› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
La semana pasada, la lectura de un curioso y fuera de lugar titular en el diario que leo todos los días –en la página de sociales, en el ángulo superior izquierdo, se informaba que “Los buitres matan a una vaca y a su ternero en un pueblo de Burgos”– me retrotrajo a aquellos días infantiles y primarios en los que yo y mis compañeritos de aula éramos arreados a ver aquel documental zoo-progre, El paraíso viviente. Esa película donde, por primera vez, los animales no se expresaban con las melifluas voces en off y en primera persona de locutores marca Disney sino que, simplemente, gruñían y rugían y aullaban y esas cosas que hacen todos los animales incluyendo a los seres humanos. Y así, luego de leer eso y recordar aquello, súbita animalización de la realidad. Sin demasiado esfuerzo, la verdad.
Noticia casi excluyente en el bestiario ibérico: la tonadillera Isabel Pantoja involucrada como testaferra en delitos de corrupción inmobiliaria así como en la creación de agujeros negros en su declaración de impuestos. Ella se dice perseguida; el PP asegura que es una maniobra distractiva del PSOE y lo único que a mí me interesa es que salgan a la luz los videos X–Rated donde aparece el hijito de la Pantoja –una criatura un tanto primitiva que responde al nombre de Paquirrín– haciendo de las suyas en un puti-club. Por ahora, me he tenido que conformar con otro tape donde el joven aparece golpeando su cabeza, furiosamente, contra una persiana. Niños: no acercarse demasiado a él.
Tampoco a la modelo Naomi Campbell quien –luego de cumplir su condena de cinco días realizando trabajos sociales por arrojamiento de teléfono móvil– ha declarado que “encontré la paz barriendo”. Seguro que la vieron: Naomi fue a pasar la escoba –en lugar de pasar por la pasarela– por los pasillos de un edificio de Nueva York. Eso sí: vestida como si estuviera desfilando. Naomi recuerda su experiencia en la última edición de la revista femenina W. Allí se lee lo que sintió esta aprendiz obligada de la doctrina zen-limpiadora con que aquel oriental curtió alguna vez al Karate Kid: “Barriendo estaba en calma. No tenía ninguna responsabilidad. No tenía teléfono. Y tenía tiempo para pensar. Hasta entonces nunca había mirado mi interior. Simplemente tenía paz”. Y para sonreír a los fotógrafos de entrada y de salida.
El príncipe Felipe y Doña Letizia salen de la clínica donde la última ha dado a luz a la pequeña Sofía. La otra, Leonor, ya no tan pequeña y hace gracias de esas que hacen las niñas que han dejado de ser bebés. Los fotógrafos le gritan cosas, la aplauden.
Tras la estela multimillonaria de éxitos como La sombra del viento y La catedral del mar, cada vez hay más novelas que transcurren en una ciudad saturada de turistas llamada Barcelona. Libros con abadías misteriosas, derivaciones nazis, códigos misteriosos marca Gaudí... lo que ustedes quieran y firmadas tanto por locales como por visitantes. Yo, pensando seriamente en escribir un thriller donde un asesino serial elimina metódicamente a cientos de ejemplares de esa peligrosa y estúpida variedad animal: los tarados que circulan a toda velocidad por las veredas. Para colmo, el ayuntamiento ha lanzado ahora una campaña de alquiler del vehículo en cuestión. Propongo soltar a Paquirrín por las calles de la ciudad para que imponga el orden a cabezazos.
Especialistas de este tipo de criatura aseguran que, con la victoria de Sarkozy, los franceses han descubierto a Margaret Thatcher más de veinte años después.
José Luis Aznar –ex presidente en permanente campaña– ha vuelto a conmocionar a la ciudadanía toda con sus declaraciones, durante un almuerzo de bodegueros, en cuanto a que él no necesita que le digan cuántas copas puede tomarse antes de salir a conducir su coche y qué gilipollada es ésa del máximo de velocidad. Todo esto, en un país donde no dejan de subir los índices de muertos en accidentes de tráfico. Alguien recordó que una biografía del gran líder da cuenta de sus ínfulas de pequeño Alonso. Tal vez al final resulte que este pequeño microorganismo sea una de esas armas de destrucción masiva que él mismo salió a buscar por las ardientes arenas de un desierto lejano pero, ay, cada vez más cerca de España, porque son varios los que ya anuncian que este verano se romperán todos los records de calor. Y de atentados fundamentalistas. Y hablando de terroristas aterrorizantes: nuevo disco de Björk.
Leo en The New York Times una nota sobre el lenguaje que los perros expresan mediante los movimientos de su cola. Nunca me gustaron los perros. Una vez tuve uno por unos pocos días. Era horrible. Mis padres me lo trajeron luego de que yo les hubiese pedido un saxofón. En ocasiones, los miembros de una misma especie no se entienden entre ellos.
Otra vez suelto, otra vez escapado, otra vez adicto a hablar de él para que se hable de él, otra vez –como un Kong feliz, en vivo y en directo– y hasta la próxima, pero ni se les ocurra recomendarle la Terapia Campbell. Oigan los particulares sonidos que hace al expresarse este especimen: “Estoy vivo y quiero seguir viviendo”. “Mis hijas.” “La Claudia.” “Nunca más... Cahe.” “He hecho llorar a mis viejos.” “Aquí estoy... Argentina.” “Mi gol es más lindo.” “He pagado un precio muy alto”. “Ha llegado el momento de dejarme de joder y de quererme un poco más.” “Ahora estoy tranquilo y me cuido.” “Me han matado muchas veces.” “Agradezco sus rezos.”
Benedicto XVI va por el mundo amenazando con excomulgar a todos los que estén a favor del aborto. Se entiende: ahora que cerró el limbo, se le puede superpoblar el paraíso con todas esas almitas sin bautizar. Mientras se aclara la cuestión, se acaba de inaugurar el Museo del Creacionismo en Petersburg, Kentucky. Allí –en las vitrinas y expositores y proyecciones y previo pago de 20 dólares de entrada– se asegura que el mundo fue creado en seis días (de 24 horas cada uno) y que tiene entre 6000 y 8000 años de antigüedad, que el hombre nunca ha sido mono y que el huracán Katrina fue un castigo divino a la ciudad de Nueva Orleans como lo son los tsunamis, el sida y todo lo malo que te pasa si hacés llorar a tus viejos. Nada se dice, sin embargo, de la teoría de que Dios y su mano sean argentinos y que –aunque lo hayan matado muchas veces– esté vivo y que, creyéndose triunfal águila cuando es un humilde rumiante, salga en televisión para alimentar y hacer feliz a tanto buitre.
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