Mar 13.07.2004

CULTURA

“En España, los jóvenes tienen una vaga idea de quién fue Franco”

El español Juan Madrid es un referente de la novela negra en su país y más allá. Vino a Buenos Aires y no habló sólo de ficción.

› Por Angel Berlanga

“La posmodernidad ha generado un intelectual español, y sobre todo europeo, para el que los problemas de la realidad parecen carecer de significado”, dice Juan Madrid, autor de más de 40 libros y pionero, junto al recientemente fallecido Manuel Vázquez Montalbán, de quien era íntimo amigo, de la novela negra en España. Ex periodista de Cambio 16, El País y El Mundo, guionista de la serie televisiva Gitano (aquella que protagonizara Imanol Arias) y director de Tánger, su reciente primera película, Madrid cuestiona cómo sus colegas, e incluso muchos amigos de su generación, se “acomodaron” al temario y los deseos de la burguesía española: “Hay muchas prebendas, cargos muy cómodos, becas, conferencias muy bien pagas –dice–. Con dos o tres charlas por mes se puede vivir estupendamente”.
–¿Por qué considera que se ha escrito e investigado tan poco sobre los desaparecidos del franquismo?
–Es curioso, porque el monopolio de los desaparecidos no lo tienen la Argentina o Chile; durante el franquismo hubo fosas comunes y muchísima gente no sabe dónde está el cuerpo de su padre, su hermano, su marido.
–¿Por qué no se investigó?
–Los ganadores de la Guerra Civil, la Iglesia, la clase dirigente, los militares y los fascistas se propusieron acabar, concienzudamente, con cualquier resto de memoria de lo que había pasado. La represión, hasta que murió Franco, fue bestial.
–Pero pasaron muchos años desde eso. ¿Qué ocurrió con el tema durante la democracia?
–Es lo que decía sobre la burguesía: control intelectual. Que el intelectual sea orgánico. Esa corrupción existe en la intelectualidad española, donde palabras como imperialismo o fascismo han sido dejadas de lado. Pareciera que la historia ha terminado y que lo que hay que hacer es modificar un poquito la democracia burguesa. Una sombra plácida recorre hoy a Europa; están muy contentos con ellos mismos, encantados de haberse conocido. Apenas si hay disidentes. Y todo pasa por esa cosa teológica que significa el mercado, como si alguna vez en la historia de la humanidad hubiera existido el mercado libre. El mercado está manipulado, controlado: es una ficción. Y como la burguesía no quiere que se profundice sobre ese tema, pues no se toca.
–Es muy extraño cómo las historias de los crímenes de la guerra, tan medulares en tantas familias, trascienden tan poco a los libros, a los relatos.
–¿Y por qué no se cuentan esas historias, por qué no se investiga? Si hago una encuesta entre los jóvenes en España, no conocen esa historia; apenas tienen una vaga idea de quién era Franco. Esto es terrible, porque un pueblo sin memoria del pasado no tiene futuro. Aquí pasa exactamente igual: estuve en Tucumán, de donde es mi compañera, y algunos jóvenes, que habían votado por Bussi, no sabían qué había hecho en la dictadura. Es espeluznante. Recién ahora en España acaban de salir los primeros libros sobre los campos de trabajo de Franco, los campos de exterminio: cuarenta, cincuenta años después. ¿De quién es la culpa de todo esto? Ningún gobierno se lo ha planteado. El Partido Socialista no cumplió con el papel histórico de fomentar la memoria que debió haber tenido cuando llegó al gobierno, en el año ‘82, para que las nuevas generaciones supieran.
–¿Cómo fueron recibidos esos libros?
–Muy bien, pero permanecen en los márgenes. Y, por bien que les vaya, 20 mil ejemplares no es nada: la televisión tiene una audiencia de 16, 20 millones. Los libros no tienen importancia en la edad de la imagen. No hay censura en los libros: lo que se censura es la televisión.
–¿Y la prensa?
–También hay un control bestial en la prensa. En los últimos años, surgieron unos cuantos libros, y también se hizo algún documental sobre los desaparecidos de la Guerra Civil. Yo creo que la función social del escritor o el intelectual sobrepasa al texto que escribe, y eso parece haberse olvidado. No debería haber tantas contradicciones entre cómo se vive, qué se escribe y qué se dice. Porque hay veces que las contradicciones entre una cosa y otra son bestiales. Siempre me llama la atención lo fácil que es convertirnos en escribas, como esos funcionarios egipcios que estaban al pie del poder, apuntando, de rodillas, todo lo que decía el faraón.

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