Vie 25.01.2008

CONTRATAPA

Nobel en Matemática

› Por Adrián Paenza

En el año 2001 se estrenó la película Una mente brillante (A Beautiful Mind), dirigida por Ron Howard y protagonizada por Russel Crowe. Es una adaptación de un libro escrito por Sylvia Nasar, quien fue candidata al Premio Pulitzer por ese trabajo. La película es una versión libre de la biografía del famoso matemático norteamericano John Forbes Nash, quien trabajó en Teoría de Juegos, Geometría Diferencial y Ecuaciones Diferenciales en Derivadas Parciales. El atractivo que tuvo la vida de Nash fue que era esquizofrénico y, por lo tanto, siempre es mejor pintar a un científico si está loco, y si es matemático, mucho mejor.

Hasta acá, todo muy bien. Pero el hecho es que, en 1994, a Nash le dieron el Premio Nobel junto con otros dos economistas (Reinhard Selten y John Harsanyi) y ése es el motivo de esta nota. Si usted vio la película y/o si conoce gente que la vio, hágase/hágale esta pregunta: ¿Premio Nobel en qué le dieron a Nash?

Se va a sorprender con las respuestas. Es que la mayoría (y con buena razón) dice que le dieron el Nobel en Matemática. Pero lo curioso es que no existe tal cosa. Sí, otra vez: ¡no hay Premio Nobel en Matemática! En la película, el director y guionista se cuidaron muy bien de que ese detalle no apareciera, tanto que en ningún lugar se menciona que le dieron el Premio Nobel ¡en Economía! Y no es que no haya habido razones para hacerlo. De hecho, las contribuciones de Nash forman parte del aporte esencial que la matemática teórica hizo a la economía, sin ninguna duda. Pero lo sorprendente es que en función de lo que sucedía en la película, ese episodio queda marginado. Se dice, por supuesto, que Nash ganó el Nobel, pero específicamente no se dice en qué disciplina.

Lo que más me interesa acá, sin embargo, es contar alguno de los mitos que hay respecto de que no haya Nobel en Matemática.

El más famoso de los argumentos es el siguiente: Alfred Nobel no quiso que ninguna parte de su fortuna fuera a la matemática, porque había descubierto que su mujer lo engañaba con uno (con un matemático). Para enfatizar más el episodio, la historia sostiene que el tal matemático era Gosta Magnus Mittag-Leffler, un científico muy conocido y re-conocido como tal. ¿A quién se le podría ocurrir inventar una historia de este tipo y encima tener el nombre del autor del “crimen”?

Se esgrimen varias razones para disputar esta historia. Primero, Nobel no estaba casado. Claro, eso no sería impedimento para que alguien lo estuviera engañando con su compañera (que sí tenía). Pero el inconveniente es que Nobel había emigrado de Suecia en 1865, cuando Mittag-Leffler era un estudiante y la diferencia de edades obraba como otro impedimento. Más aún: Nobel volvió muy pocas veces a Suecia, y su compañera menos. El prestigio de Mittag–Leffler se generó cuando Nobel ya no vivía más en su país de origen.

Por supuesto, algún asidero para la fantasía existe, y es que Mittag-Leffler y Nobel estaban enfrentados (casi en el final de la vida de Nobel), ambos muy poderosos/ricos, y como Mittag-Leffler era además un científico prominente, si Nobel dejaba también en su legado un premio a la matemática, lo peor que podía pasarle era que nada menos que él (Mittag-Leffler) obtuviera un premio que llevara el nombre de su fundación... su propio nombre.

La historia es simpática, pero en realidad lo más probable es que Nobel (como varios en esa época) no considerara a la Matemática como una ciencia independiente y/o relevante por sí misma. Nobel dejó en su fundación una fortuna en 1895 estimada en nueve millones de dólares, cuyos intereses debían cubrir los premios en cinco disciplinas: física, química, medicina-fisiología, literatura y de la paz. El propio Adolf Nobel estaba relacionado con todas estas áreas, salvo medicina.

Un sexto premio se agregó en 1969 (Economía) y, naturalmente, existe la especulación de que en un futuro no muy lejano la propia Matemática tenga el reconocimiento que merece como ciencia pura.

Por el momento, lo más parecido al Nobel es lo que se conoce con el nombre de medalla Fields. Este premio se entrega a dos, tres o cuatro matemáticos, no mayores de 40 años, cada vez que se hace el Congreso de la Unión Matemática Internacional. Esto sucede cada 4 años, y la diferencia en dinero con el Nobel es abismal: $15.000 (quince mil dólares) para los ganadores de la medalla (último dato, año 2006), contra casi 1.600.000 (un millón seiscientos) que obtuvieron los ganadores del Nobel en el año 2007. La medalla Fields lleva su nombre en honor al matemático canadiense John Charles Fields, y los primeros ganadores (en el año 1936) fueron Lars Ahlfors de Finlandia y el americano Jesse Douglas. Desde entonces, y hasta acá (2008), se entregaron sólo a 48 personas.

En la última edición, en el 2006, se produjo un episodio sorprendente, porque el matemático ruso Gregori Perelman se negó a recibir la medalla y ni siquiera concurrió al congreso, que se hizo en Madrid, disgustado con que se hubiera puesto en duda la importancia de su contribución. Perelman vive ahora recluido en su Rusia natal (en Leningrado), luego de haber resuelto uno de los problemas más importantes de la matemática: la conjetura de Poincarè.

Si hubiera habido premios Nobel en Matemática, la Argentina hubiera tenido dos candidatos muy sólidos que sobresalen del resto. El increíble Alberto Pedro Calderón –posiblemente el matemático argentino más importante de la historia– nacido en Mendoza, ingeniero en principio y especialista en Análisis Armónico, fallecido en 1998 y sin ninguna duda el matemático de mayor prestigio internacional en el siglo XX.

El otro es Luis Caffarelli, actualmente radicado en Austin, Texas, miembro de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos y uno de los científicos que estuvo en la reunión que se hizo en New York con Cristina Fernández de Kirchner en septiembre del año pasado. Es el matemático líder en el mundo en problemas de Ecuaciones Diferenciales en Derivadas Parciales con frontera libre. Con Luis fuimos compañeros en Exactas hace 40 años. Su potencial en ese momento era obvio para cualquiera de nosotros, aun como estudiantes.

De una u otra forma, la Argentina tiene matemáticos de alto nivel internacional, produce Matemática en el país de excelente nivel y no sólo en la UBA, sino en Rosario, Córdoba (Famaf), La Plata (UNLP), por nombrar algunos lugares. Y por supuesto, tiene también esparcidos por el mundo extraordinarios referentes en diferentes áreas.

Con la creación del nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología, y la necesidad que tiene el país de aprovechar lo que genera en las universidades nacionales, la Matemática tiene los pantalones largos puestos hace tiempo y ahora sólo necesita que alguien le escriba. Ya es hora de invitarla a la mesa.

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