Jue 20.07.2006

CONTRATAPA

CARTAS

Garantías

Escribo esta carta luego de escuchar declaraciones de una vecina del barrio de Belgrano a un periodista que estaba cubriendo el terrible suceso de Cabildo al 1700, donde un enajenado mató a un transeúnte e hirió a varios más. Si bien entiendo a esta señora, dado que le fue secuestrado un hijo y tuvo que negociar el rescate con delincuentes que se encontraban dentro y fuera de la cárcel, no puedo permitir como ciudadano y hombre de derecho que se denigren las expresiones del secretario de Derechos Humanos de la Nación, Dr. Duhalde, quien al responder a la pregunta de por qué se les permite hablar por teléfono desde la cárcel lo hizo diciendo que “los presos también tienen derechos”. Reitero, entiendo el dolor de esta señora, y muchas veces me he preguntado si puedo cercenar derechos constitucionales por el solo hecho de verme afectado. Y la respuesta es no, puesto que si hoy cedo y apoyo a quienes quieren cercenar los derechos de los presos, luego no podría oponerme a que mutilen los derechos de aquellos que no piensan como yo. Vivo en democracia. Vivo en un estado de derecho. Soy un hombre de derecho. Debo dejar de lado, algunas veces, mi bienestar personal en aras del bien común. Es doloroso, pero tal vez es el precio de respetar al otro como quiero ser respetado.
Pablo Arturo Piatigorsky
D.N.I. Nº 13.193.760

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Democracia

Han pasado casi 30 años desde que Rodolfo Walsh escribió la Carta Abierta a la Junta Militar. En todo este tiempo pasaron muchos gobiernos, presidentes por demás. La dictadura también pasó y llegó la supuesta democracia. En su carta, Walsh hablaba de censura, desaparecidos y torturas, conceptos que hoy, aún sin dictadura y con democracia, seguimos padeciendo. Aquellos fueron años terribles, injustos, de oídos sordos que no quisieron saber qué ocurría. Ojos ciegos que prefirieron dejarse guiar por bastones largos por miedo a meterse en el lugar equivocado, mientras miles eran torturados, vejados y masacrados. Estamos en democracia, pero igual estamos desapareciendo, aunque de otro modo. Los que digitan los hilos del país, esos que se adueñaron de todo, están bajando gente día a día, de otra forma y con otro sistema, en pos de un capitalismo salvaje que nos comió de tres bocados. ¿Vivimos en democracia si un chico de 6 años tiene que revolver la basura para comer? ¿Y si a ese chico lo multiplicamos por miles? Una familia que vive en la calle y usa de colchón las baldosas y de frazada algunas cajas de cartón, ¿vive en democracia? Nuestro país es sumiso, tanto ayer como hoy vive perplejo ante las imposiciones de algunos perversos que gritan más fuerte y pegan más duro. Ya les dijimos nunca más a la dictadura y a los militares. Ni olvido ni perdón. Es hora de usar la conciencia del pasado para modificar el presente y sacarnos la careta para construir un futuro mejor.
Gabriela Nicolari
D.N.I. Nº 23.375.936

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