Lun 05.05.2003

CULTURA  › LA 29ª EDICION CERRO AYER CON LA PRESENCIA DE JOSE SARAMAGO

“El poder no está en la Rosada”

El notable escritor portugués definió al gobierno global como una “plutocracia”, con multinacionales que convierten a los presidentes en meros “comisarios”. El público ovacionó en reiteradas ocasiones al autor de “El hombre duplicado”.

› Por Silvina Friera

El ingreso de José Saramago a la sala José Hernández de la Feria del Libro encandiló al público presente, que observaba de pie y aplaudiendo fervorosamente cómo la figura esbelta del autor de Ensayo sobre la ceguera se desplazaba con paso cansino hacia la mesa donde estaba su última novela, El hombre duplicado. En el rostro del escritor, esa melancolía infinita que se le atribuye a los portugueses se fundía con la emoción que le generaba el afecto y la devoción de la gente. Desde que llegó al país, su agenda nutrida (participó del IV Congreso de Traducción e interpretación) no le dio tregua. Ayer cerró oficialmente la Feria (donde hoy habrá, no obstante, actividades) y esta noche, a las 20, dará una charla pública gratuita en el Teatro Colón. Pero él pone el cuerpo, porque es dueño de sus palabras, no sólo en un sentido estético. Su racionalidad crítica –la de un comunista que se define “libertario”– en un contexto que desprecia la reflexión, adquiere una dimensión ideológica imprescindible. La gente lo sabe y por eso está dispuesta a escuchar lo que dice, en ajustadísimos 45 minutos, sobre el mundo después de la guerra de Irak, la democracia y el poder económico: “El poder político se ha convertido en un instrumento del poder económico, incluso diría que los gobiernos se transformaron en comisarios políticos del poder económico”.
“Debemos enfrentarnos a la realidad brutal que nos inhibe y nos disminuye la capacidad de intervención en la vida colectiva de nuestros países, porque el poder no está donde creemos que está. En el caso de la Argentina, el poder no está en la Casa Rosada –advirtió Saramago–. El Estado más poderoso del mundo, que se ha convertido en una amenaza mundial, que es Estados Unidos, tiene por encima a las multinacionales.” Hace unos años, recordó que el escritor norteamericano Norman Mailer le confesó a la mujer de Saramago, la periodista y traductora Pilar del Río: “Clinton será el último presidente de Estados Unidos, porque a partir de ahora las corporaciones ya no tienen necesidad de intermediarios políticos”. El autor de El hombre duplicado afirmó que a pesar de que los hombres viven en un mundo donde casi todo se debate, no se discute la democracia porque se la considera un sistema de gobierno de la perfección. “La realidad del mundo está diciendo que esto es un engaño porque todos sabemos que el poder objetivo, real y del mundo es el poder económico; las multinacionales y transnacionales que tienen sus propias políticas de expansión, siguen rigurosamente e implacablemente sus intereses. ¿Cómo no nos damos cuenta de que el poder real no es democrático?”, señaló el escritor. “A estos señores, que tienen en sus manos el destino del mundo, no los hemos elegido nosotros. Es una situación esquizofrénica, pero vivimos en una plutocracia, que es el gobierno de los ricos”, añadió.
En El hombre duplicado, Saramago entrega una narración emparentada con un motivo literario muy frecuente en la literatura: la idea de un doble, la irrupción de un “yo” en dos mitades (una buena, otra siniestra), como en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson. No obstante, el escritor no apela a lo mágico o sobrenatural. Un profesor de historia, Tertuliano Máximo Alfonso, descubre de manera casual, mientras mira una película olvidable en su casa, la existencia de otro, un actor de reparto asombrosamente igual a él, una copia física y gestual exacta del atribulado y horrorizado profesor, que no alcanza a comprender lo que ven sus ojos. Esta duplicación o clonación altera la mansedumbre de la rutina del personaje, incapaz de aceptar que no es único, y resignifica una de las frases que Saramago eligió para iniciar la lectura del libro: “El caos es un orden por descifrar”. Entonces, en este enigma a resolver, el autor de El Evangelio según Jesucristo, Todos los nombres y La caverna despliega toda su pericia narrativa, ascética e irónica, que cautiva al lector, que no puede abandonar las peripecias de Tertuliano, hasta el sorprendente final.

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