› Por Jack Fuchs *
En estos días he recibido, de distintas personas y fuentes, un correo electrónico proveniente del Centro Simon Wiesenthal llamando a los sobrevivientes del Holocausto nazi a dar testimonio y participar de la videoconferencia organizada por el mismo centro en varias ciudades de los Estados Unidos, el día 11 de diciembre, con el objetivo de enfrentar así al seminario que se lleva a cabo en esos días en Teherán, convocado por el ministro de Relaciones Exteriores de Irán. Según sus propias palabras, el gobierno de Irán convoca a participantes de distintos países que expondrán allí sus trabajos sobre el tema, y “dará la oportunidad a estudiosos de ambos lados de exponer con libertad y sin ideas preconcebidas”, pero cuyos nombres se negó a dar (hoy ya sabemos que entre ellos se encuentran negadores del Holocausto como Robert Faurisson y Georges Thiel, condenados por la Justicia francesa, el americano David Duke, ex dirigente del Ku- Klux-Klan y el australiano Fredrick Toeben, que fue detenido en Alemania por incitación al odio racial).
¿Qué quieren probar que hasta ahora no fue comprobado? ¿Cuál es la motivación detrás de todo este teatro trágico en Teherán?
Todos sabemos bien que existen personas que niegan el Holocausto. Los negadores llegarán a la conclusión de la inexistencia del Holocausto, seguramente. No entiendo dónde quieren llegar, sería como llevar a cabo una conferencia para determinar si efectivamente existieron las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Es como cuestionarse si murieron 30 millones de personas, 34 o 35,5 en la Segunda Guerra Mundial. Parece que estamos en el planeta del absurdo.
La convocatoria del Centro Wiesenthal, una conferencia paralela en repudio de la que se lleva a cabo en Irán, me genera muchas preguntas.
¿Debemos una vez más levantar a las víctimas y los victimarios de sus tumbas? Llevemos al extremo la idea: si asumimos que el objetivo de Irán es mostrar que no fue tan terrible lo sucedido durante la Segunda Guerra Mundial, significa que todos aquellos que fueron juzgados como criminales luego de terminada la guerra en Polonia, Ucrania, Checoslovaquia, Lituania y otros países fueron ejecutados injustamente y deberían ser rehabilitados.
Discutir y querer probar que a las cámaras de gas ingresaban personas para ser exterminadas y tener que probar que no salían por otra puerta y que efectivamente se trataba de cámaras de la muerte y no de panaderías, resulta desquiciante. No sólo para mí como sobreviviente, sino para cualquier ser humano.
De nuevo caemos en la trampa de los negadores. Es difícil no entrar en el juego e intentar poner cordura. Entrar en este juego es lo que ellos quieren que hagamos.
Otro aspecto gravísimo a mi juicio es la voluntad de estos negadores de aislar el problema judío del contexto de la Segunda Guerra Mundial. Es terriblemente injusto aislar al Holocausto de la tragedia general que azotó al mundo, de pueblos enteros no judíos que fueron masacrados, independientemente de si fueron 200.000, 1.000.000 o 3.000.001. En vez de discutir cómo pudo, en el siglo XX, suceder una tragedia de tal magnitud, se debate, más allá del revisionismo extremo, el “número” de víctimas. Discutir magnitudes es de un grado de inhumanidad impresionante. Esto es quitarle la esencia a lo que realmente fue el nazismo y la Segunda Guerra Mundial para la humanidad. Y esto es lo que no debemos permitir.
El mundo debe reaccionar. No sólo el Centro Simon Wiesenthal y los sobrevivientes. Quedarse sin decir nada es como no terminar de asumir lo terrible que fue el nazismo para el mundo entero.
La reunión convocada por Irán constituye una provocación y, a pesar de los repudios oficiales de algunos países, esta reacción resulta tibia, en mi opinión. No en el sentido de la fuerza sino de la forma que está adquiriendo. Más luz de la que echan sobre la oscura realidad de la Segunda Guerra Mundial los centenares de documentos, testimonios –orales, escritos y visuales–, difícilmente es posible. O sea, la voluntad de negar de estos pseudocientíficos convocados por el gobierno de Irán no cambiará por más documentos y evidencia que se les presente. Los negadores no tienen interés en conocerla.
En estos días, en Berlín, en el marco de una reunión del Centro para la Educación Política –que rechaza aparecer como una “contra conferencia”–, Raul Hilberg, uno de los principales historiadores del Holocausto, dijo nuevamente “todos los documentos están aquí para probar que aquellos que niegan esta realidad están errados”. La fuerza de los documentos habla por sí sola.
* Pedagogo y escritor. Sobreviviente de Auschwitz.
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