Dom 21.12.2003

CULTURA  › LAS ESCULTURAS DE LEANDRO BERRA

“Frágil identidad”

El artista trabaja sobre la idea de las personalidades fragmentadas y las individualidades siempre cambiantes. Argentino y encargado de la restauración en la Catedral de Reims, aquí habla de su apuesta estética.

› Por Silvina Friera

Las esculturas de Leandro Berra, diseñadas con la precisión de un relojero, invitan a ser miradas infinidad de veces para tratar de capturar un sentido escurridizo y mutante. Esas figuras inquietantes son piezas de una identidad siempre incompleta, que se construyen y desarman, que se acoplan y disuelven, que se interrogan e interrogan al que las escruta, obsesionado por descifrar los mecanismos de una trama compleja y sutil. Aunque nació en la Argentina, este artista plástico, que trabaja en la restauración de las esculturas del siglo XIII de la catedral de Reims, reside en París desde 1981. “Me gusta trabajar con la madera tallada, policromada, ese arte primitivo, arcaico, de los tótem, creando unos personajes que se confrontan con su propia foto en blanco y negro”, comenta en la entrevista con Página/12.
Berra presentó en el Centro Cultural Recoleta, recientemente, la muestra Un yo plural, una sola sombra, una serie de trabajos que reflexionan sobre la crisis del sujeto y el surgimiento de identidades múltiples, fragmentadas y en constante cambio, uno de los principales temas del siglo XX, desarrollado en la obra de Michel Foucault y los estructuralistas franceses. Como en muchas de las exposiciones de Berra, en esta muestra, las figuras de hombres y de mujeres interactuaron con distintos soportes visuales: fotografías, textos y video. “La identidad es frágil porque al pluralizarla se la hace diversa, y la identidad tiene vocación de ser única”, reflexiona Berra, que dejó sin terminar la licenciatura en matemática durante la dictadura, se exilió en Francia y estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de París. Lo primero que realizó en Buenos Aires fue una instalación en la estación Alberti norte de la línea A, a fines de la década del ‘80. “Eran pedazos de personajes dispersos, pero por un efecto de perspectiva, se armaban. Como el subte avanzaba, las formas explotaban al mismo tiempo”, recuerda el artista, encargado de realizar las réplicas de las esculturas, que están muy deterioradas, de la catedral de Reims.
Entre las curiosidades de Un yo plural, una sola sombra, en Pierre Ménard, una escultura con el texto de Borges en francés, aparecía una secuencia láser del código ADN de la madera en la que Berra talló la escultura. “Uno de los mitos de la sociedad actual es el ADN, al que se le atribuye la propiedad de disponer la información absoluta de quiénes somos, la cifra oculta que todavía no sabemos leer”, advierte.
–¿Qué tipo de influencias reconoce, que le han permitido “armar” su propia identidad?
–“Yo soy otro”, dice Rimbaud; ésa es mi principal influencia. Soy otro porque permanentemente estoy cambiando, en el sentido de Heráclito y la filosofía del movimiento, otra de las fuentes de las que se nutre mi obra. Me instalé en la plástica, en las artes visuales, desde una postura: no inscribirme en las escuelas existentes. Trato de interrogarme acerca de algo que está olvidado en las sociedades contemporáneas: la identidad. La sociedad ha dejado de proponer respuestas a esto. Otro de los mitos de la sociedad contemporánea es la digitalización, el universo de lo virtual. Opongo el arcaísmo de la madera al universo de la digitalización, un universo que se percibe como una solución que va a cambiar el mundo y la relación entre los hombres. Utilizo muchas citas literarias, el caso de Pierre Ménard, en donde procuro integrar las citas con fotos monumentales del libro, que implican la idea de monumento fúnebre de los muertos por la patria. Para la cultura contemporánea, el libro ha dejado de tener ese papel privilegiado que tenía cuando se lo creó. Ahora la cultura es todo: el Pato Donald, el McDonald’s y MarceloTinelli. Todo es cultura, cosa que si bien es cierta habla también de una visión indiferenciada, una pérdida y disolución del concepto de cultura.
–Aunque las sociedades no se pregunten acerca de la identidad, ¿se proponen alguna opción frente a esta disolución?
–Intentan responder a través de las marcas, del consumo; proponen como modelo el éxito. La mundialización es el triunfo de la visión norteamericana. Seguramente, en la cuestión de la identidad está también el problema de la muerte. ¿Cómo puedo ser si voy a dejar de ser, qué cosa soy si voy a dejar de ser? No sé si está genéticamente inscripto, pero hay una interrogación acerca del sentido, que aparece como algo universal, casi eterno. Tradicionalmente, el hombre se dio sentido a través de la religión. Hubo un período del humanismo, en cambio, donde el sentido estaba en un proyecto común, en la esperanza del progreso. Con la globalización, no hay más respuestas. El individuo está aislado y solo en su deber de tener éxito económico, un imperativo que no genera ni construye un lazo social y que no es una fuente de sentido.
–¿Las identidades son efímeras si el éxito es el patrón de conducta, de identidad, que impone la globalización?
–La identidad siempre es efímera. No es cierto que pasamos de una identidad a la otra como se pasa de una moda a la otra: de las zapatillas Nike a las Puma. Quieren vendernos que es así, pero no creo que íntimamente sea para nadie de esa manera. El escritor Antonio Tabucchi, en Sostiene Pereira, plantea a través de uno de los personajes, el doctor, una teoría: no tenemos un alma sino una confederación de almas, pero una sola es la dominante. A veces, la dominante se cae y hay otra que toma el poder. Ahí es cuando cambiamos. Somos una cosa plural, o como diría Whitman “soy multitudes”.
–¿Cómo se relaciona esto con el arte contemporáneo, muchas veces tildado de efímero?
–Hay una contradicción entre ese enunciado y las formas reales del arte actual, que se inscriben de maneras diferentes, pero siempre en el marco de la lógica oficial de las instituciones. Al arte contemporáneo lo define la búsqueda de revelar mecanismos de funcionamiento de la sociedad.
–¿Sólo el arte contemporáneo trata de reflejar los mecanismos de funcionamiento de la sociedad?
–En la historia de la humanidad, el arte cuenta lo que la sociedad necesita decir de sí misma y la identidad social se construye con los símbolos que el arte le ofrece.

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