› Por Juan Gelman
La Casa Blanca compró algo de tiempo, después del triunfo demócrata en las elecciones de noviembre pasado, al anunciar que enviaría más tropas a Irak para rellenar semejante pantano. Ese tiempo terminó: no cesan los combates en Bagdad –donde el Pentágono concentró miles de efectivos “para terminar el trabajo”– y continúan los enfrentamientos y los atentados suicidas en otras zonas del país. W. Bush insiste en que Irak es el frente principal de la lucha “antiterrorista”, pero la opinión pública estadounidense le cree cada vez menos. Tampoco cree mucho en los medios. El pueblo norteamericano adquiere con lentitud una claridad de ideas que no tuvo cuando la invasión y ocupación de Irak comenzó hace cuatro años. El lapso no es largo en la vida corriente. En la guerra es otra cosa.
La prestigiosa revista Foreign Affairs publica un índice sobre la política exterior de EE.UU. que no deja lugar a dudas: su encuesta revela que el 61 por ciento de los interrogados opinó que la seguridad de EE.UU. respecto del terrorismo no depende del éxito en Irak, contra el 34 por ciento que afirmó lo contrario. Y no sólo: un 70 por ciento, más de dos de cada tres encuestados, desea la retirada inmediata (19 por ciento) o gradual de las tropas norteamericanas en los próximos 12 meses (51 por ciento) (www.angus-reid.com, 10/4/07). El 23 de marzo, la Cámara de Representantes autorizó un financiamiento complementario para la guerra en Irak y Afganistán con la condición de que se le pusiera fin el 31 de agosto del 2008 a más tardar. El 29, el Senado aprobó otra ley que demanda la vuelta a casa de todos los efectivos estadounidenses antes del 31 de marzo del 2008. Pero Bush insiste: el 7 de abril, en su habitual emisión por radio de los sábados, reiteró que vetaría ambas leyes “si llegan a mi escritorio”. Si W. es democrático, la pirámide de Keops es el Jardín Zoológico.
Los grandes medios estadounidenses –prensa, radio, televisión– en general acompañaron puntualmente la política bélica de la Casa Blanca, difundieron con alarmismo sus mentiras sobre la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein, su presunta relación con Al Qaida, la compra iraquí de uranio a Nigeria y un etc. para no alargar la lista. La confianza de la audiencia del país en sus informaciones sobre Irak y en las evaluaciones militares del conflicto ha descendido abruptamente en los últimos cuatro años: en marzo del 2003, mes de la invasión, el 85 por ciento creía absolutamente o no poco en los comunicados militares y el 81 por ciento en la cobertura de los medios. En marzo de 2007 esos índices bajaron a 46 y 38, respectivamente. Estos resultados reflejan el cambio de la percepción pública norteamericana de la marcha de la guerra: en el 2003, el 90 por ciento estaba convencido de que el conflicto iba muy bien o bien para sus fuerzas armadas. Hoy lo cree no más de un 40 por ciento (pewresearch.org, 5/4/07).
Los investigadores independientes del Pew Research Center (PRC) –que llevaron a cabo esta última encuesta– no opinan en sus sondeos, se limitan a registrar las respuestas que obtienen. Asentaron datos curiosos: la confianza de los republicanos en los medios descendió del 81 por ciento en el 2003 al 29 en el 2007, la de los demócratas, del 82 al 51, respectivamente. Los partidarios de la oposición parecen más crédulos que los seguidores de la Casa Blanca. San Agustín decía que la fe precede a la inteligencia.
La Casa Blanca y los medios subrayaron “el éxito” que entraña el envío de más tropas a Irak, eje de la “nueva” estrategia de W. Bush que comenzó a ejecutarse en febrero. Pero la realidad es muy terca: el New York Times (9/4/07) tuvo que informar que “Bagdad se ha convertido en el campo de batalla más mortífero para las tropas estadounidenses, pues han entrado en la capital para enfrentar a las milicias sunnitas y chiítas en las calles que éstos dominan. La tasa de estadounidenses muertos en la ciudad en las primeras siete semanas de aplicación del (nuevo) plan de seguridad casi duplica la del período anterior”. Muchos analistas militares y de inteligencia de EE.UU. reconocen que no hay modo de ganar esa guerra y que la presencia de más efectivos sólo garantizará el aumento de las bajas norteamericanas (consortiumnews.com, 10/4/07). Y el de las familias iraquíes y estadounidenses que llorarán sus pérdidas.
Pareciera que los grandes medios de EE.UU. han adoptado, frente al desastre iraquí, otra técnica de información: proporcionan menos noticias sobre los temas que más preocupan a los lectores. El escándalo del procurador general Alberto Gonzales y la detención de quince marinos británicos por Teherán dominaron titulares e informativos norteamericanos en la semana que comenzó el 26 de marzo. Esto recortó espacio y tiempo de cobertura de la situación en Irak, pero no la atención que el público le presta. El sondeo del PRC determinó que, en esos días, la cuestión iraquí fue la más seguida por un 26 por ciento de los interrogados, contra el 15 que se interesó ante todo por la suerte de los rehenes británicos y el 12 por los apuros de Gonzales. Los grandes medios norteamericanos dedicaron a estos tres acontecimientos el 6, el 10 y el 11 por ciento, respectivamente, de su volumen informativo. La libertad de prensa es libertad de prensa. ¿O no?
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