CONTRATAPA › CARTAS
El acto de quemar un auto donde había una persona fue de una violencia extrema, de locura. Estas formas de violencia descontrolada explotan a veces y repercuten en la opinión de todos. Pero, en realidad, si agudizamos la mirada, conviven con nosotros muchas formas de violencia más sutiles ante las cuales no nos escandalizamos, como por ejemplo la gran cantidad de chicos solos en las calles, familias hacinadas viviendo en la precariedad absoluta, ancianos abandonados en los geriátricos y calles, gente que duerme –y que muere también– a la intemperie... ¿no es violencia también esto? ¿no es acaso el germen de formas de violencia más grandes y terribles? Es muy simplificador responder a todo lo que “molesta” de la sociedad con la tan tristemente escuchada frase “hay que matarlos a todos”. Se ha usado y se usa en demasiadas expresiones, con la fantasía errónea de que arrasando con las evidencias que se ven, los problemas ya no están más. Detalle 1, son vidas humanas, no cosas. Detalle 2, no es verdad, porque la pobreza sigue estando y nuevas generaciones son víctimas de ella. No se llega a situaciones de mendicidad por ADN, por herencia o por azar. Las vueltas de la vida, las relaciones que entrecruzamos en lo social no nos aseguran nunca que no haya un traspié o una caída de la cual a uno le cueste levantarse. Conozco a varias personas de la calle: niños y adultos. Muchos de ellos con estudios, profesiones y cultura. Nadie pensaba un día estar donde está. ¿Tanta omnipotencia tenemos para clasificar y jerarquizar qué vidas valen más que otras? Creo que tenemos que reflexionar mucho. No contribuir más a la violencia, no acostumbrarnos al dolor de muchos abandonados ni juzgar desde lo exterior la vida de quien está en las calles. La cosa cambia cuando te acercas cara a cara a esa persona, persona como vos y como yo, que te muestra en su propia vida que somos polvo y al polvo volveremos por más que nos empecinemos en clasificar a la gente en mejores y peores. No nos transformemos en bestias, en enemigos del otro, sino en hermanos, siguiendo tantos ejemplos que nos muestran las distintas tradiciones religiosas y culturales. Crezcamos en solidaridad, no en barbarie.
María Eugenia Lopolito
D.N.I. Nº 23.372.230
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