Jue 30.03.2006

CONTRATAPA  › CARTAS

La cadenita de seguridad

Hace 30 años la noche no anhelaba la llegada del día. Las sombras no precisaban desprenderse de las cosas para poder ser sombras. Entre lo abismal y lo sombrío ninguna infidelidad, ninguna interrupción de su aciaga rayuela. La ciudad, recluida en el adentro, no dormía, tan sólo esperaba silente la pista de los murmullos: el estremecimiento de una baldosa floja, el rechinar de una frenada, los ladridos de un perro peregrino o alguna tos que atestiguara la presencia de lo humano. Por las ventanas, y como pestañeos confabulados, iban apagándose, uno tras otro, los faros de la intimidad. Las puertas se cerraban convencidas e instruidas: dos vueltas de llave y, por las dudas, la cadenita de seguridad. Hace 30 años los amos del poder, ataviados de uniformes y jinetas, reptaron los andariveles de la vida para saciar su codicia y cobardía.

Hace 30 años éramos jóvenes: persistente elegía quienes optamos por “honrar la vida”. Como lo hacen los que simularon irse: con el sexo orgulloso por el boleto estudiantil, con la garganta enrojecida por la invicta de la huelga temeraria, con la canción en sordina para el hombre nuevo. Como lo hacen los duendes amotinados que pintan sueños con aerosol o, en los bares de Corrientes, leen a Sartre mientras vuelcan bencina al Carusita. Como lo hacen los mudados en pañuelos blancos que rondan la plaza en la marcha de los jueves. Como lo hacen las siluetas anfitrionas a la espera de tu incluido compromiso.

Hace 30 años que hundimos en las tierras de la Patria semillas de verdad y justicia. “Por algo será” que muchas cosas logramos. Sociedad de cuerpos ausentes: la dictadura. Presentes en la democracia, pero sólo sentidos, si en el amor, la solidaridad y la tolerancia se seducen. El bajorrelieve de injusticia y desigualdad que dio origen al genocidio, como magma maldito, impide erguir la pérgola que afirme, sin sospechas, un futuro venturoso. Por eso el reclamo no se detiene ni delega. Tal vez, sólo cambien los modales.

Hace 30 años era la noche, el silencio y una radio parca: la voz siniestra de un bando militar. Dimos dos vueltas de llave y, por las dudas, pusimos la cadenita de seguridad. No logramos impedir el ingreso de las sombras.

Hoy, encerramos al miedo y abrimos lo mejor de nosotros: el deseo de unidad.



Daniel Zamorano
DNI 10.085.183

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