CULTURA
› LA ESCRITORA COLOMBIANA LAURA RESTREPO OBTUVO EL VII PREMIO ALFAGUARA DE NOVELA
“Quise hacer un libro sobre los colombianos del montón”
Un jurado presidido por José Saramago distinguió su libro Delirio entre los 635 manuscritos presentados. La nueva novela de Restrepo es una historia de amor y locura, que tiene como trasfondo el narcotráfico.
› Por Silvina Friera
“La política y la realidad están antes que la literatura. En este momento en que tenemos la posibilidad extraordinaria de tener como alcalde de la capital de Bogotá a Lucho Garzón, un demócrata preocupado por la gente pobre de esta ciudad, que es más de la mitad, el deber es estar al lado suyo y posponer un poquito las tareas literarias.” Así se pronunció la ganadora del VII Premio Alfaguara de Novela, la escritora colombiana Laura Restrepo, que acaba de ser nombrada directora del Instituto de Cultura y Turismo de la ciudad en donde nació en 1950. Esta convicción no debería sorprender porque esta escritora siempre se propuso unir su vocación política con el periodismo y la literatura. “Ante realidades institucionales y oficiales tan impuestas como las que priman en la mayoría de nuestros países, florecen por debajo realidades clandestinas y secretas que hacen al alma de los pueblos. La literatura debe sacarlas a flote y contraponerlas a la verdad oficial”, dijo Restrepo, que obtuvo uno de los galardones más importantes en lengua castellana con Delirio, una historia de amor que se sumerge en la locura, los misterios y secretos en medio del derrumbe de la explosiva sociedad colombiana de los noventa.
“Todos los secretos están guardados en un mismo cajón, el cajón de los secretos, y si desvelas uno, corres el riesgo de que pase lo mismo con los demás.” El que desliza estas palabras es Aguilar, el personaje principal de Delirio, un profesor de literatura dedicado al reparto de comida para perros, que convive con Agustina, una mujer hermosa, de quien está profundamente enamorado. Cuando regresa de un viaje, descubre que su mujer se ha derrumbado por el precipicio sin fin de una locura que resulta, aparentemente, incomprensible. “Esta novela tiene como trasfondo el narcotráfico, algo inevitable cuando se habla de Colombia”, explicó Restrepo. “Pero lo que puede tener de nuevo es ver este drama desde la interioridad. Es una novela más subjetiva cuyo tema central es la locura. ¿Qué pasa cuando esta situación exterior tan adversa no nos encuentra con todos los resortes necesarios para asumirla con lucidez?”
La escritora añadió que “tratando de averiguar qué ha sucedido, su marido se da cuenta de que la conoce muy poco, que hay perturbaciones profundas en el pasado de su mujer que ni siquiera sospechaba”. Restrepo trazó una diferencia sustancial con otro famoso personaje de la literatura colombiana creado por Jorge Franco Ramos. “Agustina, a diferencia de Rosario Tijeras, forma parte de los colombianos del montón que, pese a lo que pueda parecer desde afuera, es gente pacífica que no tiene nada que ver ni con la guerra ni con sus negros mecanismos. Agustina más bien padece aquella maquinaria que termina arrinconándola. Me interesaba particularmente en esta novela dejar de lado el heroísmo armado, que ya está en desuso. Agustina es parte de ese montón desarmado que con su propia vida trata de ponerle freno a la guerra”, indicó la autora de Historia de un entusiasmo (su primer libro, publicado en 1986), La isla de la pasión (1989), Leopardo al sol (1993), Dulce compañía (1995), La novia oscura (1999), La multitud errante (2001) y Olor a rosas invisibles (2002).
No es que Restrepo esquivó el bulto que le deparó el premio (las preguntas sobre literatura) para ahondar en los temas políticos que la desvelan como los secuestros, la guerrilla y la violencia (ver recuadro). Con sutileza, y cuando la ocasión o la pregunta se lo permitían, ella –como le gusta hacer con sus personajes a los que empuja hasta el límite, para observar cómo sobreviven a la catástrofe con humor y dignidad– sometía a los periodistas latinoamericanos a un límite semejante: la experiencia de comprender las razones de su compromiso con Colombia. “Me interesa poder incidir en la realidad de un país, que se está desangrando por una guerra que tiene el apoyo internacional de George Bush, y quetiene eco en nuestro presidente, que desafortunadamente no ha querido implementar la política de paz que tanto necesitamos. Como escritora y como miembro del gabinete del alcalde Lucho González, espero de todo corazón poder ayudar a que los colombianos encuentren un espacio de negociación y reconciliación, que nos permita salir adelante de esta guerra tan absurda y sin sentido.”
“Yo no veo la tragedia colombiana desvinculada de la tragedia del pueblo iraquí, afgano o palestino”, comparó Restrepo. “Tenemos que derrotar mundialmente las políticas de la guerra neoliberal porque hace rato que se les pasó la hora. Es el tiempo de pueblos libres, del rescate de la democracia, de la alegría, del derecho de los niños a crecer, y de la gente a morirse de vieja ante una cama y no asesinada en cualquier esquina.” Restrepo, que trabajó en diferentes medios gráficos (la revista Cromos, de la que fue editora, pero también en Semana y el diario mexicano La Jornada, entre otros), advirtió que “el periodismo es un oficio de supervivencia en estos países donde la realidad cambia todos los días, en donde uno tiene que salir a buscarla para que no la atropellen”. Por eso, la escritora confesó que algunos de sus amigos le señalan que ella practica en sus libros un periodismo falaz. “Parto de reportajes y después los tergiverso, los aumento y los disminuyo hasta volverlos literatura. Pienso que es un vicio que me apareció desde que trabajaba como periodista. Cuando investigaba, sentía la necesidad enorme de mentir un poquito para hacer las historias más completas. Siempre que me faltaba un dato en mi investigación y yo tenía la certeza de que era así, tenía la tendencia de literaturizar para completar el cuento. En la literatura me doy toda la libertad del caso y ya nadie me puede acusar de mentir.”
El presidente del jurado, el Premio Nobel de Literatura José Saramago, recogió el guante y se dio el gusto de interrumpir las reflexiones de Restrepo. “No es que tú mientas, estás proponiendo una experiencia y una necesidad de investigación periodística a una literatura de primera clase como es esta novela. Me parece que te estás despreciando un poquito”, le replicó el autor de Ensayo sobre la ceguera con su peculiar sentido del humor. “La literatura siempre es una pequeña tergiversación que trata de llegar a una verdad más profunda. Tiene razón José, usted siempre tiene razón”, le respondió la ganadora, admiradora de la obra de Saramago. El jurado, que tuvo que pronunciarse sobre cinco novelas seleccionadas entre 635 (un record de manuscritos presentados), consideró que Delirio es “una obra completa, en la que caben la tragedia y el humor, las pasiones más bajas y los sentimientos más altruistas, la crueldad y la solidaridad. Un caleidoscopio de la sociedad moderna, centrado en la realidad compleja y exasperada de Colombia”.
En cuanto al realismo mágico, la ganadora del Premio Alfaguara lo objetó como un cajón en el que se mete a toda la literatura colombiana. “Las nuevas generaciones de escritores somos hijos de El coronel no tiene quien le escriba, un texto más realista que Cien años de soledad, ambos de (Gabriel) García Márquez”, opinó Restrepo. Otro de los miembros del jurado, Paz Alicia Garciadiego, guionista de cine que colaboró en numerosas películas de su marido, Arturo Ripstein, comentó la sensación que tuvo al leer Delirio. “La violencia más terrible es cuando se vuelve un telón de fondo cotidiano que todos damos por sentado. Hay muchos personajes que dicen no tomar tal calle porque es la calle de las bombas o que escuchan una explosión y no se inmutan y siguen adelante con el diálogo. Es una especie de cerco cotidiano muy enloquecido en que encuentro un parangón con el enloquecimiento de ella. Es como si la esquizofrenia de la sociedad actual de Colombia se reflejara en la esquizofrenia de Agustina.” Restrepo coincidió con la guionista: “Cuando la violencia callejera es tan alta como acá, uno tiene la sensación de que entras a las casas, cierras las puertas y estás a salvo. Sin embargo, la permanente exposición a esa violencia exterior empieza a introducirse en las relaciones dentro de la propia familia. El intento fue demostrar cómo penetra esa guerra, cómo esa violencia se refleja a puertas cerradas, en el interior de las familias, en el interior de nosotros mismos”.
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