Sáb 10.01.2004

CULTURA  › A LOS 94 AÑOS, MURIO AYER NORBERTO BOBBIO

El oráculo de la izquierda

Fue uno de los grandes filósofos políticos de Europa en el siglo XX. Participó de la vida política de Italia desde su rol de “conciencia crítica de la izquierda” y se manifestó en contra de todos los dogmatismos. Era senador vitalicio de su país.

› Por Fernando D´addario

Norberto Bobbio consideraba “poco apasionante” cualquier acercamiento a su vida, que se apagó sin mucho ruido ayer a los 94 años, debido a una aguda crisis respiratoria. El pensador italiano, tal vez por modestia, acaso por la obstinación de exponerse sólo a través de sus ideas, minimizaba dos cuestiones que los demás –apologistas, detractores, polemistas varios, profesores y estudiantes universitarios– supieron apreciar: su condición de testigo lúcido y activo del Siglo XX, y su presencia implícita, desde sus libros, en las discusiones académicas de las últimas décadas. Bobbio fue un tipo apasionante sin quererlo, o sin saberlo. El prefería preservarse de estos devaneos. Extrañaba, eso sí, a muchos de sus viejos interlocutores, que se fueron muriendo antes que él y dejaron en suspenso debates y polémicas que otros retomarán. En ese mundo intelectual que se le escapaba, Bobbio reconocía los signos más visibles de la vejez.
Pero como todo filósofo político, él admite una lectura temporal diferente. Su edad cronológica no necesariamente coincidía con la de sus ideas, que fueron fluctuando y madurando al vaivén de los acontecimientos históricos que vivió. Su arsenal de conocimientos teóricos, su admiración por las escuelas filosóficas inglesas, sus lecturas de Hobbes y Locke, sus respetos hacia el realismo de Maquiavelo y su equidistancia entre los más cercanos (temporalmente) Benedetto Croce y Gramsci estaban orientados hacia un objetivo más práctico y no menos complejo: entender el aquí y el ahora. Buscó su eje entre la “cultura académica” y la “cultura militante”, pero murió, reconoció alguna vez, sin encontrar la síntesis. De su monumental obra, clasificada en más de cinco mil títulos (entre ensayos, artículos y entrevistas) por el Centro de Estudios Pietro Gobetti, puede inferirse, si no una síntesis, un espíritu, un modo de percibir la realidad social y política que le tocó compartir.
No era un hombre afecto a las categorizaciones simplistas, pero las reseñas necrológicas a veces lo exigen: debe decirse que Bobbio era un liberal-socialista; odiaba los extremismos, quizás porque los vivió todos: con su educación delicada en el seno de una familia burguesa de Turín, se topó demasiado pronto con las rispideces del fanatismo, corporizado en el régimen fascista de Mussolini; sufrió, con distintos grados de percepción (por una cuestión de edad), las dos guerras mundiales; asistió a la locura de la guerra fría; se ilusionó y se decepcionó con la revolución de Mao; fue testigo de la caída del Muro de Berlín y de la posterior canonización del Mercado; denunció la Guerra del Golfo y la anunciada muerte de las ideologías. No siempre fue valiente para defender sus ideas, pero tuvo la valentía de admitirlo. Acérrimo antifascista, reconoció, humillado, que en tiempos de Mussolini llegó a congraciarse con el Duce a cambio de que cesaran las persecuciones en su contra. Desde su trinchera intelectual influyó luego en la democratización del PCI (Partido Comunista Italiano) y prefiguró teóricamente a la “nueva izquierda” aunque no comulgó con sus hibrideces de facto. La corporación política premió su trayectoria con una senaduría vitalicia, pero su verdadero título nobiliario era su cátedra en la Universidad de Turín.
Fue, también, un caso raro: cuando los postulados de Fukuyama y el llamado “fin de la historia” se imponían en buena parte del mundo, su Derecha e izquierda (1994) se convirtió en un best-seller. Allí, en definitiva, no hacía más que trasladar al papel una realidad que palpaba todos los días: la derecha y la izquierda seguían existiendo, en cada actitud, en cada decisión política. Poco después, el neoliberalismo autoritario de Berlusconi le dio la razón. Bobbio consideraba cuatro combinaciones políticas básicas. Decía que había regímenes igualitarios pero no libertarios (stalinismo), igualitarios y libertarios (socialdemócratas), libertarios pero no igualitarios (la derecha democrática) y ni libertarios ni igualitarios (fascismo, nazismo). Peromás allá de estos esquemas, reconoció ya cerca de los 90 años: “Llego al final sin haber comprendido las cosas más importantes. Traté toda mi vida de excavar, pero no pude llegar al fondo. Me quedé en la superficie”.

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