› Por Osvaldo Bayer
desde Bonn, Alemania Federal
Los defensores del llamado sistema dominante han apelado a los más distintos y disparatados sistemas de confusión. Se tergiversa hasta la Historia para salir adelante. Siempre se ha hecho. En este momento en Alemania ha comenzado una polémica muy fuerte que va a dejar roncos a buena parte de intérpretes, ideólogos, filósofos sociales, historiadores, periodistas y protagonistas. Un conocido historiador alemán, el doctor Goetz Aly, profesor en Francfort, ha sostenido que el movimiento nazi de 1933 y el movimiento estudiantil de 1968 fueron lo mismo, buscaban las mismas metas. No es ya confundir chicha con limonada, no, esto ya es igualar lo blanco con lo negro, el agua con el fuego. La interpretación del profesor Aly ha sido publicada por el diario Frankfurter Rudschau que le dedicó las cuatro páginas centrales. Esto cae justo ya que en Alemania se cumplen 75 años de la toma del poder por los nazis y cuarenta años del movimiento estudiantil del ’68. Un momento justo para preguntarse todos entre sí. Bueno: qué es lo que pasó y más aún, por qué pasó o tuvo que pasar esto. El mencionado historiador titula su trabajo nada menos como “Los padres de los del ’68”. Justamente, padres que vivieron el nazismo, lo apoyaron y fueron a la guerra, y que fueron protagonistas –o por lo menos se callaron la boca– de la política racista y del Holocausto, sí pues, los hijos de ellos fueron los que van a hacer el increíble movimiento estudiantil que iba a cambiar Alemania mucho más de lo que había tratado de hacerlo Hitler, pero en sentido contrario. Hitler perdió. En cambio, el movimiento estudiantil del ’68 dejó principios que fueron cambiando muchas normas de vida. Cambios que han quedado sedimentados: el antiautoritarismo, las reformas educativas, las libertades a la mujer, las normas de vida (por ejemplo ya nadie ve mal la vida en pareja, cosa que antes era un pecado insoportable), las libertades que hoy gozan los hijos y su opinión frente a los padres. Además, los puntos de partida fueron muy distintos: la juventud alemana de la década del veinte soportaba el fracaso de la República de Weimar con sus millones de desocupados, las luchas internas de sus partidos políticos, la pobreza extrema y sin salida, y salieron a apoyar al demagogo que le echaba la culpa de todo a los judíos y al sistema y los hacía creer que eran los mejores del mundo. Los protagonistas del ’68, en cambio, venían de una sociedad que había llegado al consumismo como ideal, que no tenía grandes problemas sociales y que actuaba en total consonancia con Estados Unidos y el sistema capitalista. El consumismo al que no le importaba ni el Tercer Mundo ni la destrucción de la naturaleza. Los estudiantes del ’68 soñaban con terminar el sistema de los partidos políticos e imitar a los revolucionarios alemanes del ‘18, con sus repúblicas de los consejos de obreros, campesinos y soldados, de aquel tiempo, que esta vez serían transformados en consejos de mujeres y hombres por igual, donde todo se resolvería en asambleas. Es decir, para superar ese pasado criminal del racismo y las guerras y al mismo tiempo superar el sistema capitalista de desigualdades y países pobres y países ricos, de jerarcas y desocupados, había que hacer una revolución bien desde abajo, empezando por las universidades.
Para seguir con los argumentos del historiador Goetz Aly: éste señala que los dos movimientos, el nazi y el de los estudiantes del ’68 fueron movimientos juveniles. Y para eso da los datos de los jerarcas nazis, cuando tomaron el poder: Hitler, 44 años; Goering, 40; Goebbels, 35; Heydrich, 38; Albert Speer, 27; Eichmann, 26; Mengele, 21; Himmler y Hans Frank, 32.... Y la titula una “dictadura de la juventud”. Goebbels, el ministro nazi de Propaganda decía en medio de la guerra, en 1943: “Se puede decir, en efecto, que Alemania es gobernada por su juventud”.
Demagogias, nada más que demagogias. Lo que no dice el historiador Goetz Aly es que el gran capital alemán –que había apoyado la guerra de 1914– había apoyado también a Hitler y éste, a pesar de llamarse “nacional-socialista” seguía respetando al poder industrial. Nada tiene que ver la juventud para tratar de igualar a los jóvenes nazis con los jóvenes del ’68.
Los estudiantes del ‘68 eran pacifistas y lo protagonizan con sus demostraciones contra la guerra de Vietnam y la intervención de EE.UU. en ese conflicto.
El hitlerismo mantuvo los preconceptos de la sociedad con respecto al sexo y al comportamiento de las mujeres. Y eso siguió en todo el mundo hasta la década del setenta, en que comenzó a cambiar todo. Y ese cambio se atribuye al Mayo Francés y a las repercusiones del “‘68” alemán. Es patético el caso de la diputada alemana Lenelotte von Bothmer, socialdemócrata, quien fue la primera legisladora que se presentó a las sesiones de Diputados en pantalones. Hacía pocos días, el presidente de esa Cámara había sostenido que prohibiría que hiciera uso de la palabra toda legisladora que apareciera en pantalones. Uno de los diputados le reprochó: “Lo único que falta ahora es que la próxima se aparezca mostrando las tetas”. Actualmente, la primera ministra alemana Angela Merkel viste exclusivamente pantalones. Pero más todavía acerca de la estrechez mental en que se encontraba la sociedad del mundo en general. En Alemania, en esos años valía aún el parágrafo 175 por el cual se penaba con hasta diez años de prisión a todo hombre que tuvieran relaciones sexuales con otro hombre. Bien hoy, los burgomaestres de Berlín, Klaus Wowereit, y el gobernador de Hamburgo, Ole von Beust, se han declarado homosexuales, lo mismo que el presidente del Partido Liberal, Guido Westerwelle.
Toda la definición se reduciría a dos comprobaciones: el ‘33 alemán fue absolutamente autoritario; el ‘68, fue totalmente antiautoritario. Ahí hay que buscar la diferencia.
Que los hijos de los nazis del ‘33 fueran los estudiantes del ‘68 no tiene nada que ver en la sospecha de la igualdad de principios sino todo lo contrario. Porque justamente esa primera generación después del nazismo es la que se preguntó: ¿por qué hicieron eso nuestros padres, esos crímenes aberrantes, esa agresión a toda Europa? Yo lo puedo decir porque lo viví ya que en 1952 vine a Alemania a estudiar y en la Universidad de Hamburgo me enrolé en la Liga de Estudiantes Socialistas Alemanes, que pertenecía a la Socialdemocracia y tuvimos como profesor varias veces al propio Willy Brandt. Justamente allí comprobé que el gran tema para esa primera generación después de Hitler, era tratar de explicarse por qué sus padres habían podido integrarse a un movimiento que iba contra todos los principios de la ética, y que podría definirse como que su único dogma era el “Viva la muerte”. Allí, ya en los cincuenta había comenzado la reacción que desbordará a fines de los sesenta, con el masivo movimiento estudiantil que acabará con el autoritarismo en la enseñanza.
La reacción de los lectores del ensayo del profesor Goetz Aly ha sido rápida y definitiva.
Uno le dice al autor: “Con ese razonamiento se podría señalar la misma identidad de esencia entre un triciclo para niños y un tanque de guerra blindado con cañones y ametralladoras. Bajo el argumento de que los dos son ‘vehículos’”. Y otro le responde al historiador Goetz Aly: “Con el mismo razonamiento, usted podría demostrar que ‘Dabbeliú’ Bush es un discípulo directo del Mahatma Gandhi, el pacifista por excelencia, por tener ambos la misma altura física”.
Sí, porque el verdadero culpable de todo ha sido el sistema que domina al mundo. Y que no se puede dejar de lado con interpretaciones pseudo academicistas igualando a los que trajeron la muerte y a los que lucharon por más libertad en una sociedad que esos estudiantes definieron como “bajo sus sotanas se esconde el moho de mil años”. (Al decir “sotanas” los estudiantes se referían al vestido talar que llega hasta los talones, que usaban los rectores y profesores en las entregas de títulos.)
Lo de comparar al nazismo con el movimiento estudiantil del ’68 es lo que nosotros, los argentinos, conocemos bien como la “teoría de los dos demonios”, con lo cual quiso explicarse toda nuestra tragedia, para así “mirar para adelante”.
Pero la prensa europea ha dado lugar hoy a una noticia que enorgullece a quienes no le quitaron el cuerpo a la discusión sobre nuestro pasado. La noticia de que las Madres tomaron posesión de un lugar para la cultura en el edificio del complejo de la Armada, en Núñez, donde se torturó y “desapareció” a miles de personas. Un hecho por demás significativo. Todo un emblema. Y las Madres y quienes las acompañaron al acto dibujaron soles y flores. El triunfo final de las Madres. Enseñar cultura y futuro a las próximas generaciones. Volver a dar Vida.
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