CULTURA
› LA PLAZA DE MAYO SERA EL ESCENARIO DE UNA INSTALACION SONORA
Sinfonía para bombo y helicópteros
Ocho columnas de sonido dispuestas en ronda alrededor de la Pirámide. Cacerolas y voces. Ovaciones y protestas.
O la historia de un país, contada por una Plaza y sus sonidos.
› Por Diego Fischerman
La obra se llama Los sonidos de La Plaza. Y está construida, claro, con los sonidos de la única plaza capaz de contar con ellos la historia argentina del último medio siglo. La Plaza de Mayo, con ocho columnas de amplificación dispuestas en una circunferencia alrededor de la Pirámide, con un diámetro de 60 metros, más otra situada por fuera de esa ronda –que remeda otras rondas– para aquellos sonidos que se oirán como viniendo desde la Casa de Gobierno, serán la gigantesca puesta en escena de lo que Martín Liut, el compositor y periodista que la ideó, define como “instalación sonora”.
Producida por la Secretaría de Cultura de la Nación en el marco del proyecto Año del Casco Histórico, la obra, de 60 minutos de duración, se oirá mañana y comenzará cada dos horas, a partir de las 12 y hasta las 20. Con guión de Ernesto Semán, edición y montaje de Hernán Kerlleñevich y Pablo Chimenti, mezcla de Lautaro Wlasenkov, modelización acústica de la Plaza a cargo de Gustavo Basso y un trabajo de archivo realizado por Leandro Donozo, esta composición comenzó a gestarse en diciembre de 1991. “En ese momento, hablamos con Semán y decidimos, ante esa Plaza silenciosa, en la que parecía que no habría más historia, devolvérsela a través de los sonidos”, cuenta Liut. De entrada, ambos se impusieron dos límites: que el tiempo narrado se circunscribiera al período transcurrido entre el 17 de octubre de 1945 al 20 de diciembre de 2001 y que la historia fuera contada de manera cronológica. Una historia signada por los bombos, las cacerolas, las marchas, los discursos y, también, los helicópteros.
“El tipo de aproximación al material es distinto en el caso de Semán y en el mío. A mí es más posible que un sonido me impacte por los ecos, que me fascine por su resonancia, mientras que a Semán jamás se le va a pasar por alto que se trata de la voz de Galtieri”, explica el compositor. “Y escuchando los sonidos nos dimos cuenta de algunas cuestiones sorprendentes. Por ejemplo, la diferencia entre los bombos y las cacerolas. Parece obvia pero, en realidad, lo que hay por debajo puede pasar inadvertido y es que en el caso del bombo hay un pulso regular, hay una organización, una estructura partidaria, mientras que con las cacerolas no hay estructuras partidarias que contengan y tampoco hay pulsos regulares. Cada uno golpea su cacerolita como quiere, el ritmo es caótico.”
Frente a una tradición reciente en la que la música buscó independizarse de usos y explicaciones extramusicales y en que bregó por la idea de la abstracción, Los sonidos de La Plaza va en sentido contrario. “Es que ésa es una tradición argentina”, opina Liut. “En este caso, si bien hay un trabajo sonoro y de organización, no quisimos caer en la ingenuidad de pensar que estos materiales podían no ser referenciales.” Entre las fuentes, Liut reconoce un reportaje al compositor Mauricio Kagel, leído en la notable revista Lulú (ya desaparecida) y sus conversaciones con otro músico y escritor, Abel Gilbert, con quien hizo una serie de obras radiofónicas para Radio Clásica. Después vinieron sus estudios con uno de los gurúes del género radiofónico, Klaus Schoening –que fue el productor de Kagel y Cage, en la radio de Colonia–, realizados gracias a una beca de la Fundación Antorchas. En cuanto a la manera de organizar el material, Liut cuenta que “jugamos con todas las vertientes posibles. Hay momentos en que el sonido está descarnado, porque nos pareció que no había que hacer nada, por ejemplo cuando se oye la voz de Videla felicitando a la Selección en una conexión que había hecho Muñoz, con él y con Menotti. Hay momentos en los que trabajamos con la ironía o en los que comentamos con otros sonidos lo que sucede. Por ejemplo, el discurso de Galtieri es contestado, en lugar de con la ovación de los que estaban en la Plaza ese día, con los gritos y aplausos infantiles de un acto escolar. O la plaza del sí de Menem, que fue su último discurso en este lugar y que se superpone a un coral de celulares”. Para el autor, la obra “funciona como una cebolla, con múltiples capas y múltiples modos de escucha. Según dónde esté y cómo se mueva, quien escuche oirá unas cosas más que otras o, incluso, algunas permanecerán ocultas mientras que otras se le revelarán. La obra será terminada de componer por el propio oyente y por sus acciones en la Plaza”. Compuesta como un collage a partir de materiales sonoros rescatados en fuentes como el Archivo General de La Nación, Eter, Metrópolis y la Biblioteca autónoma de Periodismo de la Utpba, en Los sonidos de La Plaza participan además el grupo de percusionistas Paralelo 33º y Hernán Vives en tiorba. “La ópera es, también, un género en el que la música funciona en combinación con otros medios. En este caso no interesa tanto la discusión acerca de si se trata o no de música”, afirma Liut. “No importa qué nombre se le ponga, yo prefiero tomarlo prestado de las artes plásticas y hablar de instalación. En todo caso es una de las respuestas posibles al viejo problema de qué hacer con el sonido en relación con otras artes.”