› Por Osvaldo Bayer
La realidad supera toda imaginación. Quién iba a pensar que aquella Argentina de donde salieron los ejércitos libertadores de América, después de aquel increíble 25 de Mayo de 1810, hoy tuviera presos políticos paraguayos, hombres que sólo cometieron el delito de luchar por algo que les pertenece a los trabajadores de la tierra: precisamente, la tierra. Los he visitado en la cárcel de Marcos Paz y escribí una contratapa de esa causa, mostrando la absoluta injusticia que estábamos llevando a cabo. Pero el silencio de nuestros organismos oficiales de derechos humanos se mantuvo. Los campesinos paraguayos que lucharon por su tierra en Paraguay siguen presos en la Argentina. A todos los responsables de este proceder les presentaría el Informe Chokokue sobre “Ejecuciones y desapariciones en la lucha por la tierra en el Paraguay, 1989-2005”, de la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay presentada al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Ahí figuran una por una las víctimas, con fotografía, biografía y lugar y fecha de su asesinato. Impresionante la cantidad de jóvenes asesinados. Chokokue, en guaraní, significa campesino. Los que engendran vida en la tierra con la semilla.
El mundo entero lucha por la libertad de los cinco cubanos que mantiene presos Estados Unidos, hasta en nuestras calles se marcha por ellos. Pero la otra realidad es que la Argentina mantiene en cárceles a luchadores de aquí muy cerca, del Paraguay, la misma gente de origen guaraní que nuestros misioneros, correntinos, formoseños y chaqueños.
Los norteamericanos, a cinco cubanos; los argentinos a seis paraguayos. He conocido a las esposas de los luchadores presos. Sus rostros, muy tristes. ¿Por qué para la Justicia los culpables son siempre los pobres y no los que tienen el poder y el dinero? Esas mujeres han venido a Buenos Aires, dejando a sus niños de muy corta edad atendidos por sus abuelas, allá, bien en el interior, entre selvas, plantíos y caudalosos ríos.
Los seis presos paraguayos me han escrito una carta que me llegó al alma. Me dicen, entre otros párrafos, lo siguiente: “La realidad que nos toca enfrentar, trágica por cierto, nos conduce a una afirmación: que la historia del Paraguay está signada por la fatalidad y la pobreza, pues la corrupción, la exclusión y la discriminación continúan minando la estructura institucional de la República. Si bien es cierto que se fue el dictador Stroessner, quedó la estructura que se construyó en sus treinta y cuatro años de gobierno autoritario. Aquí tenemos que los propietarios de las tierras malhabidas tienen nombre y apellido, son personas que formaron o siguen formando el entorno del poder político, militar y económico en el Paraguay”.
La realidad la denuncian las estadísticas: 1.191.000 de seres humanos viven en condiciones de pobreza extrema. Ya esto bastaría para comprender por qué los labriegos de la tierra dicen basta y se organizan para terminar con la injusticia, el privilegio y las dictaduras “legales” de los dueños de todo.
Qué hubieran pensado nuestros Castelli y Moreno, con aquellos profundos escritos sobre la Justicia y el derecho de todos, acerca de que hoy los argentinos protegemos indirectamente las acciones de los miserables dictadores del privilegio paraguayo. Por eso se ha levantado el sacerdote Fernando Lugo en tierras guaraníes contra la cadena de corrupción y antidemocracia que, como decimos, inició Stroessner y ahora continúa Duarte Frutos. El ex obispo Lugo siempre estuvo en las grandes marchas campesinas de reivindicación.
Las autoridades argentinas tendrían que preguntar a Lugo quiénes son estos presos paraguayos y no a las “autoridades oficiales” producto del poder del dinero. Me escriben esos presos paraguayos de los argentinos: “Por denunciar nuestra realidad estamos presos, por ser libres, por educar a los humildes, estamos presos porque somos del pueblo, somos la voz de los sin voz, estamos presos porque somos coherentes con nuestro discurso, somos patriotas y pensamos en días mejores para las futuras generaciones”.
Para juzgar los hechos debemos tener en cuenta que el Partido Colorado, que gobierna Paraguay desde siempre, colaboró en el Operativo Cóndor, repudiado por todos los organismos de derechos humanos del mundo, que entregó perseguidos políticos con Pinochet y Videla. No podemos los argentinos escondernos en supuestas obligaciones judiciales para mantener presos a estos hombres. Sería volver a los conceptos seudolegales en que se basaron los jueces de la dictadura de la nefasta y cruel época de la desaparición de personas. Y preguntarnos por qué en las falsas denuncias contra estos presos guaraníes intervino el señor Blumberg. Lo único que falta es que se mezclen ahora Bussi, Patti y Rico para dar fuerza “ideológica” a la infame acusación contra estos latinoamericanos que luchan, como en nuestro Chubut resisten los Nahuelquir y los Curiñanco contra el poder del dinero de Benetton.
Mientras los campesinos paraguayos Agustín Acosta, Roque Rodríguez, Basiliano Cardozo, Arístides Vera, Simeón Bordón y Gustavo Lezcano están detrás de rejas argentinas, los verdaderos culpables especuladores de la tierra están libres y manejando fondos con los cuales se podría terminar el hambre en nuestras tierras. Creo que es una cuestión de honor para los argentinos abrir las puertas de la cárcel para los humildes luchadores de la tierra. Debemos organizar una larga marcha por nuestras calles para que esas manos, que hoy están separadas del mundo en la cárcel, vuelvan a arrojar las semillas en sus cálidas tierras mojadas por sus generosas aguas. Debemos encolumnarnos hacia el sol, acompañados por todos los cantores que cantan la poesía de la libertad y el trabajo. Iremos acompañados por la música de guitarras y arpas guaraníes. Sin hierros y sin armas, con las manos abiertas, poniendo el rostro. Una marcha como soñó Salvador Allende cuando antes de morir por la dignidad nos habló de las anchas alamedas por la cual iban a volver los trabajadores en busca de la dignidad.
Los generosos de los pueblos no se rinden. Días pasados, en el espléndido acto por los presos políticos argentinos se pidió la libertad de ellos. Pocas horas después se recibió la limpia noticia que los tres estudiantes del Colectivo Amauta, que dirige el intelectual argentino Néstor Kohan, que estaban presos por participar del acto en recuerdo de las jóvenes vidas masacradas en Trelew por la dictadura militar de Lanusse, habían sido dejados en libertad. El acto se hizo frente al Bauen, lugar de encuentro de los que creen en el futuro, los que no se resignan, los que se dan la mano por una sociedad más justa y en paz.
También en estos días de septiembre asistimos a un acto enternecedor: cuando las Madres desparramaron por los jardines de la Plaza de Mayo las cenizas de la bella Madre Marta Badillo, quien se fue por los cielos para seguir buscando a su hijo desaparecido. Hubo lágrimas generosas y palabras de despedida llenas de esperanza y noble orgullo. Marta Badillo, sus cenizas están en la Plaza Rebelde, y ella está escalando el paraíso de los que no se rindieron nunca en la búsqueda de la justicia. En cambio, los torturadores estarán ocupados eternamente en intentar liberarse del barro que los cubrirá para siempre. La ética siempre se impone finalmente en la Historia.
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