CULTURA
› NOE JITRIK Y LA OBRA DEL ESCRITOR
“Valorar con equilibrio”
Experto en literatura y amigo personal de Cortázar, Noé Jitrik expondrá en la Cátedra de Guadalajara un trabajo que relativiza el valor de la poesía y novelas y destaca sus cuentos y ensayos.
Por Angel Berlanga
Aunque forma parte del consejo técnico de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara, que desde mañana desplegará un coloquio de cuatro días para evocar al escritor argentino (con la presencia de Gabriel García Márquez, José Saramago y Carlos Fuentes, entre otros), a propósito de los 20 años que se cumplen desde su muerte, Noé Jitrik se declara entre “perplejo y abrumado” ante la “catarata de homenajes y cumplidos a un escritor que en vida ha tenido que padecer bastante la soledad”. “No es que no haya tenido reconocimientos en vida –aclara enseguida–, sobre todo a partir de su adhesión a Cuba y su participación en Nicaragua. Es curioso cómo cierta izquierda tiene todavía una capacidad consagratoria, porque llama la atención sobre alguien y luego eso se amplía y ocupa muchas capas de la sociedad.” Lo que perturba a Jitrik, ensayista, poeta y autor de ficción, director de la colección Historia crítica de la Literatura Argentina, es que aparezca aquí como un novedoso héroe nacional: “Ahora todo el mundo quiere rendirle honores, parece que lo acabaran de descubrir”, dice, y explica que en Guadalajara Cortázar es casi objeto de culto desde hace años: “En la cátedra se trabaja sobre su obra, se recopilan documentos y libros, hay una casa de estudios dedicada a él; en México su presencia es constante”.
“Y dado este clima homenajeante –agrega Jitrik–, no puede haber sino derroches de incienso, y como consecuencia no hay demasiado lugar para el espíritu crítico, para indagar en su obra.” ¿Por qué participa, entonces, del coloquio en Guadalajara? “Primero, porque he escrito mucho sobre Cortázar; escribí sobre Bestiario ya en 1968, y también sobre distintos aspectos de su vida. Luego, porque soy miembro de la cátedra. Y, finalmente, porque fui su amigo personal.” Jitrik expondrá en Guadalajara un trabajo que acaba de terminar y ronda en torno a una pregunta: ¿Por qué leer a Cortázar hoy?
–¿Y por qué hay que leer a Cortázar hoy?
–Bueno, celebro muchas cosas de él, la persona, la imagen, el recuerdo. Pero hay que hacerse esa pregunta, y hay que responderla con honestidad. Yo no estoy seguro de por qué leería hoy a Cortázar. Leí Rayuela el año pasado y no me quedé del todo contento. Pero no porque la encontrara mediocre o mala, sino porque creo que en cada época hay necesidades de lectura que van cambiando. Y un buen lector debe hacerse la pregunta: ¿por qué lo tengo que leer? En ese sentido, creo, los medios distorsionan mucho las cosas, como cuando desde los suplementos literarios se dice que “tal libro” o “tal autor” es imperdible.
–¿Y en cuanto a la vigencia de sus cuentos?
–No, en torno a los cuentos me parece que hay una cualidad excepcional. Aunque tradicional, lo cual no es una mala palabra. Es decir, dentro de la historia del cuento, Cortázar ocupa sin duda un lugar muy importante, porque reúne todas las cualidades retóricas de las mejores piezas. Sus cuentos pueden perfectamente equipararse con los de Guy de Maupassant, o con los de Horacio Quiroga, o con las narraciones de Borges. Son articulados, perfectos, económicos, originales en su tema, precisos en su elaboración. Rescato vigorosamente sus cuentos: son muy buenos. Desde Bestiario hasta los últimos. Ahí hubo una permanencia.
–¿Una permanencia que usted no observa en sus novelas?
–No, ahí no. Me parece que adolecen de un voluntarismo... Bueno, por ahí todos incurrimos en el voluntarismo, todos decimos “¿por qué no voy a escribir esto con estos alcances...?” No es un reproche, pero sí es una observación. Sus novelas son más falibles para una permanencia histórica. Yo destaco, en cambio, sus ensayos. Hay uno de él, perdido, que leí hace unos cincuenta años y nunca olvidé, sobre Ricardo Güiraldes: era de una inteligencia, de una claridad, de una percepción de las cosas, que realmente no pude olvidar. Esos textos me parecen tan necesarios y tan consistentes que no hay manera de escaparles. En contrapartida, si alguien me dice “¿tengo que leer Los premios?”, yo diría más o menos. ¿Y si me preguntan lo mismo con Libro de Manuel? Y, más o menos. ¿Y con las cosas chistosas, los cronopios y los famas, que han tenido tanto prestigio en su momento? Y, yo también diría más o menos; no me atrevería a decir “no lo hagas”, pero no lo aconsejaría con énfasis.
–¿Y en cuanto a la poesía?
–La desconozco. Lo único que conozco es aquel poema que escribió en la época de Cuba, del juicio a Heberto Padilla, y no, me pareció catastrófico. Muy endeble... muy poco consistente, algo de lo cual creo que debía haberse arrepentido, porque era un tipo consciente, era un artista. Me parece que eso se le escapó; es lo único que puedo decir sobre su poesía, es lo único que he leído.
–¿Cómo es percibido en la universidad?
–No sé muy bien, porque en este momento no estoy en el ámbito académico. En el próximo volumen de la Historia crítica de la Literatura Argentina hay un capítulo entero dedicado a Cortázar. Si eso es académico, tiene importancia. No sé si en las facultades se lo lee, o si está en los programas; ese es un tema muy distorsionado, que además se organiza de acuerdo con las percepciones y necesidades de los propios docentes.
–¿Imagina que su trabajo será muy disonante en Guadalajara?
–Espero que no. Y espero que no corra demasiado incienso, porque de lo contrario todo el mundo va a tener un poco de temor de tocar a una figura tan consagrada. De hecho, si el evento se abre con un discurso de homenaje, habrá que ver quién va a apartarse después de esa vía. Pero yo no planteo que haya que tirar el ídolo al suelo o denigrarlo. Creo que es una buena ocasión para plantarse un poco más tranquilamente y señalar que se trata de un escritor muy importante, que cubre toda el área latinoamericana, que ya forma parte de la historia de la literatura, y que por un lado están el cariño, la admiración y el reconocimiento de quienes lo leen, y por otro la necesaria toma de distancia del culto para poder valorar con equilibrio su obra.
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