, como por ejemplo el de las 22.25 en Once. Tuve una alegría entrañable cuando leí, hace un tiempo, la sanción del juez a TBA y a los que la subsidian acusándolos de discriminar y exigiéndoles cambios. Pero pareciera que no escuchan o las sanciones no tienen vigencia. La dolorosa lectura que podemos hacer es que, en nuestro país, se activan las políticas preventivas a partir de las catástrofes. Y aquí repito lo dicho por un compañero de este viaje y que comparto absolutamente: ¿Qué espera TBA y los responsables del Estado que subsidian a TBA? ¿Otro Cromañón u otra fogata?
Ernesta Gambino
DNI 5.075.652
¿La enorme cantidad de gente que lucha día a día contra la pobreza, contra las enfermedades y, recientemente, contra los problemas medioambientales, será reconocida algún día?
Haber homenajeado al cantante Bono por su “lucha” contra la pobreza es una tilingada digna de una ciudad que sigue viviendo de espaldas a su propio país. La adulación a sujetos cuyos méritos (que el tal Bono los tendrá, como cualquier persona) por encima, o al costado, de los que realmente luchan silenciosamente, sin bajar los brazos, cada día todos los días... debería hacer reflexionar a quienes concedieron tal homenaje. ¿Qué hizo Bono más que una maestra de escuela rancho, más que un médico de campo, más que cualquiera que comparte lo que tiene, no lo que le sobra? Que Bono cante, que bien lo hace; y que sean otros los homenajeados, que más lo merecen.
Ezequiel Consiglio
DNI 17.009.450
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