CULTURA
Un homenaje conmovedor a la vida de Osvaldo Bayer
La Universidad Nacional del Centro, con sede en Olavarría, lo designó Doctor Honoris Causa en homenaje a su labor en el campo de los derechos humanos, la literatura y el periodismo.
Por Cristian Vitale
Desde Olavarría
El aula magna de la Universidad Nacional del Centro se ha llenado de gente, la noche en que se cumplen 27 años del golpe de estado del 24 de marzo. Habla Osvaldo Bayer, y se hace un silencio impresionante. El rector, Armando Pizanni, acaba de entregarle el Doctorado Honoris Causa, por “su labor en el campo de los derechos humanos, la literatura y el periodismo”. Al acto académico, que incluyó las palabras formales de elogio, a cargo del sociólogo Horacio González le seguirán una serie de calurosos encuentros del escritor e historiador con centenares de personas que convierten su visita a la ciudad en un acontecimiento.
Lo que Bayer lee es el texto que de su renuncia a la cátedra de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “Adiós a las aulas significa perder el escenario de la vida, pero queda la riqueza, la fortuna”, escribió este notable intelectual. “Uno dice adiós a las aulas y de pronto, en ese mismo instante, se le llenan los bolsillos de ideas, de reflexiones, de síntesis y se pasa a ser alumno de todas las aulas. Por eso, no puede haber un adiós a las aulas, porque seguiremos aprendiendo en el recuerdo. Lo que sí es doloroso es el adiós a los pasillos y sus ecos, a las voces juveniles apresuradas, a los sueños antes de entrar al aula, a las ganas que se huele en los corredores de cambiar el mundo, de llenarlos de volantes hacia el futuro. Mi adiós a las aulas es también mi adiós a las clases dadas en las calles, en apoyo a las protestas estudiantiles que los dueños del poder querían apagar con la razón de los bastones, a veces largos, a veces gordos. Mi adiós a las aulas es también aquel episodio en que me tocó dirigir una asamblea estudiantil, porque los alumnos me confundieron con un estudiante más. El mejor título que recibí en la Universidad. Los edificios fueron diferentes, pero la nostalgia me marca igual mis días de estudiante universitario a fines de los ‘40 y veo como docente ya en el regreso de la vida. La juventud y la ancianidad acompañados por los mismos ecos y los mismos sueños. Uno nunca espera el último día, lo ve dibujado en el horizonte, anunciado. Pero no lo cree. Y llega, inexorable. Es una especie de lazarillo que lo toma de la mano a quien se aleja y de pronto queda ciego. Lazarillo inexorable que lo aleja hasta el lugar en el que ya solo necesita aguardar... sólo aguardar.”
En las charla que sigue, en que le preguntarán de todo, Bayer da una y otra vez muestras de la lucidez de sus 75 abriles. “La mujer cumple un papel preponderante en las luchas sociales de la Argentina de hoy”, plantea, por ejemplo. “Son las que concretan, las que generan los merenderos y comedores para que los chicos vayan a la escuela desayunados. Si vas a la Asamblea de San Telmo, seguro que te encontrás con 80 mujeres y 20 hombres. En los ‘70, discutí mucho con ese gran hombre que fue Rodolfo Walsh acerca del rol de las mujeres en la lucha. Yo decía que había que protegerlas y él replicaba que las subestimaba. Hoy ellas son un ejemplo.” Acaso esas mujeres sean las herederas finales dice, citando el capítulo más intenso de La Patagonia Rebelde, de aquellas cinco pupilas del lupanar “La Catalina”, “que les gritaron asesinos, miserables y porquerías a los soldados que se disponían a usarles el cuerpo luego de haber fusilado 1.500 obreros en la estancia La Anita, en Santa Cruz, mientras la población ‘honorable’ se lavaba las manos ante la masacre”.
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