¿Cuál es la relación entre el pensar y el conocer? ¿Y cuáles son sus diferencias? Estas preguntas, lejos de encontrar una respuesta universal, tienen significaciones filosóficas diversas de acuerdo a las miradas de los distintos autores. Estos dos interrogantes fueron el eje central de la segunda clase del curso Los filósofos: pensamientos y tonos de la voz que dicta Laura Klein en la Sala F del Centro Cultural San Martín todos los jueves a las 20 (hasta el 19 de diciembre). Klein eligió para este recorrido intelectual las cosmovisiones de Platón, Descartes, Kant, Hume, Nietzsche y Wittgenstein. “La idea es ir leyendo en ellos una concepción de la actividad filosófica como un híbrido. En este recorrido vamos a ver cómo para estos filósofos el pensar queda del lado de la acción ética, que disuelve la separación entre fines y medios”, adelantó Klein en el segundo de los doce encuentros.
“En El Banquete Sócrates define al filósofo como amante de la sabiduría, un ser intermedio entre mortales e inmortales que no es bueno ni bello, que es pobre e intrépido, anda descalzo y busca la sabiduría porque no la tiene”, arrancó Klein. “Aquí el filósofo no es el que conoce las ideas incorruptibles sino quien está empujado por la violencia. Pensar no es libre”, resaltó.
“Se supone que Descartes inaugura la primacía del yo y se imputa a su nombre la crisis del sujeto ‘cartesiano’. Pero, cuando Descartes se pregunta qué es una cosa que piensa no responde que es una cosa que razona, deduce y conoce sino que es una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que también imagina y siente”, explicó ante la reconcentrada audiencia, para enseguida rematar: “O sea que, en Descartes, pensar refiere al sujeto de experiencias, lo que nos lleva a advertir que su posición no era tan racionalista. La voluntad, que también es pensamiento, para Descartes es más fuerte y más noble que la razón. Así leído, con su obra comienza una lucha intestina entre pensamientos, de modo que el yo se convierte en el campo de batalla”.
El recorrido llegó entonces a Hume y Kant. “Subrayando el afecto por el pensamiento como inquietud y no como instrumento para obtener conocimientos y soluciones, Hume escribió que la desesperación tiene casi el mismo efecto sobre los filósofos que la alegría y dejó el camino abierto a Kant”, continuó Klein. “Kant en el prólogo a la Crítica de la Razón Pura explicita su ambición metafísica: ‘tuve que limitar el saber para dejarle un lugar a la creencia’, dice. Sólo se puede conocer aquel objeto del cual tenemos experiencia, y no existe objeto antes de que lo constituyamos en la experiencia. Pero la revolución copernicana de Kant justamente separa los fenómenos que se pueden conocer del noúmeno (alma, mundo y Dios), que no se pueden conocer pero se pueden pensar. Esto es lo que dispara el motor que mueve a Kant: liberar un espacio de subjetividad fuera del campo de las leyes de la causalidad, la finalidad y la identidad”.
Luego de su exposición –acompañada en cada caso de la lectura de textos originales–, Klein invitó a los numerosos asistentes a debatir la diferencia entre pensar y conocer. Varios interesados convirtieron en acto el deseo de la oradora: los participantes pensaron en voz alta. “Que no sea un lugar de pura cantidad de información y conocimientos sino que, a la vez, permita plantear algunos problemas y pensarlos. Y abrir el campo de preguntas y de posibilidades de pensamiento”, señaló Klein.
El curso continuará con diez encuentros más. El jueves 10 será Inadecuación entre ética y política en Levinas: “La moral comienza cuando la libertad, en lugar de justificarse por sí misma se siente arbitraria y violenta”. El jueves 17, el filósofo Eduardo Grüner estará como invitado para participar en El pensamiento hecho cine. Inadecuación entre imagen y texto. La imagen-grito. En algunas de las jornadas siguientes estarán la folklorista Liliana Herrero y el sociólogo Horacio González.