Mar 22.01.2008

CONTRATAPA

El secreto de Mauricio

› Por Sandra Russo

Lo bueno de las vacaciones es que uno va mezclando informaciones que en otra época del año se bifurcan, como los senderos en el jardín del cuento. Hay que revisar algunas bifurcaciones, porque parece que ya no se bifurcan, aviso. Yo, por ejemplo, que estoy al exquisito dope de las vacaciones, en ese limbo en el que lo importante es que el melón esté maduro, comprendo relajada un par de cosas que en el vértigo de la ciudad, y no cualquier ciudad, se me pasan. Nuestra querida Buenos Aires está en manos extrañas (mándenme mails, no me importa, Fibertel se me corta a cada rato). Y por lo que han hecho hasta ahora, son raros, peligrosos.

Cuando uno está así, al dope, lee cualquier cosa. Mientras los cuentos completos de Flannery O’Connor me esperan por las noches, en el día leo los diarios y algunas de las revistas que aparecen en casa y que a mí no se me ocurriría comprar. La Vogue española, por ejemplo.

Ahí me vengo a enterar de que uno de los best sellers mundiales, que ya llegó a España y que en breve desembarcará en la Argentina, está firmado por una tal Rhonda Byrne, y se llama El secreto. Ya les cambió la vida a Cameron Díaz, a Antonio Banderas, a Oprah Winfrey y a Kate Hudson, por nombrar a los cuatro famosos que salen en la Vogue diciendo cosas como “La idea de poder lograr todo lo que uno se proponga es fascinante”, “El libro en Estados Unidos es todo un fenómeno, y está ayudando a mucha gente”, o “Soy una firme creyente en las leyes de atracción del universo”.

De esto trata El secreto: de la Ley de Atracción. ¿Suena a Física? No, queridos. La autoayuda es un poco más rudimentaria. Según Rhonda, que ya levantó millones con el libro, hay una Ley de Atracción que hace que si uno desea algo con mucha, pero con mucha fuerza, y lo visualiza, eso se concreta. Este libro yo creo que debería leerlo cuanto piquetero o marginal pueda: que deseen la casa o el asfalto, el trabajo o la tira de asado. Háganlo con mucha, mucha fuerza. Que lo visualicen con mucha fuerza: se hará. Y si no se hace, bueno, no todo el mundo desea una vida digna con suficiente intensidad.

Macri es amigo de la autoayuda. En la campaña estaba leyendo La virtud del egoísmo, otra pegada de la autoayuda yanqui, que últimamente, ya agotadas las parábolas hindúes y los cuentos celtas, viene explorando vetas políticamente incorrectas. ¿Usted cree que el egoísmo es un defecto? Es usted un perdedor. El ganador es aquel que se satisface primero y si hay sobras se las tira al de al lado.

Este otro libro le viene a medida. El eco bíblico de esta consigna pondría de su lado a Elisa Carrió (que es amiga de Gabriela Michetti porque las dos son re católicas). Eso permitiría a la oposición unirse en la idea de que la fe mueve montañas, un concepto por cierto novedoso y renovador.

Como fuere, tanto la autoayuda como Macri parecen desentenderse de la realidad para anclar en las trabas internas que no permiten al individuo encontrar su alegría, su poder o su potencia. Macri, por puro instinto de autoayuda (si algo sabe es autoayudarse, o no), y acaso sin tener idea del best seller que viene, está aplicando la Ley de Atracción, por ahora en exclusivo beneficio propio. Deseó una ciudad ordenada, tranquila, limpia. Pero la Ley de Atracción falla. Las cosas no salen bien sólo con desearlas. Hay que saber conseguirlas, hay que tener muñeca, hay que advertir, en resumen, que cada uno no vive en su cabeza ni en su propio deseo, sino rodeado de otros que quieren sobrevivir, y pelearán por eso. La Ley de Atracción, que le cambió la vida a tantos estúpidos, aplicada en política, falla mucho más dramáticamente que en los casos individuales. Básicamente porque esa concepción del deseo se caga en el deseo ajeno. Yo creo que está bastante claro.

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