CULTURA
› MIGUEL BONASSO OBTUVO UN GALARDON DE LA CASA DE LAS AMERICAS
“El gran orgullo es que sea de Cuba”
El periodista y escritor fue distinguido con un premio de honor por “Diario de un clandestino”, su memoria de los años setenta. “Si Cuba pudo solucionar su crisis ¿por que nosotros no?”, pregunta.
Por Emanuel Respighi
El escritor y periodista Miguel Bonasso fue distinguido ayer con el premio “José María Arguedas”, en la categoría narrativa, en el marco de la competencia que organiza la Casa de las Américas, con sede en Cuba. El galardón, de carácter honorífico, fue por el libro Diario de un clandestino (2000), en el que narra numerosas anécdotas de la época en la que militaba en la agrupación Montoneros. “El libro tiene un poco de todo. Como la vida. No es una obra de gesta épica ni tampoco un panfleto político. Es un libro de memorias sobre la guerrilla, pero en la que aparecen todas: las entrañables, las cómicas, las tiernas, la vida en la clandestinidad con la familia... Cuenta la guerrilla desde lo cotidiano”, explica Bonasso. “Presumo que la humanización del revolucionario es lo que habrá atraído al jurado. Eso es lo que he tratado de expresar”, dice.
La mención que se otorga a Bonasso, que trabaja como periodista en Página/12, fue creada hace dos años en el marco de los famosos premios que se entregan desde la década del 60. Para el escritor, el hecho de que el galardón provenga de una institución del país del caribe “es un orgullo extra, porque se trata de una comunidad realmente lectora”. En estos días, Bonasso se encuentra escribiendo una crónica del Argentinazo, en que relata los hechos que desencadenaron la renuncia del presidente Fernando De la Rúa y marcaron el comienzo de la actual etapa de profunda crisis político-social. “Será un libro interesante, que todavía tiene final abierto. Algo así como La masacre de Tlatelolco, la crónica escrita por Elena Poniatowska”, apunta.
–La distinción proviene de una institución creada por la revolución cubana, justamente donde usted le realizó una entrevista a Fidel Castro el año pasado. ¿Cómo encontró a la isla en su visita?
–Hacía casi diez años que no iba, y la vi mucho mejor que en mi último viaje. Salvando las enormes distancias en lo económico y en lo político, la reflexión de Cuba respecto de la Argentina es que los cubanos supieron resistir y sacrificarse. Han pasado por situaciones muy complicadas y siempre permanecieron de pie. Cuando fui en 1992, tras la caída de la Unión Soviética, se notaba miseria y hambre. Todo eso cambió con la emergencia de los mercados libres para que no se disparen los precios: hasta el mismo ejército tiene un mercado con el fin de ofertar productos a la baja y regular los precios. Esto marca la capacidad de resistencia del pueblo cubano frente a los embargos y la caída de su gran aliado.
–Y este cambio político ¿repercutió también en otros ámbitos?
–Sí. Incluso, durante la nota a Fidel, lo noté muy crítico con la Unión Soviética. Hablaba muy libre y con bastante crítica y autocrítica respecto del pasado. La desaparición de la URSS fue buena, porque Cuba había pasado de la dependencia de Estados Unidos durante la etapa capitalista, a la dependencia de la Unión Soviética en la etapa socialista. En cambio, ahora encontró una suerte de vía de existir propia, cubana. Por eso uno no puede dejar de preguntarse: si en Cuba, con 100 mil kilómetros cuadrados y diez millones de habitantes, ubicado a 90 millas marinas del “monstruo”, la sociedad pudo resistir, ¿qué no podría hacer un país como el nuestro, de sofisticada riqueza, para lograr una autodeterminación mayor aún dentro del proceso globalizador? Es una reflexión válida. Porque acá, a saber por las medidas que toman a diario, no hay voluntad por parte de ningún sector de la clase política de tener una política independiente.
–¿Y tampoco parece haberla en ciertos sectores sociales?
–Seguro. En nuestra sociedad, desgraciadamente, todavía hay mucha gente que sale alocada a comprar dólares, a pesar de que hay otra que discute y arma asambleas populares. Son herencias culturales que muestran las distorsiones provocadas por un régimen capitalista dependiente nefasto. Por eso creo que en Cuba, aun con todos los errores del socialismo, hay ciertos valores de solidaridad y de nacionalidad que están muy vigentes. Osea: Cuba es una nación, nosotros no. Ese es el problema. A lo mejor, toda esta agitación social conduce a que conformemos una Nación.
–Se lo nota esperanzado.
–Sí, pero con reservas. Creo que un sector de la clase media empezó a discutir acerca del país. Y confío en que esa práctica comenzó a cambiarle la conciencia, que no se modifica por un acto de voluntad, sino en función de la necesidad y de la práctica. Probablemente, en términos generales, la clase media despertó porque le tocaron esa víscera sensible que es el bolsillo. Pero a partir de la existencia del corralito, creo que esa gente comenzó a cambiar, a ver que había otras personas que tenían problemas aún más graves. Un síntoma concreto es la marcha de los piqueteros del lunes pasado. La llegada a Liniers, y la actitud de participar de los comerciantes y vecinos de los barrios, es un hecho positivo. Sentí que los 30 mil desaparecidos revivían, que eran parte de nosotros y no habían muerto en vano. Que pertenecían a ese júbilo de la dignidad. Pero no hay que incurrir en el triunfalismo, hay que ser cauto.
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