Lun 09.09.2002

CONTRATAPA

Lógica cuadrada

› Por Luis Bruschtein

La mayoría de los argentinos reclama que se vayan todos, pero son pocos los que tienen idea de lo que habrá que hacer después. Y aun así es difícil que entre esos pocos, el sector más activo, se pongan de acuerdo en poco tiempo. En ese contexto, y en buena medida, que se vayan todos serviría para reforzar el sistema político que se quiere cambiar. Hacer oídos sordos a ese reclamo por esa razón es tan infantil como oponerse a un aumento salarial porque humaniza al capitalismo.
Esa lógica tan cerrada no sirve. Porque a su vez el sistema está tan corroído que ni siquiera es capaz de ejecutar ese recambio que, en este contexto, le daría más credibilidad. Y la incapacidad no proviene de que quieran defenderlo –porque si fuera así, se irían– sino porque la mayoría de los funcionarios y legisladores que deberían irse no quiere hacerlo. Ellos mismos ponen sus intereses por encima de los del sistema.
Con esa lógica cuadrada resultaría que quienes quieren cambiar el sistema lo estarían fortaleciendo con el que se vayan todos. Y los que quieren defenderlo lo estarían hundiendo al oponerse a ese reclamo legítimo, democrático y absolutamente mayoritario. Lo que sí es cierto es que quienes no toman esa bandera no solamente le hacen el juego al sistema, sino que terminan apoyando a lo peor de él, que son los que no se quieren ir.
“Si se van todos, muchos de ellos van a volver en las próximas elecciones. Y además, muchos de los nuevos serán parecidos a los que se vayan”, dicen los que tratan de dar contención política al reclamo. Todos proponen, entonces, alguna variante de Asamblea Constituyente. La dificultad para ponerse de acuerdo es tan grande, que cada fuerza propone una Constituyente distinta, como si prevaleciera el afán de diferenciarse sobre la necesidad de ponerse de acuerdo. Pero si se piensa que en una elección volvería la mayoría de los que se fueron, es ingenuo pensar que en una elección constituyente, de la variante que sea, no sucedería lo mismo.
El pensamiento mágico y la acción delegativa en política son herencias del modelo. Pensar que la mecánica política de ese modelo se puede cambiar por el solo hecho de que se vayan todos o que el país estaba en una situación prerrevolucionaria es mágico. Pensar que las cosas se resuelven con volver a casa después de votar una vez, aunque sea a los mejores candidatos y más combativos, es delegar responsabilidades.
Sobre todo, es pensamiento mágico creer que, de la noche a la mañana, tengan clarísimo el camino millones de personas que expresan su frustración justamente porque hasta hace poco votaron al justicialismo o a la Alianza o incluso a propuestas de izquierda que no pudieron perforar ese modelo. Aunque las responsabilidades no sean las mismas, la crisis política incluye a todos, a los que fueron votados, pero también a los que votaron.
Porque la crisis sobreviene cuando millones de personas expresan su desencanto con el sistema que sostuvieron hasta ese momento, por acción u omisión. La gran mayoría de las bases piqueteras votó al justicialismo y la gran mayoría de los asambleístas, a la Alianza. Sería difícil que en ese contexto se hubiera elaborado la propuesta de masas superadora porque si no, no hubiera sido crisis, sino transformación. Y al revés, si por casualidad existiera esa propuesta, no podría tener tan rápidamente el apoyo de las mayorías. Porque eso significaría que todos tuvieran las ideas muy claras.
Crisis implica la posibilidad de transformación, básicamente el rechazo a un sistema y dos o tres ideas para superarlo. Todo lo demás hay que construirlo. Las dificultades para acordar entre las fuerzas políticas que apoyan ese cambio, las divisiones entre piqueteros y hasta los problemas en las asambleas provienen de esa situación. Sobre todo provienen de no asumir esa situación. De creer, con argentina soberbia, que la crisis involucra a los demás, menos a uno, que se mantuvo claro y puro.
En Tiempos modernos, Chaplin corre tras un camión para devolver una banderita roja de peligro, y sin darse cuenta queda al frente de una manifestación. Lo de Chaplin no basta. La crisis es una posibilidad y se llega en situación desfavorable. No habrá salidas sin amplitud para los acuerdos y para la construcción de poder. Y tampoco habrá soluciones mágicas, en una movilización o en una elección, y quizás haya que ser minoría y crecer de a poco. Las transformaciones no caen del cielo.
Por eso, desde el triunfalismo o el sectarismo, que se vayan todos puede ser una forma de fortalecer el sistema. O puede ser una victoria parcial que en un proceso se sume a otras movilizaciones y otras elecciones, que en el futuro creen las condiciones para transformar de verdad al sistema.

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