CULTURA
› POETAS Y ACTORES RECORDARAN HOY A JOAQUIN GIANNUZZI
Las contraseñas de un escéptico
Fue uno de los grandes de los años ‘60, pero su obra no tuvo aún el reconocimiento que merece. En el tributo que se le rendirá en la Feria, Ingrid Pellicori y Horacio Peña recitarán sus poemas.
› Por Sandra Chaher
Poco más de tres meses después de su muerte, poetas y actores se reunirán hoy en la Feria del Libro para recordar al poeta Joaquín Giannuzzi, uno de los más grandes de las últimas décadas, que falleció el 26 de enero a los 79 años. Giannuzzi nació en Buenos Aires en 1924 y murió en Campo Quijano, Salta. Estuvo casado con la escritora Libertad Demitrópulos hasta que ésta falleció en 1998, y con ella tuvo dos hijas: Leda y Moria. Es considerado uno de los mejores poetas de la década del ‘60, junto a Juan Gelman y Leónidas Lamborghini, aunque, para muchos, su obra no fue aún suficientemente reconocida. Es cierto que recibió el Premio Nacional y el Municipal de Poesía y que sus poemas se publicaban, pero no fue masivamente conocido por la gente ni por el mundillo literario. Era algo así como un autor “de contraseña”, sobre todo para la gente joven: una de las particularidades de su vida fue haber estado rodeado de poetas jóvenes que admiraban su estilo escéptico y mundano.
Para homenajearlo, la Secretaría de Cultura de la Nación organizó un encuentro que se realizará hoy a las 20.30 en la sala Sarmiento. Allí conversarán los poetas Pedro Mairal, Víctor Redondo, Paulina Vinderman y Susana Villalba; y los actores Ingrid Pellicori y Horacio Peña recitarán sus poemas. Villalba, que coordinará la mesa, dice: “Hay una cosa cruel en Argentina: Giannuzzi y Gonzalo Rojas tienen el mismo nivel literario; sin embargo Rojas no sólo ganó el Cervantes sino también el José Hernández, que es el premio más importante de poesía que se da en Argentina, y se lo dieron a un chileno y no a él. Esto evidencia la falta de apoyo del Estado”.
De los convocados por Villalba, Mairal es el único que podría entrar en la categoría “joven admirador de Giannuzzi”; los demás tienen algo más de 40 años y lo conocían desde antes. Mairal, poeta y escritor –autor de Una noche con Sabrina Love, que obtuvo el Premio Clarín de Novela en 1998–, autor de un reciente libro de poemas, Consumidor final, en el que Villalba reconoció cierta influencia “giannuzzina”, reconoce que “está muy presente en este último libro. Por él aprendí a escribir de forma menos lírica, menos celebratoria. El se anima a una mirada pesimista, oscura del mundo, a hablar de las cosas feas. Y gracias a él entendí que también se podía escribir sobre eso”. Mairal vio a Giannuzzi una sola vez, cuando fue a su casa con un grupo de poetas jóvenes, pero no olvida la carta que éste le envió como respuesta al pedido de lectura de su primer libro de poemas. “Me llamó la atención en sus versos un rasgo poco común en la poesía que se escribe actualmente –le decía Giannuzzi en ese texto–: la presencia de la música, quiero decir la sonorización armónica.”
Vinderman siente que fue su “amiga-hija” desde que lo conoció. “Me acerqué a él por su poesía admirable y me encontré con esa faz tierna detrás del escepticismo de sus poemas. El tenía muchos amigos y hacía un culto de la amistad, se preocupaba. Yo no me siento influenciada directamente por su obra más allá de la ósmosis natural cuando estás mucho con alguien, pero le debo la economía en las palabras, en la adjetivación, y un consejo: yo empecé haciendo poemas muy verticales, cortos, y él me dijo que yo era de respiración amplia y era cierto.” Vinderman habló con Giannuzzi tres días antes de su muerte. “Hacía tiempo que le rondaban presagios de muerte, tenía una enfermedad cardíaca de la que era consciente y un poco se estaba despidiendo. Pero no lo sentía como algo inminente. Estaba muy contento porque lo habían invitado a Chile en mayo de este año y porque en España le iban a publicar una antología. A pesar de la mirada cáustica que tenía en sus poemas, amaba la vida. Creo que en verdad su obra era una advertencia y una precaución para otros y para sí mismo.” Redondo, que compartió momentos en familia con Giannuzzi y su esposa, recuerda que en un viaje a “su casita en Campo Quijano, en medio de la montaña nos atacó un aguacero infernal. Joaquín, el pesimista, era el que nos había impulsado a pasear pese a los anuncios de aguacero inminente. Y Libertad, la optimista, era la que repetía ‘yo te dije, yo te dije’”. También recuerda que cuando Libertad murió, “afortunadamente Joaquín se repuso e incluso mejoró su humor. Siempre me impresionó de él el delicioso contraste entre su vida humilde, de cronista, y su alma delicada de artista y la cultura de sus enormes lecturas. Recitaba párrafos completos de La Divina Comedia. Y su cambio de humor, sin por eso dejar de ser un eterno e irreconciliable pesimista, le permitió el acercamiento de los jóvenes, que creo que vieron en él a un hombre implacable con su tiempo y decepcionado de casi todo, igual que lo que sienten ellos”.
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