CULTURA
› OTRA POLEMICA EN TORNO DE HUGO WAST
El mimado de la Iglesia
El Arzobispado de La Plata auspició una Muestra del Libro Católico que homenajeó al autor antisemita, desoyendo una protesta del Concejo Deliberante y quejas de organizaciones laicas y judías.
› Por Verónica Abdala
Pensaba que los judíos “aparecen, históricamente, en lucha con las naciones en cuyo seno habitan”, y que esa supuesta característica “explica que el grito contra el que se ha levantado constante y enérgicamente la voz de los papas, ‘¡muera el judío!’, haya querido ser el sinónimo de ‘viva la patria’”. Sus libros están regados de conceptos desembozadamente antisemitas, y a menudo delirantes: la existencia de un supuesto plan secreto de los judíos de Buenos Aires para dominar el mundo es el núcleo argumental de una de sus obras, en otra sostiene que la crisis del ‘30 fue “una vasta maniobra judía para ahogar a la civilización cristiana”. Se llamaba Gustavo Martínez Zuviría (1883-1962), pero quedó en la historia con el seudónimo de Hugo Wast. Le gustaba que lo llamaran escritor y afirma que era un ferviente católico, que reconocía tres grupos principales entre sus enemigos: “los anarcomarxistas, los judíos y los nacionalistas”.
Sus prédicas racistas, pese a lo que podría pensarse, fueron funcionales a sus ambiciones políticas: llegó a ser ministro de Justicia e Instrucción Pública, tras el golpe militar de 1943 (durante su gestión reimplantó la educación religiosa en las escuelas públicas primarias y secundarias, se ocupó personalmente de erradicar el lunfardo de las emisiones de radio, intentó lo mismo con las letras de algunos tangos y censuró los guiones cómicos de Niní Marshall). Antes de eso, había sido diputado por el Partido Demócrata Progresista de la provincia de Santa Fe, en 1916, director de la Biblioteca Nacional, entre 1931 y 1954 (cargo del que fue removido tras el enfrentamiento de Juan D. Perón con la Iglesia), e interventor de la provincia de Catamarca, en 1941. En 1992, durante el gobierno de Carlos Menem, una sala de la Biblioteca Nacional fue bautizada con su nombre, se cree que por sugerencia de la Iglesia Argentina. El diputado socialista Alfredo Bravo impulsó un proyecto para reemplazar el nombre de la sala por el de Ernesto Sabato. La iniciativa no prosperó.
Como para no perder la costumbre ni las mañas, la Iglesia acaba de avalar la presentación de su novela El Kahal –que es más bien un auténtico tratado nazi, fechado en abril de 1935–, en la IV Exposición del Libro Católico, que acaba de desarrollarse en La Plata. Eso no fue todo: en el marco de la muestra, el comité organizador homenajeó al autor, al cumplirse cuarenta años de su muerte, y destacó el hecho de que “hace 25 años que este libro se exhibe en el marco de la Exposición del Libro Católico, sin mayores problemas”. Esta edición de la muestra fue coorganizada por el Arzobispado platense.
La exhibición de El Kahal en la Exposición del Libro Católico desató en La Plata una ola de protestas de organizaciones religiosas judías, entidades laicas y particulares, que llevaron al Concejo Deliberante platense a elevar a los organizadores una carta de repudio que firmaron Edgardo González y Moira Carriquiborde (ARI), Alejandra Sturzenegger (Acción por la República), Claudio Frangul (UCR), e Iván Maidana (FrePaSo). Pero el comité organizador de la muestra no solamente negó que el libro en cuestión tuviera contenidos antisemitas, sino que consideró que retirarlo de la muestra supondría un acto discriminatorio.
Por si todo eso fuera poco, el presidente del comité ejecutivo, Manuel Outeda Blanco, se encargó de defender en persona al autor de la tetralogía antisemita El Kahal (1935), Oro (1935), Juana Tabor (1942) y 666 (1942), al que calificó como “el novelista más popular de su época, cuyo nivel literario es equiparable al de Ernesto Sabato”. Algunos de los sorprendentes argumentos que Outeda Blanco esgrimió en su defensa fue que Martínez Zuviría “tenía amigos judíos”.
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