CONTRATAPA › STRAUSS-KAHN
› Por Mario Rapoport *
El sorprendente anuncio del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de proponer el nombramiento al frente del FMI de un compatriota, el socialista Dominique Strauss-Kahn, más conocido como DKS, en reemplazo del renunciante Rodrigo Rato, economista de la derecha española propuesto en su momento por el ex premier Aznar, suscitó controvertidos comentarios en la prensa internacional.
Las especulaciones son muchas. Strauss-Kahn fue rival de Ségolène Royal en las internas del socialismo que terminaron eligiendo a esta última como candidata del PS en las últimas elecciones presidenciales francesas con los resultados conocidos, el triunfo del conservador Sarkozy. Aunque éste dice ahora que es el presidente de todos los franceses y no de un partido, su proposición puede contribuir a profundizar aún más la crisis que planteó la derrota de Royale en el seno del PS francés.
Sin embargo, es interesante interrogarse sobre la misma figura de Strauss-Kahn, que fue un todopoderoso ministro de Economía del gobierno socialista de Jospin y tiene, pese a ciertos traspiés políticos y judiciales, una extendida reputación como experto económico y hasta una cierta popularidad política, rara en un economista.
Criado en Marruecos, de una familia de origen judío, DKS se doctoró en Economía e hizo una fulgurante carrera política desde las filas del socialismo, aunque estuvo ligado por amistad a figuras de la extrema izquierda.
En 1986 fue elegido diputado y en 1991 Mitterrand lo nombró ministro de Industria y Comercio Exterior. Esto lo vinculó a círculos empresariales agrupados en defensa de la industria francesa. Otro punto a su favor fue su casamiento con Anne Sinclair, una lúcida y popular periodista televisiva cuyo programa, basado en entrevistas a figuras políticas, la hizo verdaderamente temible en el ámbito político local (cherchez la femme).
Strauss-Kahn fue designado ministro de Economía por el socialista Jospin en 1997 y se transformó en “hombre fuerte” del gobierno y del PS favorecido por los buenos resultados de la economía gala durante su gestión. Aunque se opuso a la implementación de la jornada de 35 horas y defendió la privatización de empresas, como France Telecom, apareció a la cabeza de una nueva corriente del socialismo francés. Sin embargo, tropezó con dos juicios en su contra que lo obligaron a dimitir: uno ligado a una mutual estudiantil francesa de la que había sido abogado y otro vinculado a la petrolera ELF. De ambos fue sobreseído y retornó a la carrera política, aparentemente sin mucho daño. Se reintegró a la dirección del PS y en el 2005 hizo campaña por el “sí” a la nueva Constitución europea. Hábil político, y quizás bien asesorado por su esposa, DKS anima uno de los primeros, y más visitados, blogs en Internet de la clase política francesa.
Derrotado por Royal en las internas del PS para las elecciones presidenciales, Strauss-Kahn se volvió más combativo luego de la derrota de aquélla y plantea una renovación del socialismo francés. No teme en ese sentido partir de conceptos como la lucha de clases, que considera hoy día superados. Si bien las desigualdades sociales no han desaparecido, e incluso en muchos casos se han acentuado, difieren –para él– de las planteadas por los esquemas marxistas. Un poderoso proceso de “individualización” hizo transformar a las antiguas clases y las soluciones a los problemas creados por esas desigualdades deben ser distintas. Por ello, sostiene la idea de un Estado social renovado y considera a los empresarios innovadores como auténticos actores del progreso social y no como “enemigos de clase”. En fin, para Strauss-Kahn, la “ruptura con el capitalismo”, ha cedido el lugar en el discurso socialista a un nuevo objetivo: “La construcción para la igualdad real de una sociedad justa”. Es un lenguaje socialdemócrata que también busca inspirarse en otro estadista norteamericano más conocido por su sigla JFK (John Fitzgerald Kennedy).
En cualquier ámbito, incluso en el del gobierno francés, Strauss-Kahn no representa una figura revolucionaria, pero su mensaje tampoco se acopla con la imagen y las políticas del FMI en gran parte de su historia: su compatriota Camdessus, así como Koelher, Krueger y Rato, eran expresiones típicas del establishment neoliberal. No es éste el caso de DSK. Quizás el ex vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, se le parezca en algo.
En todo caso, su nombramiento, que ya tiene el apoyo de otros países de la Unión Europea, podría poner un freno a la crisis y a la mala imagen del organismo internacional y justificaría, al fin, el hecho de que, desde su fundación, un europeo sea nombrado como presidente de ese organismo mientras un norteamericano preside el Banco Mundial.
Esa decisión, tomada poco después de la creación de ambos organismos en Bretton Woods, no se debió al azar. Ocurre que el candidato ideal para presidir el FMI fue su principal impulsor, el entonces subsecretario del Tesoro norteamericano durante el gobierno de Roosevelt, Harry Dexter White, autor del plan de su creación que resultó, con varias modificaciones, aprobado. Pero aunque Lord Keynes, quien presentó sin éxito un plan alternativo al de White, apreciaba sus méritos y lo propuso como primer director gerente del Fondo, el gobierno norteamericano, ahora bajo la presidencia de Truman, se opuso. La razón apareció en su momento confusa, porque White era una figura prestigiosa y su rol había sido decisivo. Sin embargo, a fin de evitar su nombramiento se decidió que el que dirigiera el FMI no fuera norteamericano. El motivo iba a desentrañarse más tarde. White fue acusado en 1948 por presuntas vinculaciones con el comunismo en los juicios anticomunistas de esa época y, en todo caso, sus ideas originales respecto al rol del FMI no fueron las que después predominaron. Los organismos financieros internacionales tenían por objetivo –según él– ayudar a los países en dificultades a no caer en depresiones económicas similares a las de la década del ‘30 practicando, con ciertos límites, políticas expansivas y de pleno empleo. Esta no fue la línea que siguió el FMI en años posteriores, sino que hizo lo contrario: supeditó sus financiamientos a políticas de ajuste y reformas estructurales, que condujeron a los países que solicitaron su apoyo a crisis aún mayores que las que padecían.
¿Retomaría una gestión de Strauss-Kahn, algunos de los propósitos iniciales del FMI expuestos por White y Keynes? Ciertas de sus ideas pueden ir en ese sentido pero el establishment financiero internacional, a quien el FMI le ha servido siempre de guardián, tendrá la última palabra.
* Economista e historiador, publicó un ensayo sobre los orígenes del FMI.
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