CONTRATAPA
Talismán
En el bar, como en el resto del territorio de la patria, el gran tema es el anuncio de las elecciones anticipadas.
–Otra vez sopa, señores; no va a cambiar nada, ¿cómo es posible que pasen los años y siempre estén los mismos candidatos? –dice uno.
–Sería interesante acceder a la explicación racional y tal vez científica de por qué se produce este extraordinario fenómeno de recalcitrante reiteración de las mismas figuras en el poder –dice otro.
–Esa explicación científica existe –interviene la señora Amelia, ex directora de la biblioteca José Ingenieros del barrio, mientras saborea su whisky–. Me dediqué muchos años a trabajar sobre ese tema.
–¿Qué pudo averiguar?
–Teniendo en cuenta que el campo a investigar es muy vasto, me circunscribí a seis políticos, representativos de todos los demás. Ya se sabe, para muestra basta un botón. Y puedo decirles lo siguiente: no sólo son siempre las mismas figuras que se reiteran en el poder durante el curso de una vida sino que cada uno de estos personajes viene ocupando espacios de poder desde hace siglos. Por supuesto, con distinto peinado, distinta indumentaria, distintos nombres, tal vez distinto peso.
–¿Usted está tratando de decirnos que son las mismas personas que no mueren nunca?
–Bueno, yo no sé si es correcto llamarlas personas.
–Señora, la que está exponiendo es una teoría muy inquietante.
–Voy a contarles el método que empleé para que consideren la seriedad del trabajo y no les queden dudas. Acopié libros de historia, crónicas, periódicos, revistas, fotografías, daguerrotipos, grabados, pinturas, analicé los escritos y discursos, las frases célebres y todo el material que pude encontrar. También junté videos, entrevistas radiales, filmaciones, viejos discos de pasta, incluso bobinas y antiguos rollos de grabación. Cargué toda la información en la computadora y la respuesta fue concluyente. Dijo la máquina: “La imagen coincide, el pensamiento coincide, la voz coincide. Son los mismos rasgos fisonómicos, las mismas palabras, los mismos giros, las mismas pausas, los mismos tics. Conclusión: en cada caso se trata siempre de la misma persona a lo largo de las diferentes épocas”. Para darles un ejemplo, uno de los seis personajes fue adelantado, oidor, virrey, miembro de la Junta Grande, caudillo, senador, presidente, general, juez, ministro y en la actualidad también está en un lugar de mucho poder.
El informe de la señora Amelia nos deja planchados. Sólo atinamos a decir:
–Son los famosos muertos vivientes. Estamos perdidos, esos son indestructibles.
–Calma, muchachos –nos dice el Gallego–, no hay nada que sea verdaderamente indestructible. En mi pueblo, en Galicia, tuvimos el mismo problema y al final le encontramos la vuelta. Había elecciones, los políticos nunca cambiaban, volvían a cometer las mismas bellaquerías y así una y otra vez. Mi padre me contaba que su abuelo le contaba que el bisabuelo ya le había contado que la historia siempre se había repetido. Además, los del Ayuntamiento no eran iguales a nosotros. Eran medio transparentes, un poco azulados, se les notaban mucho las venas y caminaban raro, como deslizándose. En los pueblos uno los ve de cerca y esas cosas se notan. Un día, el boticario, que era un científico inquieto como la señora Amelia, se apareció por el bar y nos informó: “Paisanos, lo descubrí, ya sé de qué se trata, son los muertos vivientes”.
–¿Y qué hicieron?
–Probamos de todo, les tiramos con cabezas de ajo, con crucifijos, con agua bendita, con acónito, con estampitas del patrono del pueblo y con cuantas porquerías se nos ocurrió, sin el más mínimo resultado. Hasta que el boticario dijo: “La ciencia no tiene respuesta para esto, nos queda un último recurso, desenterremos la piedra fundacional del pueblo y confiemos en su poder”. Durante la noche la desenterramos y la colocamos en medio dela plaza. El efecto fue inmediato y fulminante, todos esos que venían jodiéndonos la vida desde tiempo inmemorial quedaron reducidos a montoncitos de ceniza.
–La solución que ustedes encontraron es extraordinaria, Gallego, tuvieron suerte, tenían con qué sacudirle a los bellacos, pero no creo que nosotros tengamos algo parecido, por más que lo pensemos no se nos ocurre nada, ¿cómo hacemos para desintegrar a nuestros muertos vivientes? ¿De dónde sacamos un talismán que tenga poder para destruirlos?
–Si yo estuviera en el pellejo de ustedes, probaría con la escarapela.