Mar 02.10.2012

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Una luz para América

› Por Mario Oporto *

Murió Eric Hobsbawm (1917-2012). Lo hizo, si se pude decir así, en el Royal Free Hospital de Hampstead, en Londres, muy cerca del cementerio de Highgate donde está enterrado Marx, a quien Hobsbawm dedicó gran parte de su vida académica de historiador. Se podría decir que su final fue en un barrio “marxista”, donde él mismo vivió, posiblemente para no alejarse demasiado de su mayor obsesión intelectual, aquella que lo llevó a investigar a fondo las relaciones tormentosas entre capital y trabajo.

Sus cuatro volúmenes sobre la historia de los siglos XIX y XX separados en “eras” son fundamentales para entender la modernidad. La revolución, el capital, el Imperio y lo que llamó “la era de los extremos” del siglo XX (un siglo “corto”, que según él comenzó con la Primera Guerra y terminó con la caída del Muro de Berlín) son conceptos sin los cuales no podría entenderse la historia occidental de los últimos 200 años. Esos años de la historia occidental, que Hobsbawm investigó y analizó con una profundidad única, son de algún modo los mismos en los que comienza a ocurrir la emancipación de América latina. De modo que ver nuestra propia historia a la sombra (o a la luz) de los estudios de Hobsbawm es de una gran ayuda para entender el conjunto de fenómenos que se dieron de este lado y del otro del Atlántico.

Al propio Hobsbawm no le hubiera disgustado la asociación. Sabemos por su libro Años interesantes - Una vida en el siglo XX (2002), su autobiografía académica más que vital, que entre 1962 y 1963 viajó por varios países de América latina. Aquí observó que los argentinos no nos sentíamos “integrantes” del Tercer Mundo y, sin reconocerse como un especialista, escribió que América latina ha sido “un laboratorio del cambio histórico” creado para “socavar las verdades convencionales”. Cualquier latinoamericanista puede entender esas palabras como el elogio de un gran historiador al que nuestro continente le hizo cambiar la perspectiva de la historia. América latina ayudó a Eric Hobsbawm a eliminar “la línea divisoria existente entre los países ‘desarrollados’ y el ‘Tercer Mundo’”, así como también “la del presente y el pasado históricos”. Recordémoslo recitando a Pablo Neruda en el Machu Picchu –una escena de su vida que recordaba a menudo– y tratemos de inspirarnos en su sabiduría.

También agradecerle –en esto, sí, desde una experiencia exclusivamente personal de iniciación académica– haber ofrecido Las revoluciones burguesas, Rebeldes primitivos o Bandidos para que nos enriquezca y nos cambie la vida.

* Diputado de la Nación (FpV).

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