Por Daniel Divinsky *

La desafortunada declaración de Torcuato Di Tella sobre la cultura como “el gallinero de una casa que se incendia” permitiría hacer una broma: es coherente con la tradición del primer peronismo, cuando designaron a Borges inspector de aves y gallineros. Pero hay que tomarla (un poco) más en serio. Creo que Di Tella no tendría que renunciar, pero debería someterse a un tratamiento de reeducación, para que decida qué va a ser cuando sea grande. Le hace un flaco favor a un gobierno que no está haciendo todo mal en el campo cultural, con declaraciones hechas sólo pour épater le bourgeois como se decía antes, y con las que en realidad intenta probar su sentido del humor. Lamentablemente le sale al estilo Moisés Ikonicoff y me temo que lo tiente el escenario de la revista porteña.
No sé si el Gobierno tiene un plan en materia cultural –de todos modos algo así se va construyendo en la práctica del ejercicio del poder, que le cayó un poco de sorpresa al sector justicialista que ganó las elecciones—, pero salvo las excepciones públicas y notorias (Fondo de las Artes, Biblioteca Nacional, levantamiento luego revocado de dos de los poquísimos programas del área en el canal estatal), no está haciendo las cosas peor que los gobiernos inmediatamente anteriores. Funcionarios como Américo Castilla, Patricio Lóizaga, Elvio Vitali, la Lic. Bianchi en la Conabip, Mona Moncalvillo en Radio Nacional, el nuevo director del Museo de Bellas Artes, Alberto Bellucci, tal vez por cuenta propia, están desarrollando una acción coherente y eficaz limitada por la escasez de recursos.

* Director de Ediciones de la Flor.