Mié 10.07.2002

CONTRATAPA

Poder disciplinario

Por Eduardo Pavlovsky *

Foucault señalaba que era más eficaz captar el poder en sus extremos, allí donde se vuelve capilar en sus últimos lineamientos. Es decir sugería estudiar cómo el castigo, el poder de castigar, cobra cuerpo en cierta cantidad de instituciones locales, regionales y materiales.
En lugar de preguntarse cómo aparece el soberano en lo alto del poder –”procurar saber cómo se constituyen poco a poco, progresiva, real, materialmente, los súbditos–, el sujeto a partir de la multiplicidad de los cuerpos –las fuerzas, las energías, las materias, los deseos, los pensamientos, etc.– desde el extremo distal de la pirámide”.
En otras palabras: captar el poder por el lado extremo cada vez menos jurídico de su ejercicio. Buscar la lógica de los procedimientos normativos. Es un tipo de poder que se ejerce continuadamente mediante la vigilancia, la violencia o el control (según los casos). “Tratar de analizar el poder a partir de las técnicas y tácticas de dominación que constituyen un saber propio”.
Ese poder no soberano es el poder disciplinario.
No orientar la investigación sobre el poder por el lado del edificio jurídico de la soberanía, por el lado de los aparatos de Estado y las ideologías que lo acompañan. Sino buscar el poder por el lado de las disciplinas que tienen su propio discurso y son creadoras de aparatos de saber, de saberes y de campos múltiples de conocimiento.
“El discurso de la disciplina es ajeno al de la ley, ajeno al de la regla... Las disciplinas portarán un discurso que será el de la regla (no el de la regla jurídica) sino el de la regla natural, vale decir la norma.
Código que no será el de la ley sino el de la normalización (...) la organización del derecho en torno de la soberanía, y por el otro lado la mecánica de las coerciones ejercidas por las disciplinas...” (Foucault, Defender la sociedad, 1965).
En nuestros días el poder se ejerce a la vez a través de ese derecho y esas técnicas. Esas técnicas de la disciplina y los discursos nacidos de ésta invaden el derecho y los procedimientos de la normatización colonizan cada vez más los de la ley, lo que puede explicar el funcionamiento global de lo que llamamos sociedad de normatización.
Cuando nuestro Presidente dice: “Es muy difícil poner en caja a la Policía Bonaerense” está expresando una mentira, pero también una verdad.
Nuestro Presidente aprovechó la “falta de caja de la Bonaerense” en la represión. La utilizó. Sabía que las “normas” de la Bonaerense lo iban a proteger de una protesta social que se pudiese propagar. Allí es pícaro como siempre. Pero también es cierto que desconoce las multiplicidades que entran en juego en la Policía Bonaerense, su régimen de conexiones, sus micrologías, sus lealtades, sus ritmos y velocidades, sus ideales, sus creencias, sus propias normas disciplinarias. Todo esto es muy difícil de “poner en caja” (la mayor concentración de poder de la Policía Bonaerense fue con la jefatura de Klodczyk durante la gobernación de Duhalde).
El tiempo del pensamiento foucaultiano no coincide con el tiempo político.
La represión es uno de los capítulos que requiere un altísimo nivel de complejidad para su comprensión y así hay que encararlo en la multiplicidad de su complejidad.
Vienen tiempos difíciles: a la violencia sistemática del sistema contra la mayoría de la población en su producción de miseria, exclusión y hambre va a surgir inevitablemente la contraviolencia piquetera en sus reclamos por recuperar la dignidad perdida.
Pedirles sobriedad a los muertos de hambre es una utopía literal impensable aunque literariamente confortable. ¡La que te espera, Juampi!

* Psicólogo. Autor, director y actor teatral.

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