› Por Liliana Viola
Revisar los libros de texto de la escuela primaria es un modo de asomarse al tipo de respuestas que recibirán niños y niñas cuando pregunten qué pasó hace treinta años, de qué se trata este nuevo feriado, cómo sabemos que no volverá a suceder. Sin embargo, la brevedad de estos textos, la cantidad de información, parecen confundir más que aclarar.
› Por Moira Soto
Lita Stantic, productora y directora de cine, fue capaz de poner una cuña entre los discursos que en el cine circulaban en torno de la dictadura cuando en 1993 hizo Un muro de silencio. Y aunque en ese momento escuchó ciertas voces de hartazgo por “retomar” el tema que inauguró La historia oficial de Luis Puenzo, todavía faltaban películas fundamentales como Los Rubios, de Albertina Carri. Y lo extraño es que, más allá de algunos documentales, todavía siguen faltando miradas diversas sobre la dictadura y sus huellas, las que están en todos lados.
La serie de actos de repudio al último golpe militar, que tendrá su clímax esta tarde con la marcha de Congreso a Plaza de Mayo, comenzó el sábado pasado con un escrache, esa modalidad de movilización que impusieron las y los integrantes de Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio irrumpiendo en la última década en distintos barrios para delatar a los genocidas, enmascarados como ciudadanos comunes al amparo de las leyes de impunidad. Si la aparición de H.I.J.O.S. fue una bisagra para el movimiento de derechos humanos cuando se cumplían 20 años del golpe, después el punto de inflexión fueron los escraches al convertir el reclamo de justicia en acción concreta y urgente. Un mientras tanto (...llegara la Justicia ordinaria) que creaba su propio sentido al mismo tiempo que renovaba las preguntas: ya no era sólo dónde están los desaparecidos, si no también por qué los desaparecieron, quiénes eran, qué querían, qué les gustaba comer, cómo aprendieron a amar, etc. Se mezclaba así lo público y lo privado, se recreaba la memoria, se hurgaba más allá de lo aparente porque no hay otra manera de escribir la propia historia. El último escrache actualizó esa herramienta: el dictador está preso pero en su domicilio y eso no es suficiente. No es suficiente juzgar sólo al brazo ejecutor. Como tampoco es suficiente decir que desaparecidos y desaparecidas eran militantes políticos: fue necesario nombrar cada agrupación a la que pertenecieron para que en medio de la acción hubiera espacio para dimensionar la magnitud y diversidad del movimiento político que aniquiló la dictadura. Es como un ejercicio de memoria en acción que transcribimos aquí buena parte del discurso frente a la casa de Jorge Rafael Videla elaborado por un organismo de derechos humanos que no reniega de su nombre –aunque ha discutido largo (y algunas regionales lo aprobaron) si poner una arroba en lugar de la o para nombrar a todos y todas– pero que ya se jacta de ser mayor de edad.
› Por Soledad Vallejos
En su control de contenidos de televisión, cine, radio, diarios y revistas, la dictadura no descuidó la cuestión de género: quiénes, por qué, de qué modo, dónde, haciendo qué eran preguntas que guiaban las representaciones de y para mujeres que podían aparecer en el territorio público. Aquí, una recorrida.
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